La marcha en el DF por el primer año de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa rebasa expectativas: fue multitudinaria.
Ciudad de México, 27 de septiembre (SinEmbargo).– Fue una movilización larga en tiempo y también, como no se había hace mucho en la capital del país, multitudinaria.
Desde las 10:00 horas, en diversos puntos de la avenida Paseo de la Reforma comenzaron a fluir los indignados. La marcha, oficialmente, arrancó a las 12 horas, encabezada por los padres de los estudiantes muertos y desaparecidos en Iguala, Guerrero, hace un año, y en sus primeras tres horas –de las más de cinco de su duración– copó Paseo de la Reforma por varios kilómetros: de la Estela de Luz hasta el primer cuadro del Centro Histórico.
Fue también una “marcha por la dignidad”, como la bautizaron los padres de los 43 normalistas desaparecidos. La protesta contra la falta de acciones del Gobierno federal en el caso Iguala se extendió, además, no sólo por los alumnos de Ayotzinapa, sino por las miles de personas víctimas de desaparición forzada en todo el país.
Durante todo el trayecto los padres y los ciudadanos indignados reclamaron al Presidente Enrique Peña Nieto por la violencia en México. Los gritos “¡Fuera Peña, fuera Peña!”, se repitieron miles de veces.
Fue también una movilización que volvió a unir a los estudiantes de las universidades públicas y privadas de la Ciudad de México, lo que hizo recordar las jornadas de protesta de 2012 contra el entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia. Ahí estuvieron los alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) junto con los de la Universidad Iberoamericana; los del Instituto Politécnico Nacional (IPN) con los del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE); los de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) con los del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), entre muchas otras instituciones.
Ya en el Zócalo, uno de los padres de los 43 habría de sintetizar el enojo, la frustración y la tristeza que sienten sus familias, pero también millones de mexicanos: “Hace un año a estas horas nuestros hijos vivían, no sabían lo que el Estado les iba a hacer”, dijo.
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