Jorge Alberto Gudiño Hernández
28/01/2024 - 12:01 am
Tanto papel a la basura
Lo peor es que, al menos en nuestro país, la cultura del reciclaje es pobre. Esto provoca que todo ese cartón se vaya directo a la basura sin demasiadas intermediaciones o usos parciales. Toneladas y toneladas de papel que, con suerte, se podrán reciclar.
A muchos, la pandemia y el confinamiento nos acostumbraron a comprar en línea. Una costumbre que, según ciertos estudios, persiste al día de hoy, aunque con una considerable baja respecto a sus picos máximos. Una disminución que, pese a ello, sigue ubicando a las compras en línea en un nivel muy superior al de antes de la pandemia. Razones las hay: es cómodo, es cada vez más seguro y se pueden comprar artículos de catálogos inmensos que no hay forma de que estén dentro de una misma tienda física. A veces, incluso, las ofertas hacen que sea más barato comprarlos por esta vía que en comercios tradicionales.
Muchos de nosotros hemos visto, también, cómo un producto minúsculo llega embalado en una caja enorme, desproporcionada para su contenido. La relación entre los volúmenes de ambos objetos resulta ridícula. Incluso en el caso de que los productos estén bien empacados y que no haya demasiado aire dentro de los paquetes, lo cierto es que estas compras en línea están sobreexplotando un recurso que antes no utilizábamos tanto: el papel.
Cartón, en la mayoría de los casos. Desde hace décadas tenemos problemas para producirlo, toda vez que la celulosa sale de los árboles. Ahora es mucho peor. Sabemos, por ejemplo, que durante la pandemia se adaptaron muchas máquinas para producir cajas en lugar de pliegos en los que se imprimirían libros. Y todo para que recibamos en estos contenedores algo que, quizá, ni siquiera lo necesitaba.
Lo peor es que, al menos en nuestro país, la cultura del reciclaje es pobre. Esto provoca que todo ese cartón se vaya directo a la basura sin demasiadas intermediaciones o usos parciales. Toneladas y toneladas de papel que, con suerte, se podrán reciclar.
Lo más grave, empero, es que esas toneladas de papel apenas tienen letras (el nombre de la empresa que vende el producto, quizá la de la paquetería). Letras significativas, pues. Uno pide un paquete con tres pilas muy particulares para el control remoto y le llegan en una caja de 20 centímetros de arista. A saber cuántas de éstas se requieren para hacer un libro o un cuaderno, pues los niños siguen necesitando escribir.
Es cierto que no todo el papel es igual. Lo hay con un índice mayor de celulosa. La relación, pues, no es directa. Sin embargo, existe. Y no sólo debería preocuparnos por los libros que no se imprimirán, los periódicos que cada vez se tiran menos, los cuadernos y las libretas para escribir. También está todo ese papel de desecho: servilletas, kleenex, papel de baño y demás.
A ver si la próxima distopía cumplida no se relaciona con una brutal escasez de papel. Eso sí, de momento, todos estos productos se pueden pedir en línea y, para colmo, algunos llegarán dentro de cajas enormes rellenas con una suerte de bolsas llenas de aire. El futuro nos está alcanzando.
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