Héctor Celis habló con SinEmbargo sobre Mar es la Tierra, su primera novela donde los diversos poderes, tanto sociales como naturales, emergen y se manifiestan para controlar los restos de lo que queda de la humanidad.
Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).– Un mundo inundado en aguas negras y con sed, donde el canibalismo es solo uno de los usos que se le da a la carne humana como moneda de cambio, y en el que el amor, la sensación de pertenencia, el arte e incluso la literatura misma, buscan imponerse a la barbarie humana.
El escenario que crea Héctor Celis en el Mar es la Tierra (Alfaragua), advierte él mismo, más que una utopia es “una variación del presente” pues señaló en entrevista que “todas las cuestiones que aparecen no son ajenas al presente, simplemente son metaforizaciones de lo que está ocurriendo llevadas al paroxismo”.
“La cuestión de la carne como una moneda de cambio, la carne humana y la carne animal, tiene que ver con una sociedad de hiperconsumo, sujeta a las leyes del trabajo, a tal punto que los cuerpos se consumen”, expuso. “La marea negra que es otra de las cuestiones que que permea el universo ficcional que construí tampoco es ajeno a nuestra realidad, sabemos bien que con el cambio climático y con el derretimiento de los polos, bueno, los mares van a empezar a inundar y a provocar fenómenos naturales catastróficos”.
El mar, explica, es negro por varias razones, “primero porque está lleno de contaminantes e inmundicias, pero también es un mar que en la novela emergen espectros de esclavos negros de barcas que en algún momento se hunden y emergen como espectros, entonces la marea negra tiene varios componentes y todos estos, tienen que ver con la realidad que nosotros habitamos a nivel histórico, digamos que no es un universo paralelo, es una variación”.
Este mundo es recorrido por un hombre que vaga por los desiertos con una parva de cuervos y un puñado de niños buscando un oasis; por dos mujeres que hacen un pacto para tejerse juntas una hamaca y morirse una junto a la otra; un niño que espera con su familia el advenimiento de la marea negra; un artista que vende sus ideas artísticas a cambio de comida y techo en un hotel abandonado; y voces, muchas voces que complementan el mosaico narrativo en esta ópera prima.
“En cada una de las distintas secciones los personajes se ven arrastrados por la marea, pero todos los personajes mantienen al final una idea que lo sostiene o algo que lo sostiene de acuerdo a su integridad vital, en el caso del artista es llevar cada vez más a límites sus ideas para plantear una crítica, en el caso del niño en el jardín al final prefiere quedarse en un árbol y desde ahí asirse a una pertenencia, a un lugar a un lugar; las mujeres en la hamaca deciden su muerte a través de lo que tejen”.
Pero estos personajes no son los únicos en esta variación de la realidad, sino que hay otros que viven en las nubes “con el privilegio de no saber de dónde proviene ni la carne que comen, ni el agua que toman”. El agua, por ejemplo, proviene de minas y, la carne de mataderos en donde procesan los despojos de la vida.
“Es como si esta realidad material para ellos fuera solamente digamos, por ponerlo en términos del presente, como la propaganda del producto, es decir, la mercadotecnia alrededor de este producto que no sabemos de dónde proviene lo que nosotros consumimos, entonces la carne y el agua son como símbolos elementales de dinámicas que operan dentro del sistema que nosotros habitamos en Occidente globalizado”, compartió Celis.
Para el autor, su novela busca cuestionar la idea de lo humano “a partir de toda una herencia de la modernidad en donde el centro de definición de lo que está vivo, de lo que está muerto, de lo que vive, de lo que muere, de la naturaleza y, la historia”.
“Ese es un cuestionamiento que la novela plantea, que el ser humano moderno al centro está en crisis y es inoperante para lidiar con estas catástrofes ecológicas y de violencia porque a lo que nos está llevando este proyecto moderno, digamos línea histórica progresiva hacia quién sabe dónde, es precisamente esta línea como de fin, hay algo que está colapsando y hay otras maneras también de cómo pensar lo humano en relación a lo animal, a lo vegetal, o incluso a la tierra como nosotros lo concebimos como planeta”, apuntó.
Héctor Celis refirió que la tierra, en esta novela, y el mar, son instancias vivas: “la marea, es un personaje más que está vivo, es vital, no es un Dios, pero sí es es algo que está vivo que tiene una una vitalidad compuesta por lo espectral, compuesta también por los los animales que habitan esa marea, es decir, hay algo como un flujo que está avanzando y la misma novela, el lenguaje busca emular en todos los distintas instancias estilísticas que la novela maneja”.
—¿Tus personajes son sobrevivientes o solo esperan la muerte?
—Yo pienso que, dependiendo del personaje, hay quien decide cuál va a ser su muerte, que a final de cuentas todos vamos a morir, pero hay personajes que deciden, moldean, por lo menos dirigen su muerte, quienes le dan un sentido, hay otros personajes que no se resignan a eso.
—¿Qué muestra Mar es la Tierra del ser humano?
—Lo que yo trato de imaginar es que en este punto de emergencia en donde la vida y la muerte están en un hilo, pienso que todos los personajes en su tejido vital empiezan a crear relaciones inesperadas con lo animal, con lo vegetal, con la noción de vida, con la marea misma, y su idea de ser, del centro del alma, estás como concepciones digamos cerradas, en el punto de emergencias, esto se empieza a abrir y me parece que eso algo que la novela por lo menos lanza esas preguntas como monedas a un lago y lanzan ondas, preguntas que quizás en el límite, esa sea como la exploración que sigue, esas ramificaciones ante la violencia extrema y problemas catastróficos de ecología.