Artes de México

El azar y sus creaciones en El arte de la suerte

27/06/2020 - 9:55 pm

La suerte, nos dice Alberto Ruy, muestra, a través del tiempo, sus transformaciones sensibles y las manifestaciones artísticas que han existido de ella. “El azar era un elemento de juego, de posibilidades combinatorias, de formas geométricas que se pueden alternar casualmente; formaba parte de un lenguaje y de unas matemáticas secretas. Ahora los pintores tienden cada vez más a enfatizar en el azar su rasgo de destino”.

Ciudad de México, 28 de junio (SinEmbargo).- Exorcizar el número trece de la revista Artes de México, como dice Alberto Ruy en esta edición, implica adentrarnos al azar de la numeración y sus significados. Los números no sólo tienen una cara y, en todo caso, no siguen el orden de las cosas. El trece en la historia, de manera automática, es relacionado a la mala suerte; es el número que no existe entre los pisos de los hoteles y la cifra que puede causar vértigo cuando es un viernes o martes. Sacar al número trece del trece a través de este azar de significados . Por ejemplo, para los mayas representa las tres fases lunares; en el Tarot implica la muerte, pero también el nacimiento de algo nuevo: la muerte no como un concepto negativo, sino de renacimiento, de constante creación que ocurre sin aviso. Desde este punto parto para hablar de la suerte que no inicia con una tirada de dados, puesto que siempre está en estado latente. Este azar continuo depende de cómo es mirado y desde qué ángulo. Por lo mismo es esencial remitirnos a distintos artistas, escritores, pintores y filósofos que hablen del tema para dar lugar a esta reseña de El arte de la suerte.

La suerte, nos dice Alberto Ruy, muestra, a través del tiempo, sus transformaciones sensibles y las manifestaciones artísticas que han existido de ella. “El azar era un elemento de juego, de posibilidades combinatorias, de formas geométricas que se pueden alternar casualmente; formaba parte de un lenguaje y de unas matemáticas secretas. Ahora los pintores tienden cada vez más a enfatizar en el azar su rasgo de destino”. ¿Y cómo actúa esta magia de cartas volteadas boca abajo en el destino? La suerte ha existido desde antes de la humanidad: desde la simple creación de los océanos por una lluvia de años; la evolución de animales, que vemos hoy con sus ausencias y adaptaciones; con el sonido de los planetas, que dan una sinfonía espacial; con el hecho de despertar y coincidir con alguien conocido. Y, de manera más aterrizada y cercana al juego: los naipes que llegaron al menos a México desde la Conquista para acercar a las personas. Las cartas, en Nueva España, eran más bien un pedazo de cuero de algún tambor donde se pintaban los distintos palos, números y caras. Todo esto a través de la necesidad de un entretenimiento, tanto para convivir, como para distraer el sueño.

De pedazos de cuero pasó la lotería a un constante ambiente de riñas y apuestas. Foto: Artes de México
La suerte, nos dice Alberto Ruy, muestra, a través del tiempo, sus transformaciones sensibles. Foto: Artes de México

Como nos narra Artemio de Valle Arizpe en “Breve historia de la lotería en México”, de pedazos de cuero pasó el juego a un constante ambiente de riñas y apuestas. Fue hasta 1770 que en México, con la idea de integrar a las clases bajas ―y sumergirlas dentro del vicio y muchas falsas esperanzas― se creó la lotería. La suerte iniciaba desde la selección del billete, el acto de decidir qué números podrían ser los afortunados entre los tantos que existen, para ganar la llamativa suma de pesos. Como nota curiosa, el día en que se dio el primer sorteo fue un día trece, no el siete. En cuanto la lotería se vio consumida por las falsificaciones y malos usos en general, se entregó a la Academia de San Carlos para que hicieran del azar un arte y, fortuitamente, por lo llamativo del material, la lotería volvió a tener la fama del pueblo. Pareciera que el arte siempre debe acompañar a la suerte. Por supuesto que esto no duró mucho tiempo: los billetes, el sorteo y la gente que era parte del negocio y parte de los compradores siempre estuvieron al azar del próximo gobierno: algunos prohibieron todo tipo de lotería que no acrecentara las entradas del mismo, eliminando el apoyo en casas de beneficencia; otros dieron pauta a que no existiera una única lotería. Entre malas y buenas famas, la lotería ha permanecido como esa moneda que cambia de cara a cruz.

