Este texto forma parte de la revista no. 135 de Artes de México, “Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Juan José Arreola”.
Por Alberto Manguel
Traducción de Juan Tovar Elías
Ciudad de México, 27 de agosto (SinEmbargo).- La biblioteca ideal está hecha para un lector en particular. Todo lector debe sentir que él o ella es el elegido.
En 1250, Richard de Fournival comparó la biblioteca ideal a un hortus conclusus, un jardín cerrado.
La biblioteca ideal contiene, sobre todo, pero no únicamente, libros. También colecciona mapas, cuadros, objetos, música, voces, películas y fotografías. La biblioteca ideal es un lugar de lectura en el sentido más amplio del término.
Ningún estante en la biblioteca ideal está más alto o más bajo que el alcance del brazo del lector. La biblioteca ideal no requiere de acrobacias.
En la biblioteca ideal nunca hace demasiado frío ni demasiado calor.
En la biblioteca ideal se puede garabatear libros.
La biblioteca ideal es, a la vez, popular y secreta. Alberga todos los clásicos conocidos y todos los clásicos que sólo conocen unos cuantos lectores. En la biblioteca ideal, la Comedia de Dante está al lado de Deadlines de Phil Cousineau; los Ensayos de Montaigne junto a Montaigne de Eduardo Lourenço; Madame Bovary de Flaubert junto a La novia de Odessa de Edgardo Cozarinsky; Los hermanos Karamazov de Dostoievsky junto a Dostoievsky lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar de László Földényi.
En la biblioteca ideal no hay libros prohibidos ni recomendados.
Cada página de la biblioteca ideal es la primera. Ninguna es la última.
Como las cajas en el cerebro de Paul Valéry, la biblioteca ideal tiene secciones llamadas: “Para estudiar en mejor ocasión”, “Para nunca pensar en ello”, “Inútil adentrarse más”, “Contenido sin examinar”, “Asuntos sin sentido”, “Tesoro confirmado que sólo puede examinarse en una segunda vida”, “Urgente”, “Peligroso”, “Delicado”, “Imposible”, “Abandonado”, “Reservado”, “¡Que otros se encarguen!”, “Mi punto fuerte”, “Difícil”, etcétera.
La biblioteca ideal desbarata la maldición de Babel.
Los antiguos osarios tenían una inscripción: “Como te ves, yo me vi; como me ves te verás”. Se puede decir más o menos lo mismo de los libros de la biblioteca ideal y de sus lectores.
La biblioteca ideal no es un osario.