Las personas con menores ingresos son las que más consumen bebidas azucaradas, ello a pesar de los impuestos que se aplican desde el año pasado. Las familias con mayores recurso dejaron de destinar dinero en este rubro, de acuerdo con un estudio. Expertos del Colmex aseguraron que esta conducta es producto de la falta de alternativas alimentarias o acceso al agua, por tanto el Estado debe implementar políticas públicas integrales.
Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).– El impuesto a las bebidas azucaradas o con alto contenido calórico ha provocado un resultado diferenciado de consumo en estratos sociales, de acuerdo con un estudio de El Colegio de México (Colmex), pues mientras que las personas con menos ingresos son las que más compran estos productos, las familias con mayores recursos los han dejado ingerir.
Los autores de la investigación llamada “Estudio de los efectos sobre el bienestar de la política de impuestos sobre alimentos y bebidas con alto contenido calórico” refirieron que los instrumentos fiscales para modificar patrones de consumo deben ir acompañados de otras políticas públicas, pues las personas con menos recursos compran refrescos u otras bebidas, por ejemplo, para compensar la ingesta calórica o porque no hay agua para beber, y con ello destinan más de la mitad de su bienestar económico, pues además se suma el incremento de los productos de la canasta básica.
“Las poblaciones con ingresos más bajos no han variado significativamente su consumo desde la entrada en vigor del impuesto, pero sí ha implicado una pérdida en su poder adquisitivo de productos de la canasta básica”, dice el documento.
–O sea que: ¿las personas de bajos recursos arriesgan su bienestar económico por comprar refrescos? -se le preguntó a José Antonio Romero Tellaeche, director del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.
–Es que no tienen muchas alternativas. Por ejemplo, un albañil que tiene que cargar el bote de mezcla, necesita calorías y lo sustituye con un refresco, pero si te lo suben de precio, entonces baja tu ingreso real porque dejas de comprar otras cosas. Entonces tiene un impacto negativo en tu economía y bienestar.
–¿Qué opinan de la medida de impuestos? ¿Funcionó o no?
–Nosotros no queremos hacer un juicio de valor. Sólo podemos decir que los efectos fueron distritbutivos, pero consideramos que debe haber una política más integral.
Los investigadores consideraron que deben existir políticas públicas más completas, que incluso garanticen acceso a la alimentación y al agua.
LAS CIFRAS, SEGÚN EL ESTUDIO
El documento refiere que entre 2012 y 2014 el consumo promedio per cápita de refrescos en los hogares disminuyó tan solo 5.37 mililitros diarios. Sin embargo, el efecto neto de los impuestos está determinado por diversos factores, entre ellos las preferencias de consumo, los niveles de ingreso y la sustitución y complementariedad con otros bienes.
En ese lapso, en los hogares del decil más pobre, se incrementó en 1.4 por ciento promedio anual el porcentaje de participación del gasto en refrescos con respecto al gasto monetario.
“En la población con ingresos menores a un salario mínimo general, la reducción del ingreso fue de -2.0 por ciento. Para estratos de ingreso de 1 a 3 salarios mínimos y de 3 a 6 salarios mínimos, la afectación estimada fue de -1.86 por ciento y -1.66 por ciento respectivamente”, detalla el estudio.
La investigación fue realizada por los académicos: Eneas Caldiño García, Enrique Minor Campa, Carlos Romero Hernández y José Romero Tellaeche y se realizó a petición de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (Anprac); no obstante, los científicos dijeron que “realizamos el estudio con toda la libertad”.
La investigación no abundó sobre los efectos en la salud, aunque La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer esta semana el informe de la Comisión para el Fin de la Obesidad Infantil (ECHO, por sus siglas en inglés), establecido hace dos años, en donde advierte del grave problema que padecen 41 millones de menores de 5 años que son obesos o tienen sobrepeso, y entre las medidas que apoya para disminuir este problema está el implementar a nivel global, principalmente en los países donde el problema es mayor, un impuesto a las bebidas azucaradas.
El informe afirma que: “hay pruebas sólidas” de que un impuesto de azúcar trabajará junto a otras medidas para hacer frente a la obesidad infantil – una ofensiva contra la comercialización de comida chatarra a los niños y las escuelas para prohibir la venta de alimentos poco saludables”.
En tanto, Fiorella Espinosa, investigadora en salud alimentaria en la organización El Poder del Consumidor declaró: “Tal y como lo reafirma este reporte, los gobiernos deben comprometerse con la salud de su población, particularmente de niñas y niños, y así evitar que sean adultos enfermos. En México, se han implementado varias de las medidas que recomienda la Organización, sin embargo el diseño de estas políticas no se realiza con base en evidencia científica generada a nivel nacional e internacional. En el caso del impuesto a bebidas azucaradas que se implementa en nuestro país desde el 2014, la evidencia indicaba que para que fuera una medida efectiva el impuesto debía ser de 20 por ciento. Estudios del INSP [Instituto Nacional de Salud Pública] e incluso del ITAM [Instituto Tecnológico Autónomo de México], este último dado a conocer por la propia industria, reconocen una disminución en el consumo con el impuesto de aproximadamente un 10 por ciento, pero no suficiente”.