En alguna caída de esa moneda, Carlos Monsiváis retrata la lotería en la sala familiar, con un carácter más íntimo. Lo que ocurre en el texto de Monsiváis, como en la mayoría de sus escritos, cae en la sátira. Un tío llega a esta familia con una lotería eclesiástica. “¿Cómo voy a acompañar con el grito profano de ¡lotería! a objetos sacros como el anillo pastoral, el cáliz o el púlpito? Nunca me animaría. ―Es mucho peor la indiferencia de ustedes ante los hechos del Espíritu. Aquí al gritar ¡Lotería!, profundizan su conocimiento de los detalles de la Iglesia”. ¿El azar no consiste justo en asombrarnos cada que algo coincide ante nuestros ojos? Profundizar los detalles de la vida diaria es también una obra de la suerte.

¿El azar no consiste justo en asombrarnos cada que algo coincide ante nuestros ojos? Foto: Artes de México
Los números no sólo tienen una cara y, en todo caso, no siguen el orden de las cosas. Foto: Artes de México

Dentro de las lecturas del azar, Gabriel Zaid menciona cómo existe en Demócrito la mirada determinista en el azar; en Epicuro el movimiento fortuito de los átomos; y en Lucrecio la mirada probabilista. Y, partiendo de la idea de esta suerte de las simultáneas conexiones que hicieron la creación del mundo; Lucrecio habla de qué manera la combinación de las letras forman diversos poemas ―hoy en día lo podemos ver con la inteligencia de los bots en las computadoras― y cómo a través de esta permutación que existe se forman todas las cosas: “Que también en nuestros mismo versos importa con cuáles y en qué orden” (De la natura de las cosas, Rubén Bonifaz Nuño). Habría que destacar el término mutar, todo lo eventual perece para transformarse en otra cosa y así continuamente como una lotería que va llenando espacios con números o imágenes que forman una hilera. ¿Pero a cuál de todas las teorías del azar acudir? “El azar le sirve a Lucrecio, Mallarmé y algunos físicos modernos para decir: eso que te parece un milagro no quiere decir nada: es un lance de dados como cualquier otro; que salió bien, como pudo haber salido mal; y que no lanzó nadie” (“Lecturas del Azar”, Gabriel Zaid). Habrá que creer en esta nada de la que surge todo, de la que día con día crecen acciones, sensaciones y nuevos panoramas en la ciudad. Personalmente yo relaciono esto a los últimos acontecimientos que hemos vivimos mundialmente y principalmente en México. Parece que estamos sobre una maqueta en la que no sabemos qué se caerá, qué nuevo fenómenos tomará el papel de un personaje, esperemos que ya ninguno, aunque también sabemos que las cartas siguen cayendo y que la tierra tira de éstas sin saber cómo o cuándo actuarán.

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Lucía Rueda
Lucía Rueda G. es egresada de la Universidad del Claustro de Sor Juana en la licenciatura Escritura Creativa y Literatura. Ha tomado talleres de poesía, narrativa y dramaturgia. Desde el 2016 ha sido parte del proyecto Fárrago, revista donde se publicaron tanto sus cuentos como su poesía. Ha participado en lecturas de poesía en el Museo Soumaya; en el Encuentro Fronterizo de Literatura y lingüística; en el Fell, Foro de Estudiantes de Lingüística y Literatura, con su ponencia “La locura ante la multitud”. Asistió al Congreso Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura en Michoacán; participó en el Congreso Nacional de Creadores Literarios en San Luis Potosí; en el CIELL, Congreso Interuniversitario de Estudios Literarios y Lingüísticos y en el segundo encuentro Fronterizo de Literatura y lingüística. Por otra parte ha sido publicada en el Periódico de Poesía, con su poema “Ennidadas” y en Tierra Adentro con su ensayo “Las olas, el cuarto y la novela”.
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