Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez viven una crisis emergente por el uso de fentanilo, un analgésico 50 veces más fuerte que la heroína y más barato de producir, lo que resulta mucho más lucrativo para traficantes de drogas ilegales. El director de Prevencasa, una asociación tijuanense dedicada a la reducción de daños por consumo de drogas, asegura que “2018 para nosotros fue el año del fentanilo, y de las sobredosis, como nunca antes se había visto”.
El año pasado el fentanilo llegó a ser la principal causa de sobredosis en EU. Se le considera la epidemia más mortífera en la historia de este país. Aunque la denominada “crisis de los opioides” ha causado que su gobierno declare una emergencia nacional de salud, en México la adicción a drogas inyectables permanece invisible.
Por Arthur Debruyne
Ciudad de México, 28 de febrero (Vice/SinEmbargo).– “Cuando cayó hace tres años murieron seis cabrones en una semana”, dice Roberto Prado, de 51 años, quien pertenece a una comunidad compuesta por varias docenas de usuarios de drogas inyectables bajo un puente en un canal de Tijuana.
Anteriormente en este sitio así como en otras ciudades de la frontera norte se vendía exclusivamente la heroína “negra”, hecha de goma de opio proveniente de estados como Guerrero o Chihuahua. Ahora los grupos criminales de la frontera norte prefieren traficar “el polvo blanco”, una droga sintética que regularmente contiene fentanilo, un analgésico 50 veces más fuerte que la heroína.
El fentanilo, cuyos precursores químicos son importados desde China, es más barato de producir que la heroína, resultando mucho más lucrativo para traficantes. El cambio va de la mano con un aumento considerable de sobredosis, dicen una docena de usuarios y activistas entrevistados en las ciudades fronterizas de Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez.
Frente a una crisis de fentanilo emergente, los usuarios enfrentan indiferencia o incluso hostilidad de parte de la sociedad y las autoridades. El único respaldo que tienen los usuarios se da entre ellos mismos, o proviene de activistas con pocos recursos. En Ciudad Juárez, las ambulancias no atienden a llamadas de emergencia por sobredosis. Entrevistados comentan que la policía es abusiva con usuarios y les extorsiona. Algunos adictos son recluidos forzadamente en centros de rehabilitación, saliendo con menor tolerancia a las drogas, exponiéndose así a riesgo de sobredosis en caso de recaída.
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“2018 para nosotros fue el año del fentanilo, y de las sobredosis, como nunca antes se había visto”, comenta Luis Alberto Segovia, director de Prevencasa, asociación tijuanense dedicada a la reducción de daños por consumo de drogas. Prevencasa opera en la Zona Norte de Tijuana, barrio pobre pegado al muro fronterizo con Estados Unidos (EU).
Unos 150 usuarios, la mayoría hombres entre 30 y 40 años, diario recurren al intercambio de jeringas de Prevencasa. Sus médicos proveen tratamiento para el VIH, Hepatitis C y abscesos de la piel, que ocurren frecuentemente en usuarios de drogas inyectables.
El año pasado el fentanilo llegó a ser la principal causa de sobredosis en EU. Se le considera la epidemia más mortífera en la historia de este país. Aunque la denominada “crisis de los opioides” ha causado que su gobierno declare una emergencia nacional de salud, en México la adicción a drogas inyectables permanece invisible.
Una de las razones consiste en que el uso de drogas inyectables se limita principalmente a la frontera norte del país: una mayoría de usuarios son ex-migrantes indocumentados deportados desde EU, quienes regresan cargando su adicción. Este factor impide que la crisis emergente del fentanilo se establezca en el resto de México, aunque laboratorios de fentanilo han sido descubiertos incluso hasta en la CDMX.
La situación en la frontera norte requiere atención urgente, comentan activistas de reducción de daños. Sin embargo, no existen estadísticas oficiales sobre sobredosis en la región. La causa de muerte de usuarios indigentes no es investigada, dicen integrantes de Prevencasa. Autoridades estatales de Baja California confirman que, en el caso de sobredosis fatales, no se examina el tipo de droga.
A pesar de la falta de cifras, queda claro que el fentanilo ya es una presencia en las calles. Cuando usuarios se registran para intercambios de jeringas, se les pide declarar su droga de preferencia: tanto en Tijuana como en Mexicali, se nota un cambio pronunciado desde “la negra”, la heroína tradicional, hacia “el polvo blanco”. Pruebas en jeringas usadas y otro material de consumo salen positivo para fentanilo en estas ciudades fronterizas. Médicos de Prevencasa ya tienen que acudir semanalmente a las calles para tratar sobredosis.
“Definitivamente observamos que algo está pasando”, comenta Julián Rojas Padillo, encargado de reducción de daños en el Programa Compañeros de Ciudad Juárez. “No veíamos tantas sobredosis antes. Pero queda mucho por aclarar, es difícil precisar la escala del problema. Hemos buscado datos, pero ha sido complicado, las autoridades no responden”. Rojas Padillo nos dice: el estigma social sobre el consumo de drogas hace invisible a los usuarios. “Las mismas ambulancias se niegan a atender llamadas de sobredosis, dejando a los usuarios a su suerte”.
