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Martín Moreno-Durán

27/05/2020 - 12:05 am

Yo, el miserable

Yo, el miserable, que devora como bestia insaciable los recursos de fideicomisos destinados a cultura, arte, ciencia y deporte, para desviarlos a mis barriles gubernamentales sin fondo.

El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
"Yo, el miserable, que promete crear dos millones de empleos que sé perfectamente que no podré generar". Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

+ Miento, manipulo, trampeo…

+ “Nos vino como anillo al dedo…”

Yo, el miserable, que desde Palacio Nacional insulto y divido a un país con propósitos políticos.

Yo, el miserable, que a la mentira la he convertido en un patrón de conducta.

Yo, el miserable, que tengo arruinada a la economía por mis delirios de imponer el socialismo marxista.

Yo, el miserable, que ofendo a compatriotas que osan criticarme, llama perros a los periodistas que me cuestionan y crucifica a los medios críticos de la 4T.

Yo, el miserable, que ofrece a los ciudadanos presupuestos de miseria a cambio de mantener intactos mis programas clientelares.

Yo, el miserable, porque le quito apoyos a los niños con cáncer.

Yo, el miserable, porque elimino programas sociales para madres solteras, estancias infantiles y refugios para mujeres violentadas.

Yo, el miserable, porque les doy limosnas al sector salud y mantengo mis caprichos personales en tiempos de emergencia pandémica.

Yo, el miserable, que ha dejado morir al turismo y al fomento de empleos y fortalecido a mi Ejército, a Hacienda y a Energía, con fines personales.

Yo, el miserable, que ni siquiera me he parado en un hospital para supervisar que se esté atendiendo adecuadamente a  mis compatriotas ante el coronavirus.

Yo, el miserable, que pido a los doctores y enfermeras comprar sus propias medicinas y equipos de salud, mientras adquiero con recursos públicos un estadio de béisbol por quinientos millones de pesos.

Yo, el miserable, que acuso a médicos y a doctoras de ser mercenarios de la salud, cuando la mayoría se está partiendo el alma y jugándose la vida en los hospitales contra la COVID-19.

Yo, el miserable, que a pesar de que lo supe con anterioridad – desde marzo -, pidió a sus compatriotas salir a las calles, abrazarse e ignorar las restricciones sanitarias ante la pandemia que ya nos mataba, y de la cual festiné públicamente que nada nos haría.

Yo, el miserable, que festeja la llegada de una pandemia terrible al decir que “nos vino esto como anillo al dedo” mientras, hasta ahora, han muerto 7 mil 633 personas, más de un millón han perdido su empleo y miles de empresas están quebrando por falta de apoyos de mi Gobierno.

Yo, el miserable, que asegura que la curva de muertes por el virus ya se está aplanando y que la pandemia ya se ha domado, cuando miles siguen muriendo sin atención médica adecuada y decenas de miles contagiándose sin ningún remedio y condenados a su desgracia.

Yo, el miserable, que tengo a los hospitales públicos en el abandono y celebro que mi nieto nazca en un hospital privado en Houston.

Yo, el miserable, que le estoy permitiendo a mis hijos hacer jugosos negocios con una fábrica de chocolates que nadie conoce ni fiscaliza y una fábrica de cerveza que nadie conoce ni fiscaliza, mientras miles de compatriotas pierden a diario su trabajo y sus negocios.

Yo, el miserable, porque a través de programas sociales – al estilo de mi ex partido, el PRI-, condiciono votos y mantengo clientelas electorales.

Yo, el miserable, que le presto con intereses usureros 25 mil pesos a los micros, pequeños y medianos empresarios, bicoca que de muy poco les servirá en tiempos de pandemia, en tanto no le arrebato ni un peso a un Refinería inviable que nos costará 12 mil millones de dólares.

Yo, el miserable, que mientras otras naciones le entregan dinero de forma directa a sus habitantes para que sobrevivan encerrados en sus casas – hasta Trump ordenó darles 2 mil dólares a cada familia -, yo no les doy ni un centavo mientras continúo con la construcción de un Aeropuerto que en nada apoyará al desarrollo del país.

Yo, el miserable, que permito quebrar a empresas que generan ocho de cada diez empleos para hombres y mujeres productivas, en tanto destino miles de millones de pesos a un tren del sureste que solo es un capricho inútil emanado de mis traumas y prejuicios.

Yo, el miserable, que miente al decir que “tan bien que íbamos…y que se nos presenta la pandemia”, cuando en mi primer año de Gobierno la economía registró menos cero punto uno por ciento de crecimiento, hubo medio millón de desempleados y la inversión pública nacional y extranjera se desplomó.

Yo, el miserable, que en tiempos de pandemia ha negado apoyos al sector productivo contribuyendo a que un millón cien mil trabajadores perdieran su empleo.

Yo, el miserable, que por su obsesión petrolera ha permitido que Pemex pierda 25 mil millones de dólares durante el primer trimestre del año y se le sigan inyectando recursos, en tanto la cadena productiva se encuentra desamparada.

Yo, el miserable, que promete crear dos millones de empleos que sé perfectamente que no podré generar.

Yo, el miserable, que devora como bestia insaciable los recursos de fideicomisos destinados a cultura, arte, ciencia y deporte, para desviarlos a mis barriles gubernamentales sin fondo.

Yo, el miserable, que desde el atril insensible desprecio los feminicidios y niego que haya maltrato a las mujeres en la medida en la que la reportan los medios.

Yo, el miserable, que despojé a mi país de una Comisión Nacional de los Derechos Humanos independiente y confiable, para convertirla en una oficina burocrática arrodillada a mi presidencia mediante una inculta y fanatizada ombudsman.

Yo, el miserable, que dice que “el objetivo de una revolución es una transformación”, azuzando a millones a enfrentarse entre sí, bajo el credo del socialismo marxista.

Yo, el miserable, que se ha desentendido de la seguridad nacional y cierra los ojos ante el baño de sangre que ya marca los niveles de violencia más altos en comparación a los dos sexenios anteriores durante diecisiete meses.

Yo, el miserable, que dice que “la tarea del Gobierno no es capturar a narcotraficantes” y saluda de mano a la madre del narcotraficante más poderoso de México.

Yo, el miserable, que blande un pañuelito blanco para festejar de manera tramposa que la corrupción ha terminado y a mi espalda me aplauden Manuel Bartlett y Napoleón Gómez Urrutia protegidos por el manto de la impunidad, mientras las cifras me demuestran que durante mi Gobierno, la corrupción aumentó.

Yo, el miserable, que le niego recursos y apoyos suficientes a los estados donde gobierna la oposición.

Yo, el miserable, que para ocultar mi fracaso absoluto e irrebatible en la conducción de la economía nacional y finanzas públicas, recurro a la trama de mutar al crecimiento en “desarrollo”, al PIB en “bienestar” y a lo material en “espiritual”.

Yo, el miserable, que despreció vivir en la casa presidencial para mudarse, literal, a un palacio.

Yo, el miserable, el peor Presidente que ha tenido la historia de mi país durante los primeros diecisiete meses de Gobierno.

Yo, el miserable.

TW @_martinmoreno

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Martín Moreno-Durán
Periodista. Escritor. Conductor radiofónico. Autor de los libros: Por la mano del padre. Paulette, lo que no se dijo. Abuso del poder en México. Los demonios del sindicalismo mexicano. El Derrumbe Retrato de un México fallido. El Caso Wallace. 1/Julio/2018: Cambio Radical o Dictadura Perfecta, y de la novela Días de ira.

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