Gustavo de Hoyos Walther
27/09/2022 - 12:03 am
Plebiscito y demagogia
“El orden constitucional es una garantía contra las decisiones arbitrarias de una persona o un grupo reducido de personas. Sobre todo cuando se trata de cederle terreno al poder de los militares”.
El pensador francés, Ernest Renan, definió a la democracia como un plebiscito cotidiano. Se refería a que mientras los ciudadanos no objetaran la continuación de un determinado Gobierno, éste tendría la legitimidad para seguir encabezando un régimen político.
Nadie en su sano juicio interpretaría la idea de Renan en el sentido de que determinadas decisiones deberían someterse a una consulta directa al pueblo pasando por encima de disposiciones constitucionales.
A pesar de esto, el Presidente de la República ha presentado una propuesta en su conferencia matutina para que el Ejército continúe realizando labores policíacas más allá de la fecha límite establecida por todas las fuerzas políticas del Congreso de la Unión en 2019.
López Obrador propone esto como reacción a la derrota sufrida recientemente en el poder legislativo cuando su propuesta militarista no alcanzó la mayoría necesaria para ser aprobada.
La victoria de las fuerzas opositoras fue indudablemente un triunfo de la visión civilista de la seguridad pública sobre la visión militarista del oficialismo obradorista. Hay en este resultado una afortunada coincidencia entre una decisión del poder legislativo y la política que mejor coincide con el interés mayor de la República. Habría que celebrarlo, pues no siempre es el caso.
Sin embargo, ahora el jefe del ejecutivo amenaza con llevar el asunto más allá de la decisión legislativa fundada en un orden constitucional hacia algo que se parece a una democracia plebiscitaria fundada en una interpretación mayoritaria de la política.
Esto entraña un grave riesgo para la democracia liberal mexicana y, por lo tanto, para el bienestar de los mexicanos. Esto así porque el orden constitucional es una garantía contra las decisiones arbitrarias de una persona o un grupo reducido de personas. Sobre todo cuando se trata de cederle terreno al poder de los militares.
La propuesta del presidente es demagógica y autoritaria a la vez. Es demagógica porque es una simulación que busca engañar a una parte relevante de la ciudadanía haciéndole creer que ella toma decisiones cuando en realidad éstas han sido previamente acordadas por el líder. También es autoritaria porque es un intento de trastocar el orden constitucional que impone límites al poder.
Los padres fundadores de la Constitución pensaron que era importante hacer difícil que se reformara la Constitución. Si bien es cierto que en México la Constitución se ha reformado en muchas más ocasiones que la de Estados Unidos, tambien es verdad que nuestro sistema de enmiendas constitucionales no es muy diferente a la estadounidense, en el sentido que implica no sólo mayorías calificadas en el Congreso, sino también en el número de congresos estatales que necesitan otorgar su consentimiento para que se realicen cambios a la Constitución. Esto es así porque se piensa que existen graves riesgos en reformar la Constitución continuamente. La verdad sea dicha, hay una correlación entre naciones con Estados fallidos y la falta de Constituciones estables. Debemos, entonces, vigilar con mucho cuidado que el régimen obradorista, poseído por un frenesí reformista, quiera enmendar la Constitución a capricho.
Igualmente grave es que el poder ejecutivo pretenda intervenir en una decisión que sólo compete tomar a los representantes de la ciudadanía en el Congreso de la Unión. La tentativa del Presidente por ofrecer un plebiscito como alternativa a la negociación legislativa es un grave atentado al principio fundamental de la división de poderes.
Muchos ya habíamos advertido acerca del peligro que supone que la democracia de mano alzada erosione el andamiaje institucional de la democracia representativa. El plebiscito que propone el Presidente está vez es uno que, de hecho, se haría por fuera del marco legal y no sería organizado por el INE. En efecto, de acuerdo al artículo 35, fracción VIII, numeral 3 de la Constitución, está prohibido realizar consultas sobre “la seguridad nacional y la organización, funcionamiento y disciplina de la Fuerza Armada permanente”.
López Obrador lo sabe y no obstante propone realizar una simulación con la que intenta debilitar la legitimidad del poder legislativo.
En el corto plazo, la ciudadanía organizada deberá denunciar este ejercicio autoritario del poder presidencial. En el mediano y largo plazo, debemos prepararnos para que un nuevo gobierno reemplace al actual por medio de elecciones que sí deberán ocurrir de acuerdo a lo establecido en nuestro orden constitucional. Nada más y nada menos que el futuro de nuestro orden republicano está en juego.
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