Un estudio de la Universidad de California realizado en 2006 encontró que la industria de cine y televisión de California producía 8.4 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, y que el número total de la industria cinematográfica y televisiva de Estados Unidos era de 15 millones de toneladas.
Por Kyle Raymond Fitzpatrick; traducido por Laura Castro
Ciudad de México, 27 de octubre (Vice News).– Jurassic World: Fallen Kingdom no causó una gran impresión en la crítica, pero el éxito en taquilla de 300 millones de dólares representó un inmenso negocio. La preproducción comenzó en 2015 e incluyó un viaje del escritor de la película por todo Estados Unidos para concretar detalles de la historia, así como otro de cuatro semanas a Barcelona, donde el director, J.A. Bayona, y el diseñador de producción Andy Nicholson desarrollaron parte del diseño de escenarios y el encuadre de tomas. En 2016 comenzó la búsqueda de lugares para el rodaje (los encargados viajaron a Perú y Ecuador) y finalmente se construyeron sets enormes en un escenario sonoro en Inglaterra y Hawai. La creación de la película requirió que cientos de empleados de los departamentos como el de arte, vestuario, efectos de criaturas, efectos especiales, efectos visuales y edición volaran a varios lugares del mundo, sin mencionar a las personas involucradas en la producción de una gran cantidad de productos con licencia relacionados con la película. Todo esto generó una gran cantidad de carbono, y resultó en una gran cantidad de basura.
Cada película y programa de televisión depende de electricistas, carpinteros, diseñadores y todo tipo de trabajadores y artesanos especializados que trabajan en oficinas y talleres como apoyo de los actores, escritores, directores y camarógrafos. Aunque tendemos a no pensar en la industria del entretenimiento como una industria, con todas las consecuencias que eso conlleva, esta causa una cantidad significativa de daño ambiental. Según la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA por sus siglas en inglés), una sola hora de televisión producida en el Reino Unido, sea contenido de ficción o no, produce 13 toneladas métricas de dióxido de carbono. Eso es casi tanto CO2 como el que genera un estadounidense promedio en un año. Un estudio de la Universidad de California realizado en 2006 encontró que la industria de cine y televisión de California producía 8.4 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, y que el número total de la industria cinematográfica y televisiva de Estados Unidos era de 15 millones de toneladas.
Esto podría parecer tan solo un grano de arena en comparación con industrias más grandes y que generan mucho más carbono —una estimación reciente de las Naciones Unidas reveló que los viajes aéreos mundiales produjeron 900 millones de toneladas de CO2 en 2018—, pero los críticos dicen que la industria del cine y la televisión, que está llena de progresistas activos y preocupados por el cambio climático, está produciendo una cantidad inaceptable de basura que no concuerda con la percepción del negocio.
Además del impacto de las operaciones diarias, hay ejemplos más notables de cómo las producciones perjudican el medio ambiente: el equipo de Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales de 2017 presuntamente vertió desechos químicos mientras filmaba en Queensland, Australia, generando una contaminación potencial del agua local; Mad Max: Fury Road de 2015 dañó áreas sensibles en la costa atlántica africana durante su rodaje, poniendo en peligro a los reptiles y cactus locales; un contratista que trabajó en la producción de The Expendables 2 dañó un hábitat protegido para los murciélagos en 2011. Este no es un fenómeno nuevo: la filmación de The Beach en el 2000 llevó a la ruina de Maya Bay Beach en Tailandia; City Slickers II: The Legend of Curly’s Gold de 1994 dañó tierras del parque estatal Dead Horse Point en Utah; y para dar un ejemplo particularmente atroz de hace casi un siglo, la película de 1924 The Vanishing American llevó bisontes de las Grandes Llanuras a la Isla Catalina en California, pero luego no devolvió a esa especie no nativa a su hábitat original, por lo que hoy en día los bisontes continúan viviendo en la isla.
El trabajo de Emille O’Brien es detener este tipo de cosas. Es la fundadora de Earth Angel, un servicio de consultoría para el cine y la televisión dedicado a hacer que las producciones de Hollywood sean más ecológicas. Se le ocurrió la idea después de estudiar cine en la Universidad de Nueva York con la esperanza de convertirse en productora, pues se sorprendió por la cantidad de desperdicios que había en los sets: muchas botellas plásticas de agua, bandejas con comida intacta del catering que se van a la basura, y piezas completas de sets personalizados que van directo a contenedores de basura después de que finaliza una producción. “Podemos ser una industria muy progresiva en nuestro contenido”, dice O’Brien. “Pero no siempre llevamos a la práctica eso que predicamos. Quería investigar y entender por qué existe esta desconexión”.
“Una sola producción puede comprar millones de dólares, si no decenas de millones de dólares, en productos para un programa”, agrega O’Brien. Cada departamento (construcción, decoración de set, electricidad, cámara, limpieza y más) tiene que comprar equipo. Imagina una escena ambientada en una gala elaborada: es probable que una producción compre flores y cosas como manteles, papel tapiz, platos y otros artículos que aparecerán en pantalla, pero también artículos que no se verán en pantalla nunca como baterías, cintas, piroretardantes y precintos, sogas, alimentos y bebidas, ropa y calzado, artículos de oficina y electrónicos.
“Cada set viene con un impacto, una huella de carbono, una cadena de suministro, una gran cantidad de recursos humanos”, dice Zena Harris, fundadora de Green Spark Group, una empresa que consulta con las producciones para hacerlas más sostenibles. “Cuando Hollywood predique con el ejemplo, entonces podrá aleccionar al público, aleccionarlo sobre este tema. No puedes hablar de algo que tú no haces”.
