Que se queden con su matrimonio, legalicemos la unión libre

27/09/2016 - 12:00 am
La discriminación empieza desde el seno de la familia y sus consecuencias para la sociedad mexicana son devastadoras. Foto: Fernando Carrazca García, Archivo Cuartoscuro.
Sepultemos el matrimonio y que resurja sobre sus tumbas el árbol de la unión libre. Foto: Fernando Carrazca García, Archivo Cuartoscuro.

Antonio Plaza, a finales de 1800, dijo: “el matrimonio, lazo que tiende el demonio y convierte en soga el cura”.

La disputa por el matrimonio igualitario llega a la necesidad de hacer una profunda reflexión sobre lo que significa la vida en pareja. Respeto la exigencia de personas del mismo sexo, que desean que su unión sea llamada matrimonio, pero esta demanda no es terminológica sino un reclamo social de quienes viven en pareja y que deciden compartir el futuro inmediato, formando una familia e independientemente de su inclinación sexual, pero que son discriminadas si no celebran el contrato civil llamado matrimonio.

El monopolio de decidir qué es una familia pasó de las manos de la Iglesia a las del Estado; ahora es tiempo de arrancárselo y que sólo dependa de la voluntad de las personas construir una pareja y una familia, con todas las consecuencias jurídicas, de seguridad social, patrimoniales y financieras, que implica.

Por eso, propongo que dejemos el matrimonio religioso para los que quieran mentir ante el altar jurándose amor eterno, el civil para los que les guste pagar en los divorcios, y la unión libre legítima para quienes quieran vivir en pareja y formar una familia libre, independientemente de las preferencias sexuales.

Sepultemos el matrimonio y que resurja sobre sus tumbas el árbol de la unión libre.

Tengo para mí la convicción de que el origen del matrimonio tiene en un objetivo meramente pecuniario: garantizar la permanencia de la riqueza acumulada en un grupo de personas relacionadas por lazos genéticos. Por eso se reservaba para la aristocracia y era un acto sacramental que sólo podían impartir los obispos. No tenía caso para la Iglesia andar uniendo a la chusma sin riqueza que conservar.

Durante los dos periodos más críticos de la Iglesia, el Cisma y la Reforma, se utilizaron los sacramentos para atar a los fieles a Roma y así controlar los actos del Estado civil: la personalidad mediante el bautismo, la pareja con el matrimonio y la muerte con los camposantos.

En 1860 se le arrancaron estos derechos, aunque la resistencia no fue menor. Toda esta revuelta conservadora en contra de las uniones igualitarias no tiene otro objetivo más que recuperar algo del poder de la Iglesia, y están utilizando y explotando los prejuicios que se han mantenido siempre ocultos en los closets.

Hoy, con el pretexto de combatir la propuesta de un presidente, quieren volver a constituirse en una fuerza social y política que pueda imponer sus intereses económicos y de clase en este país; pero es el momento de dar un paso adelante y volver a dejarlos atrás, hay que hacer lo que hizo Benito Juárez al convertir en civil el matrimonio oficial y dejó que los católicos mantuvieran sus actos solemnes y sacramentales para su creyentes.

Lo que la sociedad necesita, independientemente de las inclinaciones sexuales de las personas, es la igualdad para quienes han decidido unir su vida y planear un futuro común, que la protección jurídica más amplia se aplique a ellos con la equivalencia de las derivadas del matrimonio.

Debería bastar para que se considerara la unión libre equiparable al matrimonio que dos personas vivieran como pareja seis meses en un mismo domicilio, o tuvieran descendencia, que manifestaran su voluntad bajo protesta de ley ante cualquier autoridad competente para que conste en un documento público esa decisión, y aquel que lo hiciera sin haber disuelto la relación anterior sería un bígamo, con derecho a cama individual en cualquier penal del país.

Como lo fundamental es la voluntad de la pareja, así también se disolverían por la simple y sencilla manifestación de una o ambas partes de dar por terminada la unión libre, pero subsistiendo las responsabilidades adquiridas.

Dejémosles a quienes sueñan en el pasado y quieren volver a la edad media, su palabra matrimonio, y declaremos legalmente que la unión libre tiene igual valor, para que tengan los mismos derechos los niños nacidos en unión libre que los nacidos en matrimonio, la pareja que vive en unión libre que la que vive en matrimonio, la Seguridad Social de la pareja en unión libre que la pareja en matrimonio, que sean los mismos los derechos hereditarios de las parejas en unión libre que las parejas en matrimonio.

Y que cada quien escoja la solemnidad que quiera para revestir su decisión de vivir juntos en el futuro inmediato y formar una familia, sea cual sea.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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