Francisco Porras Sánchez
27/11/2022 - 12:02 am
Verdad y democracia
“Los gobiernos de corte populista son particularmente buenos en las narrativas sobre los anhelos sociales”.
La verdad y la democracia están relacionadas. La democracia electoral requiere de la transparencia, veracidad y rectitud para funcionar adecuadamente; sin embargo, la democracia no es un sistema cuyo objetivo sea identificar (o co-construir) la verdad. La relación entre ambas tiene implicaciones importantes, sobre todo porque el problema de fondo es el de la relación entre el bien y el poder. ¿Hasta qué punto la verdad es un requisito indispensable, tanto substantivo como procedimental, para que la democracia alcance sus objetivos?
Para tratar este problema, Gerardo Alatorre y sus compañeros(as) autores, analizaron casos de acción comunitaria cooperativa, argumentando que para resolver problemas complejos es indispensable establecer y mantener procesos de acompañamiento
Un problema complejo nunca puede ser adecuadamente definido ni tratado en aislamiento, sino que son indispensables relaciones sociales de alta calidad que posibiliten reflexionar y co-construir soluciones. Para estos autores, lo único que puede aglutinar efectivamente a actores muy diversos es identificar anhelos comunes (es decir, objetivos que no sean meramente “técnicos”, sino que involucren intereses vitales de las personas). Estos anhelos deben incorporar (o al menos asegurarse de no excluir) los intereses de los demás participantes. Finalmente, los procesos comunitarios sustentables son resultado de la confianza interpersonal y en las instituciones.
De esta manera, Alatorre y coautores argumentan que los sistemas democráticos requieren de la verdad como requisito, pero también como condición para su funcionamiento. La única manera de asegurar que los múltiples interesados sepan cómo son respetados e incorporados sus respetivos intereses (que en el fondo son sus bienes y las posibilidades de conservarlos) es a través de la transparencia y la rendición de cuentas. La confianza entre políticos, y actores sociales y económicos solamente se pueden mantener en la medida en que se declaran verazmente las intenciones, se aceptan las reglas del juego democrático, y se conducen interacciones en las que hay concordancia entre lo que se dice y el mundo objetivo.
Los gobiernos de corte populista son particularmente buenos en las narrativas sobre los anhelos sociales. El combate a la pobreza, la exclusión social, la corrupción, la violencia, los bajos niveles de salud y el desempleo, entre otros problemas, se han convertido en los anhelos de movimientos sociales que desembocan en alternancias partidistas. Una vez en el gobierno, sin embargo, los intereses no son efectivamente identificados y protegidos en todas las ocasiones. No se toman en cuenta a los diversos sectores en los procesos decisorios, sino que se excluye a quien es considerado opositor al proyecto político oficial. Por último, el entorno del encono y polarización termina por minar la confianza en los políticos.
En las democracias, la verdad última es el respeto de la dignidad de las personas. Las democracias no pueden funcionar sin un compromiso a favor de los derechos humanos. La verdad en las democracias se llama derechos humanos.
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