Julieta Cardona
27/05/2017 - 12:05 am
Mi hoja en blanco
últimamente me pasa que veo la hoja en blanco y se me abalanzan las memorias como sanguijuelas.
me pasa que me queman los recuerdos de tan vivos que los traigo. a todos nos pasa, ¿no? que volteas patrás y te dices cosas como: ¡ah, pero qué clase de mala leche fui!; ¡ah, cómo aquella noche, ninguna!; ¡yo no fui, fue ella, que nomás me quería para destartalarme los sentidos, esa loca lo hizo bien a pesar de jugar chueco, ganó como los grandes sin que a nadie importara que fuera la más sucia en el juego y en el amor y hasta me huele que en lo que le pusieran!; ¡ah, de no haber dicho semejante impertinencia!
me pasa que me pongo a repasar hasta lo más ligero. la fiesta esa donde me hice la sabelotodo y a media muchedumbre tenía muerta de risa porque no les daba tiempo ni de pensar en cada una de las mentiras que me salían de sopetón, quién sabe de dónde, se me ocurre que de lo carcomidos que traía los sentidos, ¿no lo dije antes? por culpa de la loca aquella. me pasa que quería comerme al mundo dándome palmadas en la espalda y aires de grandeza, sosteniendo conversaciones que tuvieran que ver con todo salvo con lo real. diciendo cosas como: “sí, mira, yo no comprendo por qué se hacen llamar artistas plásticos si no son más la segunda cosa que la primera”.
me pasa que me quedo justo en el centro de la tormenta y la tengo otra vez enfrente gritándome: “¡se dice primate!”. me pasa que ya no me dan ganas de borrar aquella plática trivial que se nos salió de control porque lo que en realidad estaba fuera de control éramos ella y yo.
me pasa que me quedo colgada de la vez que venía bajando esa mística montaña con mi hermano donde no parábamos de repetir que todo era cuestión de abrir la puerta a la magia para que se metiera hasta la cocina y me pasa que vuelvo a sentirme satisfecha, invencible, un accidente cósmico.
me pasa, también, que me quedo ciclada, ahí erizadísima, que se me ponen otra vez los pelos de punta nomás de acordarme cuando la loca aquella metió su lengua entre mis dientes por última vez. ¿qué formas tenemos, no? de recordar un suceso pequeñito una y otra vez esperando que se gaste o cambie cualquier mirruña de nada, pero no, hay retratos impasibles aunque la memoria sea otra loca traicionera.
me pasa que no consigo recordar otra cosa que no sea la carcajada larga que me sacó ese libro estupendo y por más que intento rehacer lo que decía ahí mismo, solo me viene a la cabeza el momento donde le mandé un beso al escritor por regalarme tremendo regocijo.
últimamente me pasa que veo la hoja en blanco y se me abalanzan las memorias como sanguijuelas. y por más que intento rehacer lo que sucedió cuando todas ellas, solo distingo que dos mundos me galopan el corazón: la gracia y la cautela del olvido.
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