La solución de O’Brien a todos los posibles desperdicios que conlleva una producción es establecer lo que ella llama un “departamento ecológico”, un grupo de personas en la producción de una película dedicado a mantener limpio el set. Ella quiere que los productores contraten a “Asistentes de producción ecológica”, que son entrenados por Earth Angel para trabajar a gran y pequeña escala en mitigar el impacto ambiental de una producción. Esto significa establecer estaciones de reciclaje, compostaje y basura, que separen y clasifiquen todo; gestionar las relaciones con las empresas locales de residuos y los lugares a los que una producción podría hacer donaciones, como bancos de alimentos que podrían llevarse los restos de comida; educara todo el personal sobre cómo reducir sus desechos individuales, lo que significa permanecer junto a los botes de basura para asegurarse de que los materiales reciclables y compostables terminen en los contenedores adecuados; y establecer programas que recompensen a los miembros del equipo que reduzcan al máximo su cantidad de desperdicios.
Sin embargo, a menudo, este gran desperdicio va mucho más allá de los sets y los miembros individuales de un equipo. Tomemos, por ejemplo, el amplio uso de la industria de la madera de Lauan, una madera contrachapada liviana que es fácil de mover, lo cual es importante porque los sets por lo regular son estructuras transitorias diseñadas para ser reubicadas. Esta madera a menudo se consigue en las selvas tropicales y es “una fuente masiva de deforestación”, señala O’Brien. El estudio de la Universidad de California de 2006 cita al actor y activista ambiental Ed Begley Jr., quien afirmó que un solo escenario sonoro puede ser responsable de destruir cuatro mil hectáreas de selva tropical. O’Brien cree que las producciones deberían acudir a proveedores certificados por el Consejo de Servicio Forestal, que usan la madera de bosques que se administran cuidadosamente. Pero encontrar un reemplazo para la madera de Lauan no es fácil y Emagispace, una compañía especializada en sets modulares y reutilizables, se ha encontrado con la oposición de los sindicatos de carpinteros, pues ellos quieren seguir usando madera, según O’Brien.
La Motion Picture Association of America ha enfatizado cómo los estudios, es decir, las oficinas y los campus, no las producciones cinematográficas que se llevan a cabo en una locación, están reduciendo sus desperdicios en todo el mundo. Empresas como Walt Disney Studios y Sony Pictures Entertainment han hecho esfuerzos ecológicos a lo largo de todo el año que van desde donaciones para la conservación hasta motivar a las producciones para que usen productos más sostenibles, como papel que no provenga de los árboles. Esto es magnífico, pero, como explicó Aaron Matthews, Jefe de Sostenibilidad de la Industria de BAFTA, no es suficiente para resolver el problema. “Los ejemplos de producciones con prácticas ecológicas cada vez son más, por supuesto, y la disminución de los desperdicios puede registrarse y demostrarse”, dice Matthews. “Pero no hay suficientes ejemplos para generar un impacto global”.
El problema es cómo hacer que la ecología sea una perspectiva atractiva para los productores individuales que por lo regular trabajan fuera de los estudios de los campus y lotes antes mencionados. Una respuesta es señalar que las prácticas ecológicas ahorran dinero: según la Guía de producción ecológica de Producers Guild of America, reemplazar las botellas de agua de plástico con tanques de agua recargables y vasos compostables le ahorraría a un equipo de 100 personas más de cinco mil dólares en 60 días de trabajo. Otra táctica que O’Brien imagina es presionar a los principales mercados cinematográficos como el de California y Nueva York para que otorguen créditos fiscales a las producciones ecológicas, algo similar a los créditos fiscales que estos estados ofrecen a las producciones para que filmen dentro del estado.
Otra idea es continuar aplaudiéndole a la industria cada vez que de un paso, por pequeño que sea, hacia la ecología: para aprovechar el amor de Hollywood por los premios, las organizaciones ecológicas podrían entregar estatuas o placas a las producciones sostenibles. O’Brien cree que poner la sostenibilidad en un pedestal de logros para que las personas luchen por alcanzarla puede tener un gran impacto. Lo que también podría ayudar es un momento como el del discurso de recibimiento del Oscar de Frances McDormand sobre “la cláusula de inclusión”, en el que la actriz enfatizó que las estrellas pueden incluir individualmente estipulaciones de diversidad en sus contratos. “Todos sabían qué era eso al día siguiente”, dice O’Brien. “Ese es nuestro sueño cuando se trata de sostenibilidad”.
El cambio también podría ocurrir si los espectadores lo demandaran, aunque O’Brien cree que eso es poco probable, ya que los costos de emisiones de carbono de las películas y los programas son invisibles para el consumidor promedio. “Ningún individuo elegirá mirar algo porque la producción se realizó de manera sostenible”, dice.
Como han demostrado los escándalos del #MeToo y las conversaciones recientes sobre la diversidad dentro y fuera de la pantalla, a pesar de toda la reputación que tiene Hollywood de ser una industria liberal, se sigue resistiendo al cambio, incluso cuando sus prácticas están causando daños demostrables. Por eso, aquellos que exigen que la industria haga una limpieza, literalmente, esperan que presionar a los productores y ejecutivos para que adopten la sostenibilidad sea todo un desafío. “Hollywood es una enorme fuerza cultural de cambio, pero también está muy estancada en sus métodos”, dice O’Brien. “Por lo general, se necesita una gran controversia para que esta industria cambie. Hollywood es, naturalmente, una… industria que explota mucho a las personas y los recursos. Tiene esa reputación por una razón”.