La búsqueda de dos niños en España da un giro dramático y pone a la policía científica en entredicho

27/08/2012 - 1:04 pm

Por Sara Barderas

Madrid/Córdoba, 27 ago (dpa) – Durante casi 11 meses, la policía no paró de buscar a Ruth y José, dos hermanos de seis y dos años que desaparecieron en Córdoba, en el sur de España. Hoy se supo que toda esa búsqueda que ha mantenido en vilo al país ha sido en vano. Todo apunta a que están muertos desde que desaparecieron, según un informe forense que deja en entredicho la labor de la policía científica y el tiempo y el esfuerzo dedicados a la búsqueda de los niños.

Por un error que fuentes de la institución califican como “garrafal”, la policía científica no se dio cuenta de que había tenido en sus manos prácticamente desde el principio la solución a uno de los casos que más atención ha suscitado en la opinión pública española en los últimos años.

Ruth y José desaparecieron el 8 de octubre de 2011. La policía sospechó desde entonces que su padre, José Bretón, era el responsable, en un acto de venganza hacia la madre, Ruth Ortiz, que le acababa de pedir el divorcio.

Los niños estaban con él cuando desparecieron y él aseguró que los perdió en un parque. Bretón fue detenido pocos días después del suceso y se encuentra desde entonces en prisión preventiva como único sospechoso del secuestro de sus hijos.

Pero él, un ex militar al que los psiquiatras han atribuido un coeficiente intelectual superior a la media y al que califican de manipulador, nunca ha confesado. Y las fuerzas de seguridad no habían logrado pruebas que demostraran su culpabilidad ni que desvelaran el paredero de los niños.

Pocos días después de la desaparición de Ruth y José, las fuerzas de seguridad encontraron restos óseos entre las cenizas de una hoguera reciente en “Las Quemadillas”, una finca de la familia del padre en las afueras de Córdoba. La policía científica dictaminó que no eran de los niños, sino de roedores. Y las investigaciones siguieron entonces otras líneas. Incluso se llegó a especular con que Bretón hubiera dejado a los pequeños a cargo de un compinche.

El informe de la policía científica parecía claro y contundente. Pero la madre de los pequeños no se quedó satisfecha con él y, con el permiso del juez y pagando con su propio dinero, envió los restos a un reputado forense y antropólogo, Francisco Etxeberria.

A él acudió el ahora ex juez Baltasar Garzón cuando investigaba las despariciones del franquismo y Etxeberria participó en numerosas exhumaciones de fosas de la Guerra Civil española. El forense tomó también parte en la exhumación de los restos del presidente chileno Salvador Allende, entre otros casos importantes.

En el de Ruth y José, el resultado de su informe es demoledor: los restos de la hoguera no eran de roedores, sino de al menos dos niños. Fijó incluso las edades: dos y seis años, las mismas de José y Ruth cuando desaparecieron. “Fueron víctimas de una muerte violenta de tipo homicida desde el punto de vista médico legal”, dijo hoy a la edición online del diario “El País”.

Bretón, presuntamente, se habría ayudado de una placa metálica para convertir su hoguera en una especie de horno crematorio en el que se llegaron a alcanzar los 800 grados, lo que destruye cualquier resto de ADN e impedirá saber si los niños murieron antes de ser echados al fuego o no. “La persona que la encendió sabía lo que estaba haciendo”, dijo Etxeberria a “El País”.

El ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, confirmó hoy que existe otro informe forense que apoya el de Etxeberria. Lo encargó la propia policía a un experto en antropología dental que ha trabajado en los yacimientos de Atapuerca al saber de los resultados del forense contratado por la madre de Ruth y José.

¿Cómo pudo entonces la policía científica dictaminar que los restos de la hoguera eran de roedores y no de los niños?

“Estaríamos hablando de un error científico”, admitió el ministro del Interior en una rueda de prensa convocada después de que hoy se filtrara a la prensa el informe de Etxeberria. “Aplicaría la máxima de que el mejor escribano comete un borrón”, dijo Fernández Díaz.

Pero Etxeberria asegura que “a simple vista” se podía comprobar que los restos no eran de animales. Él tuvo en sus manos “cerca de dos centenares de trozos de huesos, algunos del tamaño de una uña” y “nueve dientes”.

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