La primera y única vez que me adentré en un matadero para documentar lo que sucede en su interior fue una experiencia desgarradora, algo que jamás había presenciado. Estoy segura de que, si más personas conocieran la cruda realidad de estos lugares, dejarían de ser partícipes de esta industria.
Los animales llegan a este matadero durante el día, al igual que en muchos otros, y la matanza inicia por la noche. Cerca de 30 a 40 trabajadores se preparan desde las 8 p.m. para comenzar sus labores. Observar a la mayoría de estas personas realizar estas tareas fue impactante. Deben maniobrar maquinaria pesada y peligrosa; de hecho, los accidentes son frecuentes y, en muchas ocasiones, carecen de la protección adecuada. El trabajo es pesado, automatizado y cruel.
La música a todo volumen busca enmascarar los gritos, permitiendo a quienes trabajan desconectarse de esa dura realidad. Despellejan, cortan por la mitad, descuartizan y degüellan a los animales a una velocidad inimaginable, pues, cuanto más rápido se realice el proceso, mayor será la ganancia económica. El olor es repugnante, moscas por doquier y hasta gatos callejeros viven en estos lugares, alimentándose de las tripas y sobras que caen al suelo.
Lo más impactante fue presenciar cómo los animales, ya sean vacas o cerdos, se negaban a avanzar hacia la línea de matanza. Cuando no caminaban, eran golpeados con palos o patadas. Era angustiante escuchar sus gritos. Aunque solemos pensar que los animales carecen de voz, ese día, después de escucharlos, confirmé que no quieren morir y que tienen voz. Incluso el veterinario del matadero nos confirmó que, en su experiencia, sabe que los animales sienten y comprenden cuando van a morir, y se resisten.
La industria ha logrado mantener una imagen donde se muestra a los animales como felices y necesarios para llevar una vida saludable. Sin embargo, la realidad es otra, demasiado cruel e injusta.
Cada persona informada tiene el poder de cambiar sus hábitos y contribuir a un mundo donde el respeto por los animales guíe nuestras decisiones. A medida que la información se comparte y se divulga, se abre la puerta a un futuro donde la compasión y la empatía predominen sobre la crueldad.
Las organizaciones que investigan y documentan estas realidades juegan un papel crucial al arrojar luz sobre lo que ocurre en los mataderos, motivando a las personas a cuestionar y reconsiderar sus elecciones diarias.
Recordemos que, al elegir alternativas más compasivas, no sólo beneficiamos a los animales, sino también a nuestra propia salud y al bienestar de quienes trabajan en la industria. La clave está en la toma de decisiones conscientes y éticas que impacten positivamente en nuestro entorno y en la vida de quienes comparten este planeta con nosotros.