La escritora Karina Sosa habló con SinEmbargo sobre su novela Orfandad, una historia en la que la protagonista relata cómo su padre encabeza una lucha popular para que el gobierno de Oaxaca caiga y se haga justicia. “Una lucha que trae consigo el estigma de la cárcel. Una lucha que deja una ciudad en llamas”.
Ciudad de México, 26 de junio (SinEmbargo).– “La única justicia es la memoria y el saber lo que vivimos, quienes lo vivimos, y el escuchar todas las voces posibles para armar nuestras propias conclusiones”, planteó en entrevista la escritora Karina Sosa con motivo de la publicación de su novela Orfandad (Random House), la cual recorre los acontecimientos ocurridos antes y durante las movilizaciones sociales encabezadas por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) entre 2006 y 2007 durante el Gobierno de Ulises Ruiz Ortiz.
Karina Sosa, hija de uno de los líderes de la APPO Flavio Sosa, señala así que realmente no hay justicia suficiente sobre lo ocurrido en ese entonces. “Cuando alguien es asesinado por un gobierno por protestar, y por ser un disidente, nunca habrá justicia que repare porque es una vida humana; un desaparecido, no volveremos a saber ni a recuperar el tiempo que ha pasado lejos de su casa, de su familia”.
De acuerdo con el informe de la Comisión de la Verdad de Oaxaca, entre 2006 y 2007 fueron asesinadas, en el marco de estas protestas sociales, 28 personas. También existen denuncias por desapariciones forzadas y otros crímenes perpetrados. Uno de los casos que más impacto generaron a nivel internacional fue el homicidio del reportero, camarógrafo, periodista y documentalista estadounidense Bradley Roland Will, el cual es retratado en esta novela.
Karina Sosa platicó a SinEmbargo cómo llevaba mucho tiempo pensando en esta historia que estaba atrapada en sus recuerdos. “Me resistía mucho a pensar en ella, escribí una novela antes que se llama Caballo fantasma, que es mi primera novela, y fue también una manera, creo, de salvaguardar de todo eso que era tan reciente en mi memoria y en algún momento decidí que era tiempo de volver, porque quería escribir un libro sobre la historia de Oaxaca, algo que hablara de cómo una ciudad se construye así misma, se reconstruye a través de la identidad y de salvarse de todo este caos que la atraviesa”.
“Esa era mi intención al escribir Mapa de Oaxaca, que así se llamaba en ese momento, y fue una exploración a través de mapas; tomé varios mapas antiguos de Oaxaca y los empecé a mirar y a colocar como en un pequeño ensayo y luego se fue colando mi historia, la historia de mi familia, la historia de lo que yo creo que me había conformado durante un tiempo hasta que se desbordó y se convirtió en Orfandad”.
—¿Hasta dónde podemos discernir la realidad y hasta dónde entra la ficción?
Eso lo tiene que descubrir el lector o la lectora. Me da mucho gusto saber que cada lector y cada lectora encuentra visiones distintas y más bien son sus propias lecturas de ciertos conceptos, de ciertas cosas, sobre el bien, sobre la justicia, sobre la igualdad, sobre qué es lo vil y qué es lo bello, cómo lea estos personajes que tienen nombre propio en la historia, pero que pueden no ser.
“Un lector me decía ‘¿y cómo sabías que el ex gobernador tomaba la cuba de tal manera?’ y en realidad no lo sabía, sólo es como un juego de especulaciones y creo que eso es la ficción, estar imaginándonos las posibilidades de las cosas nutrirlas de aquello que sabemos o de lo que imaginamos y llenando estos huecos hablando de lo que sí viví, de lo que sí me ocurrió, pero matizando con la ficción, con este juego de espejos”.
Precisamente Ulises Ruiz desfila por la historia como un personaje más, uno con sus dudas, sus temores, sus cavilaciones. “Me sirvió mucho pensar en las pocas veces que vi a Ulises Ruiz, al real, en la calle, lo vi un par de veces durante el 2006 quizás, 2007. Una vez, mi papá ya estaba encarcelado y él estaba paseando, en las primeras veces que volvía a salir a la calle para decir que tenía todo bajo control y, entonces, estaba en un puesto de melitas en el parque. Yo estaba con mis hermanas y mi mamá, entonces, él se nos quedó viendo, obviamente sabía quiénes éramos, porque nos perseguían constantemente, sabía quiénes éramos, y se acercó cuando mucha gente empezó a gritarle cosas y se fue”.
“Me acuerdo mucho de sus gestos, de los videos que he visto, me llama mucho la atención que parece una persona siempre ansiosa y siempre como miedosa, también muy temeroso después del 2006, siento que tiene muchos gestos como de nerviosismo, en fin, me llaman la atención muchas de esas cosas”, expresó. “Entonces, observar todos esos gestos y matizarlo con lo que yo viví, con mi propia imaginación o con mi propia manera de mirar las cosas, me ha servido para hacer estos retratos en Orfandad, que pueden ser, o no sé, que están puestos ahí para que los lectores y las lectoras saquen su propia conclusión”.
—¿Cuál crees que fue la huella que dejó la APPO?
—Siempre me cuesta mucho trabajo hablar de política, por eso escribí Orfandad, también porque es algo que me resisto mucho a hacer, por eso, por la cercanía que tengo, pero sí sé que la lección que nos dejó es que todas las luchas también caen en un desgaste, por el mismo Gobierno, por la misma persecución, se desgastan y como que esta sensación de esperanza que era tan latente al principio, cuando, me acuerdo de las primeras megamarchas, que toda la gente se volcaba a las calles y que decían ‘ya cayó Ulises, ya cayó’, como estas cosas de tener la certeza de que en algún momento todo iba a cambiar y de que pronto se desvanece y no cambia nada.
“O sea, la ciudad vuelve a sus mismos vicios, a sus mismas manías, y no la ciudad sino sus habitantes, volvemos a lo mismo, a la misma estructura, y somos presas de un sistema que parece no acabarse, de una maquinaria diseñada para replicarse en el futuro y eso, la sensación de la esperanza es muy linda, pero luego acaba por desgastarse, creo que con la APPO se transformó en otra cosa y dio voz durante cierto tiempo a los disidentes, a los que estaban en contra de un gobernante represor, como era Ulises Ruiz y su gobierno, pero luego se transforma esa rebeldía en otra cosa, en también temor, en replegarse por toda la fuerza brutal y desmedida del del Estado sobre los manifestantes, las muertes, las desapariciones y creo que lo que queda para el futuro es decir que siempre la sociedad debe inconformarse con aquello que no le parezca justo o que crea que no va a mejorar la vida de sus habitantes”.