“Frente a mis ojos se han muerto varios por la sintética”, dice el usuario Pedro León, de 72 años, de Tijuana, “pero no se hace nada de escándalo, ni de preguntas, ni nada. No le importamos a nadie”.
Para reducir los daños fatales del fentanilo, en Tijuana han comenzado a distribuir a usuarios de calle el medicamento “naloxona”, que neutraliza las sobredosis. Muchos usuarios siempre la cargan y la administran a otros regularmente. “Cada semana inyecto a alguien”, comenta Roberto Prado, quien ha sido adicto a la heroína desde hace 15 años. Una vez se mantuvo limpio durante un año dentro de un centro de rehabilitación, pero recayó poco después de su salida. “Es que no hay otras opciones aquí, no hay trabajo, ni nada. Por eso nos resulta tan difícil para todos seguir adelante”.
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“Tuvimos dos muertes por sobredosis en los dos últimos días”, dice José Luis Sánchez, encargado de un puesto de intercambio de jeringas ubicado en el centro de Mexicali, una ciudad fronteriza a unos 180 kilómetros al este de Tijuana, ambos en el estado de Baja California (BC). “La situación está al borde del peligro. De que hay una epidemia de fentanilo, la hay, es real”.
Verter, la organización de reducción de daños donde trabaja José Luis, él mismo un ex-adicto, empezó a distribuir la naloxona en varias zonas de Mexicali y ciudades en los alrededores, incluso hasta en el estado vecino de Sonora. “Y hay demanda”, comenta José Luis, “siempre regresan a pedir más, lo que indica que las sobredosis se están saliendo de control”.
Verter recientemente fue noticia, tras abrir un espacio de consumo seguro, donde mujeres se podían inyectar bajo supervisión médica, usando materiales limpios. Era el primer espacio de su tipo en América Latina. Pero lo clausuraron dando motivos administrativos. “Creemos que fue un pretexto, porque la neta no les gustó”.
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“Baja California es fábrica de fentanilo”, tituló en su portada el semanario de periodismo de investigación Zeta, de Tijuana. Las autoridades estatales han desmantelado varios laboratorios pequeños y grandes de fentanilo. Abastecían lugares como Boston, Chicago, Nueva Jersey y Nueva York, en la costa este de EU, el principal mercado de fentanilo en este país. BC dejó de ser un estado de cruce para volverse productor de drogas sintéticas, algo que tenía varios años sin ocurrir, según el semanario Zeta.
La periodista Inés García del Zeta piensa que es el alza de la violencia en su ciudad lo que causa que las sobredosis queden invisibilizadas. “En San Diego, del otro lado de la frontera, se registran unos 60 asesinatos por año. En Tijuana se registra la misma cantidad en tan solo diez días, la mayor parte por disputas en la venta de cristal, la principal droga en las calles. Los médicos forenses están tan saturados que ni prestan atención a las sobredosis”, comenta Inés García.
Los expertos se muestran preocupados ante una agudización de la crisis de opioides que parece no tener fin. Indican que, en EU, el fentanilo se ha encontrado en una gran cantidad de drogas ilícitas, tal como la cocaína, la metanfetamina, el MDMA y ansiolíticos falsificados como el Xanax. El ascenso del fentanilo en México no solamente causa daño a usuarios, sino que también trae consecuencias en la producción de heroína. Campesinos amapoleros de Chihuahua y Guerrero nos dicen que el precio de su producto se ha ido cayendo, en tanto que es desplazado por el fentanilo.
“En los últimos cinco años, la producción de amapola en México alcanzó niveles altos, debido a la elevada demanda desde EU”, comenta Jorge Hernández Tinajero, investigador que colabora con diversas organizaciones internacionales. “Pero ahora, pese a la alta demanda, el precio de la goma de opio está bajando. El kilo de goma de opio adulterado con fentanilo rinde mucho más, bajando su precio”.
¿El fentanilo podría llegar a desplazar totalmente la heroína? “Yo no creo”, responde Jorge Hernández. “Primeramente, presenta problemas en términos de uso, por la dificultad de encontrar una dosificación segura. Además, la heroína tiene oleadas desde el siglo 19: a veces hay más demanda, a veces menos, pero demanda siempre habrá. Hay una cultura en torno a la heroína. Cierto, el fentanilo ha servido para golpear o apretar a los campesinos amapoleros, a quienes siempre les han pagado una miseria por su producto. Pero el fentanilo también es una sustancia muy riesgosa en el uso ilegal, fuera del manejo médico especializado”.
El ayuntamiento de Tijuana admite que no cuenta con información sobre las sobredosis por el fentanilo. La Procuraduría General de Justicia de BC, entidad responsable del Servicio Médico Forense, omite en el registro las causas específicas por sobredosis. Por otro lado, los grupos de reducción de daños están preparando una investigación junto con el Instituto Nacional de Psiquiatría. Sería el primer estudio amplio del tema. “Urge”, dice Alfonso Chávez, encargado del programa de reducción de daños de Prevencasa en Tijuana, “porque es precisamente la falta de datos de sobredosis lo que da pretexto a las autoridades para no reaccionar”.