Por Mónica Maristain / dpa
Ciudad de México.- “Mi padre era el Pedro Infante de la poesía, así se consideraba él y coincido. Bromeábamos muchos acerca de su fama”, dice Julio Sabines, el hijo mayor del poeta mexicano Jaime Sabines (1926-1999), de quien se reedita la obra completa, revisada por sus herederos.
Al autor de “Adán y Eva”, “Tarumba/Diario Semanario” y “Yuria”, entre otros poemas y prosas poéticas que integran una vasta y muy difundida obra, poco le importaba conseguir el visto bueno de los académicos. Para Jaime Sabines, lo importante era llegar a la gente. Sus recitales poéticos se convertían en actos multitudinarios.
“Mi padre era un hombre juguetón y bromista, también era severo con sus hijos. En los últimos años diría que fue un hombre en disputa por el ser y el deber ser. Por un lado, la responsabilidad de ser el jefe de familia, un buen padre, y por el otro las inquietudes típicas del artista, con las que él luchaba”, afirma su primogétino, historiador y el mayor de cuatro hermanos, en entrevista.
“Trataba de mantener en equilibrio los dos aspectos. Muchas veces ganaba el lado oscuro y otras el blanco, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que fue un buen padre, un buen esposo, en definitiva un buen hombre”, afirma Julio, quien en varios tramos de la entrevista se emocionó al hablar del que es considerado, junto con Octavio Paz, uno de los mejores poetas mexicanos del siglo XX.
Sabines escribía a mano, en carpetas de tapa dura, generalmente por la tarde, después de comer y antes de irse al trabajo.
Tuvo varios negocios familiares, entre ellos una fábrica de comidas para animales y una mueblería que hacía “objetos burdos” de los cuales todavía conservan algunos. “Nunca vivió de becas ni de subsidios, para poder escribir, según decía, lo que viniera en gana”.
“Tiene varios textos en donde se burla de la academia y para él lo único real era poder transmitir sus ideas, sus descubrimientos, a la gente de a pie y creo que lo consiguió. No hablaba mucho de su obra, era una persona muy poco egocéntrica, que hasta último momento recibía a los estudiantes que venían a casa a consultarle algún tema literario”.
En la visión de Julio Sabines, su padre “no se sentía un poeta famoso, y cuando lo reconocían en la calle o en algún restaurante, se henchía de orgullo”.
La reedición de la obra completa del poeta mexicano, amigo de Paz y de Juan José Arreola, obedece a la necesidad de “limpiar” los poemas de muchas erratas que se fueron acumulando con el paso del tiempo.
Los volúmenes “Horal/La Señal”, “Adán y Eva”, “Tarumba/Diario semanario y poemas en prosa”, “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, “Maltiempo, otros poemas sueltos” y “Yuria/Poemas sueltos”, fueron cotejados por los hijos con los manuscritos de su padre, siempre con el visto bueno de la heredera universal de su obra, su esposa Chepita.
“Durante la edición de sus obras, el mismo poeta ya encontró erratas, faltas de acento, alguna que otra palabra equivocada, pero no le molestaron porque no trastocaban el sentido esencial de lo que quería decir. Sin embargo, con el tiempo, como si fuera un teléfono descompuesto, las erratas se fueron acumulando y comenzaron a circular poemas muy distintos de los originales”, explica Julio Sabines.
Su hijo mayor cuenta que hay todavía mucha obra inédita por revisar y que seguramente derivará en un nuevo libro, pero llevará un tiempo hasta que los herederos se pongan a la tarea.
“Todavía nos da mucha emoción ponernos en contacto con esos materiales. Realmente lo amábamos mucho”, señala.
“Lo que hizo Jaime Sabines fue hablar de sí mismo, asumirse como uno más entre todos, para de esa manera poder comunicarse con otras personas. Y en ese sentido, es un poeta que todavía tiene mucho que decirle a las nuevas generaciones”.