El director regional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe, Luis Felipe López-Calva, declaró que la pandemia del COVID-19 puede llevar a Latinoamérica a ser una región más influyente, si es “bien gestionada”; la transparencia gubernamental, el compromiso fiscal con los más vulnerables y la inclusión de los ciudadanos más afectados son puntos esenciales para lograrlo.
Por Álvaro Mellizo
Lima, Perú, 28 de abril (EFE).- La crisis del COVID-19 en Latinoamérica puede llevar, si es “bien gestionada”, a una región más incluyente y con mejor gobernanza, apuntalada por las nuevas coaliciones y consensos sociales que se están alcanzando para combatir a la enfermedad y sus consecuencias económicas, así lo valoró en una entrevista con EFE el director regional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe, Luis Felipe López-Calva.
El delegado del organismo internacional para Latinoamérica apuntó a elementos como la transparencia gubernamental, el compromiso fiscal con los más vulnerables y la inclusión de los ciudadanos más afectados en la creación de los planes de salida como los pilares que sostendrán una “nueva normalidad”.
¿Qué puede esperar América Latina cuando pase la crisis del COVID-19?
En América Latina hay tres manifestaciones de gobernanza débil: los problemas de crecimiento económico, que son muy limitados; los grandes problemas de desigualdad, muy alta para el desarrollo que tiene; y las amplios márgenes de vulnerabilidad.
La pandemia interactúa con estos temas y los magnifica. Por ejemplo, la desigualdad se profundiza, se hace muy evidente y se incrementa con el choque.
Todo muestra una heterogeneidad muy grande de la capacidad de los Gobiernos de lidiar con esta situación de forma efectiva y magnifica las desigualdades.
En ese contexto vemos dos temas estructurales. El primero es cómo hacer la gobernanza más efectiva cuando había ganado espacio la idea de tener un Gobierno reducido. Si algo queda de esta crisis es replantear esa idea hacia, no ya tener Estados grandes, pero sí que sean fuertes. Eso es fundamental.
El otro tema es el riesgo de que se debiliten los contrapesos democráticos con la pandemia, que está llevando a medias inusuales que no queremos que concentre el poder en una región que había tenido avances democráticos importantes.
¿Se impulsará una sanidad pública potente?
En Latinoamérica teníamos un contrato social fragmentado: los que tienen ingresos demandan servicios privados, y no tienen incentivos para apoyar fiscalmente sistemas de salud… Eso genera la brecha de un sistema privado caro financiado por las clases medias y altas y un sistema público sin financiación con muchos problemas y que deja a la mayor parte de la población desprotegida.
Ahora con esta crisis, gentes que antes se oponían (a una salud pública fuerte) se dan cuenta de que todos nos beneficiamos por tener algo fuerte, y eso es una oportunidad, porque la crisis redistribuye la capacidad de bloquear reformas, el poder y la influencia, y cambia la percepción colectiva de algunos bienes públicos.
Parece que estamos de acuerdo que un sistema inclusivo y de calidad es algo que nos beneficia a todos, y estamos dispuestos a contribuir a ello.
Y eso va más allá, por ejemplo a lo que los economistas llamamos estabilizadores automáticos como los seguros de desempleo, que son muy pequeños en América Latina.
La debilidad fiscal o los problemas políticos hacen que tengamos un choque con desigualdades profundas. Esta crisis es una oportunidad para pensar que los estabilizadores sociales tienen un valor importante.
Entonces… ¿se está rehabilitando la imagen del Estado, que era muy baja en la región?
Antes del COVID-19, era mala y la confianza en las instituciones del Estado venía cayendo… Decían que el Gobierno era para proteger a los que más tienen y la confianza en los Gobiernos venía cayendo… Pero ahora hay casos, como Perú, y en otros lugares, donde la gente está viendo como responden las instituciones, y eso es una luz positiva.
Eso puede ser una oportunidad de que se vea que, en momentos como estos, el Estado puede tener efectos importantes en nuestras vidas, recuperar su credibilidad aun cuando hay medidas excesivas como el confinamiento, que es percibido como negativo.
En general, la crisis del COVID-19 ha sido bien caracterizada por lo positivo, y eso genera una oportunidad. También se confía más en el otro, se ve cuán conectados estamos, y es positivo fortalecer las conexiones y la solidaridad comunitaria. Hay un potencial salida de esto con mejoría del tejido social y mayor confianza en el Estado.
¿Cuáles son las claves entonces para que efectivamente América Latina aproveche en positivo esta crisis y mejore su gobernabilidad?
La comunicación y transparencia de las decisiones y las razones por las que se toman. Están demostrando que, donde hay mayor transparencia y explicación, se está dando un mejor cumplimiento y una mejor relación entre Gobierno y ciudadano.
También hay que dar una clara idea del compromiso fiscal con los más vulnerables y de que un acuerdo colectivo es una forma de respuesta correcta a la crisis. Hay que darse cuenta de que la inclusión nos beneficia a todos.
Ese mensaje se tiene que dar con claridad, y en él los actores ciudadanos, los afectados, tienen que estar en la toma de decisiones de cómo salir de la crisis. Aquí hablamos de la legitimidad de los procesos que llevan a las decisiones, que sean parte los actores del diseño de la salida.
Tratar de sostener esas coaliciones que están surgiendo para la solidaridad comunitaria, las aportaciones privadas a los bienes públicos y la confianza en los Gobiernos. Cuando haya confianza, darles mayor sostenibilidad para una salida positiva. No es sencillo, pero hay formas de trabajar con ello.