El papel que cumplió México, a través de nuestro canciller Luis Videgaray, ante la pasada reunión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) pinta muy bien, por encima de todo, el papel que nuestro país cumple frente a los Estados Unidos, quien siempre ha controlado a su conveniencia las soberanías de las naciones latinoamericanas.
En ese desaguisado que tuvo particularmente el secretario de relaciones exteriores Videgaray Caso con la ahora ex canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, se hizo evidente el rol de nuestra República en aquellos países hermanos que vuelven a ser víctimas del imperialismo estadounidense, cuyas intromisiones en Nicaragua, República Dominicana, Chile, Argentina, Uruguay, El Salvador, la Cuba misma, no fueron precisamente para “crear las condiciones” para democratizar esas sociedades, sino, más bien, para impedir que sus intereses económicos y comerciales fueran quebrantados.
No se me malinterprete: no estoy haciendo una defensa a ultranza del régimen de Maduro en Venezuela, por el cual no metería las manos al fuego, ni de la revolución bolivariana que promueven, en más de un sentido pretexto para solapar rapacerías y grandes corrupciones del sistema político y de sus instituciones democráticas, no, sólo intento hacer evidente algo que me parece crucial para entender la circunstancia actual venezolana: que si bien el régimen de Maduro debe ser analizado críticamente y condenado en todos aquellos males que haya causado, también es cierto que no se puede dejar a un lado la participación, tras bambalinas, de Estados Unidos, que mucho tiene que ver con tales revueltas sociales.
Este intervencionismo estadounidense, muy parecido al que ha llevado a cabo en Medio Oriente, lejos de unir a los países latinoamericanos, los ha dividido, metiéndolos en una espiral de enfrentamientos que en nada abonan precisamente a esa idea bolivariana de la integración continental.
Por eso, quien resultó ganador del enfrentamiento entre el canciller Videgaray Caso y la ex canciller Delcy Rodríguez (muy certera, por cierto, en sus críticas a nuestro país) fue nada más y nada menos que Estados Unidos, pues con ello cumple la máxima del divide y vencerás que ha aplicado siempre en las sociedades en las que ha intervenido.
En La paz perpetua, el filósofo Kant habló del respeto que deberían tener las naciones de autogobernarse según sus propios usos y costumbres, pues la injerencia de países externos podía profanar la paz de los mismos. Esto no lo ha entendido Estados Unidos, siempre adalid del respeto a los derechos humanos y a la legalidad, ni mucho menos México, que ha querido darle clases de democracia a Venezuela cuando en nuestro país la democracia brilla por su ausencia.
No está muy claro si este apoyo de Videgaray a Estados Unidos en el caso de Venezuela le pueda ayudar a su eventual candidatura presidencial, lo único que sí está claro es que a los mexicanos no nos servirá absolutamente para nada.
@rogelioguedea
