Una empleada doméstica de 35 años de la Ciudad de México, madre soltera de dos hijos, trabajó para la misma familia siete años, hasta que en marzo le dijeron que ya no la necesitaban.
Por Mark Stevenson
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de abril (AP) — El coronavirus ha alterado la vida de una gran cantidad de empleadas del servicio doméstico en América Latina, dejándolas sin trabajo o sin beneficios sociales, cuando no atrapadas en las casas de sus patrones por las cuarentenas dispuestas por las autoridades.
Millones de empleadas domésticas son parte integral de la vida familiar en la región, donde incluso personas de clase media-baja a menudo las contratan. Cobran a veces apenas cuatro dólares diarios, en negro.
Con frecuencia cuidan a los hijos de sus patrones, dedicándoles más tiempo que a sus propios hijos, como reflejó la película Roma, ganadora de un Óscar en el 2018. Las trabajadoras domésticas a veces viven en cuartos en los techos de las casas de sus patrones o alquilan habitaciones baratas.
Con el virus, cientos de miles de trabajadoras domésticas se quedan sin trabajo al permanecer en sus viviendas o no pueden salir de las casas de sus patrones, ni siquiera en sus días de franco o para visitar a sus familias.
Una empleada doméstica de 35 años de la Ciudad de México, madre soltera de dos hijos, trabajó para la misma familia siete años, hasta que en marzo le dijeron que ya no la necesitaban.
“Me pagaron la última semana de trabajo y ahora no tengo recursos para las necesidades más básicas de mis dos hijos pequeños. El salario que percibía solo me alcanzaba para vivir al día”.
Ahora se siente atrapada. No puede salir a buscar trabajo porque ello implica exponerse al contagio, suyo y de su familia. Y dado que no tenía un contrato de trabajo, seguro médico ni historia de empleo formal, no puede recibir asistencia del Gobierno.
“En México, y en todo el mundo, no hay una sola pandemia, hay dos: el COVID-19 y la desigualdad. Esa desigualdad que hoy me tiene más aislada que nunca”, expresó la empleada doméstica, quien habló a condición de no ser identificada por temor a que no le den referencias.
La primera persona que falleció por el COVID-19 en Río de Janeiro fue una empleada doméstica de 63 años en Leblón, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad. Su patrona se infectó durante un viaje a Italia, pero a ella no se le informó que estaba confinada, esperando los resultados de exámenes, según Camila Ramos de Miranda, Secretaria de Salud del pueblo de la empleada, dos horas al norte de Leblón.
Las condiciones de vida de las empleadas domésticas están en boca de todos en las redes sociales de Brasil.
La actriz Maitê Proença publicó un divertido video con instrucciones acerca de cómo aspirar la casa para gente como ella, que lo hace por primera vez. En el video dice que las circunstancias actuales hacen que se aprenda a valorar el trabajo que las empleadas domésticas hacen todos los días. Y recomendó a sus seguidores que continúen pagando a sus empleadas mientras permanecen en sus casas.
“¡Pueden hacerlo, y ellas se lo merecen!”, escribió Proença.
Una consulta a nivel nacional de mil 131 personas realizada a mediados de abril por la forma Locomotiva reveló que el 39 por ciento de las personas con empleadas domésticas habían suspendido sus servicios sin pagarles nada en Brasil. El mismo porcentaje dijo que les seguían pagando y las volverían a emplear, y casi una cuarta parte indicó que las trabajadoras seguían yendo a sus casas. El margen de error de la consulta fue de más o menos 2.9 puntos de porcentaje.
En México, las empleadas que todavía tienen trabajo a menudo deben permanecer en las casas de sus patrones y tienen una carga más pesada ahora que todos los miembros de las familias están en la vivienda.
Algunos patrones les prohíben salir a la calle por ninguna razón, ni siquiera para visitar a sus hijos en sus días francos o para ver a un médico, por temor a que contraigan el virus.
“Hoy me sentí muy mal y pedí permiso para ir al hospital”, relató una empleada que no quiso dar su nombre por temor a represalias. “Mi patrón me dijo que no podía salir. Pero ellos sí tienen visitas”.
Marcelina Bautista, quien dirige el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas de Hogar, dijo que su organización está al tanto de empleadas cama adentro cuyos patrones no las dejan salir desde principios de marzo.
“Esto implica que tiene que trabajar a toda hora”, manifestó Bautista, agregando que algunos patrones no les permiten salir a sus empleadas, pero sí las mandan a comprar cosas.
María Isidra Llanos, Secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar, se quejó de que algunos patrones les piden a sus empleadas que usen productos de limpieza más fuertes en la esperanza de que maten el virus. El cloro, cuando se mezcla con cualquier otra cosa que no sea agua, puede emitir vapores tóxicos.
“Las están poniendo a mezclar líquidos desconocidos, sustancias que pueden ser muy agresivas. (Las empleadas) Nos dicen ‘nada más lo huelo y se me hincha la cara’”, relató Llanos.
Una empleada contó que sus patrones se fueron de la Ciudad de México cuando empezó la cuarentena y que no sabe cuándo volverán.
“No me han llamado y tampoco me contestan las llamadas. No sé si regresen en cuanto termine la cuarentena”, dijo en una carta enviada al sindicato. “Lo que sí sé es que me quedé sin ingresos, soy madre soltera, pago renta y por el momento estoy haciendo gelatinas y salsas para vender a mis vecinos. Pero no he tenido mucho éxito porque muchos se fueron a sus pueblos”.
Llano dijo que muchas afiliadas al sindicato hacen pronósticos agoreros. “Si no se mueren por el virus, se morirán de hambre”.