Bitácora de un debutante. Día 2...

29/06/2012 - 12:00 am


Hace como 12 años yo era apenas un niño, me acuerdo que Vicente Fox Quesada pintaba para ser el primer Presidente de un partido distinto al PRI. De su campaña me acuerdo que un día vi pasar por la carretera muchísimos camiones con mantas –que en ese entonces creo que eran de tela– y que decían Fox, PAN y cambio. Eran tres palabras que por una época se volvieron sinónimos. En las tiendas le podías decir al cajero: “Disculpe, me dio mal mi Fox”. Entonces nos abonaban un par de pesos que nos faltaban. Y me acuerdo que el día de la elección cuando ya empezaba a hacerse de noche y se iban conociendo algunas encuestas de salida y se empezaba ya a vislumbrar que Fox podía ser el ganador, una tía llegó a mi casa y dijo con genuina emoción estas mismas palabras: “Parece que Fox va ganando, miren se me pone la piel chinita”. Era un sentimiento visceral. Tan es así que 12 años después me acuerdo de esas breves palabras. Si el PRI era un monstruoso dinosaurio, este señor era el meteorito que habría de suponer su extinción. Se iniciaba una nueva edad geológica y yo iba a presenciarlo. Tenía la suerte de que mi vida sería favorecida por esta era de ilusión, de esperanza, transformación y regeneración que culminarían en una inaudita cima de progreso y felicidad común. Lo más maravilloso es que si este cambio había de tomar algo de tiempo, por mí no había prisa, las cosas se irían precipitando de tal modo que cuando tuviera que habitar yo este país como un adulto responsable, el cambio ya habría tenido lugar y el país avanzaría con vientos apacibles y favorables. Me imagino que sería algo así como la sensación que tiene el último soldado del batallón cuando llegado al frente de batalla se encuentra no ya con una encarnecida batalla, ni cadáveres postrados, sino con el merecido botín y una naturaleza que comienza sus transformaciones, y que en su interminable proceso vital se nutre de la materia muerta para que reverdezca la vida; todo sin haber trabado batalla o sufrido siquiera algún pequeño disgustillo.

Estos son algunos fragmentos del discurso de asunción de Vicente Fox; en aquel entonces nuestro caudillo redentor y el ahora, según Javier Lozano, “mercenario”, “hipócrita”, “cínico”, “mentiroso”, “megalómano”, “miserable”, “convenenciero”, “desleal” y “vulgar porrista”. Y cuando digo asunción lo digo en dos acepciones distintas, la de asumir y la de elevarse en espíritu; casi en divinidad. Una elevación que todos compartíamos.

“Amigas y amigos: ¡Hoy México tiene futuro!

Los mejores tiempos de México están por venir, pero no vendrán solos. Es tiempo de compromisos. Tiempo de comprometernos en la construcción de un México exitoso y triunfador. Un México de libertad y democracia; de honestidad y justicia; de educación y de valores.

“Aportaremos nuestra reserva estratégica. Que nadie se quede con nada; que nadie se guarde un esfuerzo, una idea, un compromiso, una palabra, un trabajo.

“Tengan la plena seguridad de que el Presidente de la República va a cumplir con su parte.

“Creo en mi país y únicamente su interés me compromete. Amo a mi querido México.

“El 2 de julio despertó una intensa emoción entre nosotros y fortaleció nuestro amor a México.

“Vivámoslo hoy y cada día a plenitud. No lo perdamos jamás”.

Bueno, 12 años después he llegado hasta el frente de la batalla y veo que se sigue luchando caóticamente y que en medio de la locura, algunos soldados se han volteado y ahora se atacan y se asesinan entre sus mismas filas. Y me pregunto qué ha pasado, no era con esto con lo que yo pensé que iba a toparme. ¿Dónde está el botín y dónde la primavera en flor que me habían sido prometidas? ¿O es que decidí creer que con eso me encontraría? ¿Y con todas las medallas y condecoraciones que le colgamos en el pecho, es que Fox no era el general que decía ser o es que fallamos todos juntos? ¿El 1 de julio esperamos  a otro Fox para reemprender la batalla?


Se acabaron las campañas.

¡Alabados sean los astros! Se acabó la batalla de las frases vacías, las sonrisas fingidas, los apretones de mano entre ruines y los abrazos asqueados y efímeros con humildes; los abrazos que convocan a las cámaras y que activan el obturador. Sentémonos a ver cómo en su interminable ciclo vital la basura electoral y los partidos vencidos son silenciosamente consumidos y transformados; cómo reencarnan y como mueren, siempre sin perder todos sus innobles atributos.

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