Que parezca un accidente

27/10/2018 - 12:00 am

“Que parezca un accidente”. No me gusta mucho el título, pero se trata del nuevo libro de Elma Correa, una narradora espectacular aunque este es su primer trabajo editado. Pienso: tantas veces escuché hablar de que era una buena escritora, que tomo el ejemplar con desconfianza, con cierto escepticismo. Son muchas las veces que la gente te habla de aquel genio que no conoces, de aquel nuevo escritor que cambiará la historia de la literatura mexicana, de que entrevistaste a este, pero no sabes quién es el que está atrás… La literatura se hace palabra vana a veces, vocablos que van y vienen…este silencio, clamas.

Voy al hotel, con mi librito bajo el brazo, ya había leído algún que otro cuento de Elma, alguna que otra crónica, la he entrevistado por su trabajo con el Festival Tiempo de Literatura, en Mexicali, pero es dura, reacia a los medios. Una vez le hice una entrevista, la publiqué y tuve 400 correos de ella diciéndome que sacara esto, que sacara aquello, la nota quedó escuálida, casi imbécil y yo diciéndome: nunca la volveré a entrevistar.

Elma correa. Su gata la odia. Escribe relatos. Foto: Facebook

Sin embargo, en el trato personal es simpática y entradora. Una delicia y por supuesto que la volveré a entrevistar, pero no es de esto de lo que quiero hablar ahora, sino de Que parezca un accidente, un libro editado por NitroPress (con la ayuda de la UANL), que dirige Mauricio Bares y que este año ha publicado 14 títulos, casi todos ellos –creo- de mujeres que escriben: Elma Correa, Sylvia Aguilar Zeleny, Gabriela Cabezón Cámara…

Este libro, de 109 páginas, es genial. Tiene una frescura literaria, poca influencia o al menos una influencia que no logro definir (ella, por supuesto, es fan de Roberto Bolaño y se recibió de maestra en estudios socioculturales con una tesis hablando de la violencia en 2666. Dijo: “Creo que lo interesante de mi tesis es que generé una metodología propia para analizar la novela combinando la narratología, el análisis de la cultura de Edward Said y las representaciones sociales”. Bueno, lo dijo aquella vez y es probable que luego me llame y me diga que saque esa declaración), una temática que va más allá de la transgresión, de las drogas y de esa cosa a lo Irvine Welsh de que nada importa, solo la literatura diciendo que nada importa (por supuesto, buena en Welsh, pero patética en todos lo que lo imitan), unos principios que te atan al relato hasta el final y unos finales que te tiran con fuerza hasta la pared, donde tienes que volver al relato para ver si entendiste o te quiso decir otra cosa.

Ahí está el libro de Elma Correa. Foto: Facebook

Cada cuento está manejado con una sutileza rigurosa. Pienso en Correa, en todo lo que habrá corregido estas palabras, en cada frase que no la hizo dormir, hasta que decidió dar el trabajo para su edición (y no quisiera estar en la persona de Mauricio), con una paciencia y una ansiedad propias de este libro.

Publicamos mucho, demasiado. No medimos cuándo se está bien para dar a conocer nuestros escritos y no nos damos tiempo para que el texto madure, de la vuelta al sol y a la luna, deje lo sustancioso, lo que hay que leer entre tantas palabras.

Un relato como si lo hubiera escrito Haruki Murakami, un relato parecido a E. T. A. Hoffmann, obras de teatro que se parecen a Zoo Suit, escuchas y escuchas eso en los festivales, en los encuentros literarios, hasta que por ahí, algo oyes distinto, diferente y la literatura vuelve a tener un sentido.

Elma Correa es narradora. Su gata la odia. Este es su primer libro de relatos: es toda la biografía. “Kamikaze”, “Buena caza, hermano scout”, “Plantas carnívoras”, “La intimidad de las abejas”, “Simón dice”, “Tres veces”, “Wild in the country”, “Seños Bigotes”, “Nos reiremos cuando acabe”, “Historia de cigotos”, “Diez arribistas”, “Risa” y “El corrido de Chito Cano” son sus cuentos.

“Hicieron la pregunta y cada quien puso dos dedos en el puntero de la ouija. Eran Rita, su prima Lola y Genoveva, la vecina, niñera de Rita. Se habían hecho peinados de colmena con enormes crepés en la coronilla utilizando esponjas, extensiones y postizos y llevaban unas líneas negras muy gruesas sobre los párpados, extendidas en la comisura del ojo a lo Cleopatra. Una Cleopatra miope y artrítica o una que se hubiera maquillado después de la mordida del áspid”: El principio de “La intimidad de las abejas”.

No sé si podré poner una foto de Elma o dar más datos de ella. Tarda en publicar y su postura frente a la literatura es responsable y obsesiva. Me guardaré este libro para mí y lo leeré cada vez que descrea de las palabras que se repiten. Y no será un accidente.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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