Los trabajos de rescate en la zona afectada por el mortífero alud no paran, provocado por las intensas lluvias, que enterró decenas de viviendas en Alausí, Ecuador, el lunes 27 de marzo de de 2023.
Por Patricia Oleas y César Olmos
Alausí, Ecuador, 27 de marzo (AP).- Al menos 16 personas fallecieron por un deslizamiento de tierra en el centro andino sur de Ecuador y otras 32 fueron rescatadas en diferentes condiciones de salud, informó el lunes el Gobernador de Chimborazo, Iván Vinueza, mientras los rescatistas se empeñan por remover los escombros en medio de amenazas de nuevos deslizamientos.
La cifra de desaparecidos se acerca al medio centenar y, según Luis Montesdeoca, jefe policial de la Dinased (el área de delitos contra la vida) de la provincia de Chimborazo, ya se han entregado a sus familiares seis cadáveres recuperados.
En declaraciones a The Associated Press, Vinueza señaló que los heridos, principalmente con múltiples traumatismos, fueron evacuados a hospitales de la zona mientras las alarmas seguían sonando debido a nuevos tremores que anticipan movimientos de tierra.
Destacó que en la zona de la tragedia hace unos dos meses empezaron los deslizamientos y agrietamientos de tierra y desde entonces se había pedido que se inicie la evacuación. Agregó que la mañana del sábado los tremores de tierra aumentaron y muchos pobladores decidieron salir por miedo, pero otros no lograron irse.
“Mi madre está sepultada, no sé de qué lado se encuentre… Baja la montaña y la sepulta, estoy tan triste, destrozado. Aquí no hay nada, ni las casas, ni nada, estamos sin casa sin familia”, dijo a la AP, Luis Ángel González, de 58 años, quien perdió además a otros familiares como consecuencia del alud.
Con la luz del día se podía observar la magnitud del deslizamiento de la madrugada. Una parte de un cerro se desprendió y se precipitó arrastrando árboles, casas, antenas de telefonía y otras construcciones y dejando un hueco de aproximadamente unos 150 metros de ancho por cerca de 700 metros de largo. La conexión telefónica y de internet fue intermitente hasta por lo menos la tarde del lunes.
Una cinta amarilla con la leyenda “peligro”, rota, marca la zona de riesgo. Decenas de personas miraban incrédulos las labores de rescate de bomberos llegados de diferentes ciudades del Ecuador, desde el patrimonial “puente negro” -como es conocido por los lugareños- por el que años atrás transitaba la que fue considerada línea de ferrocarril más difícil del mundo, debido al zigzagueo de su trazado que obligaba al tren a avanzar unos tramos hacia delante y otros marcha atrás.
Más de cincuenta casas quedaron sepultadas debajo de toneladas de tierra y los supervivientes que están alojados ahora en albergues temporales lloran su desgracia. En el de la Iglesia Matriz de Alausí está la familia Zuña, que se salvó por minutos del deslave.
Lo que antes eran cuartos destinados a catequesis o reuniones parroquiales, fueron adecuados con camas literas días atrás, después de que el 10 de marzo se declarara en emergencia esa zona por el riesgo. Hay otro albergue en la Casona Municipal, sede del gobierno local y otros 11 en poblaciones vecinas.
Sonia Guadalupe Zuña contó a The Associated Press cómo su madre estaba reacia a dejar lo que construyeron en años, pese al paisaje de escombros en que quedó el sector. “Ya nos dijeron que evacuemos. Estaba feo. Fuimos al albergue, pero mi mamá no quería”, relató la residente de Alausí. “Después mi hija se fue a convencerle; cuando caminaban por los rieles todos se vino abajo, llegaron cubiertas de tierra y llorando”, cuenta mientras le enseñan ejercicios de relajación para aminorar su ansiedad e impotencia. Su familia se quedó sólo con lo que llevaban puesto.
“No sé a dónde, pero nos vamos todos; mis padres nos enseñaron que trabajando duro se consigue lo material, pero estar juntos no tiene precio”, manifiesta entre lágrimas.
La Secretaría de Gestión de Riesgos informó en un comunicado a media mañana del lunes que también hay 46 desaparecidos y 163 viviendas afectadas así como 150 metros de carretera, el 60 por ciento de la red de agua potable y 25 por ciento de la red de alumbrado público.
El deslizamiento ocurrió cerca de las 22:00 horas del domingo en el sector conocido como Nuevo Alausí, unos 222 kilómetros al sur de la capital, y también destruyó un tramo de la carretera Panamericana. Los únicos accesos son por vías secundarias, de tierra, plagadas de baches, estrechas y cubiertas de una espesa neblina constante.
El rescatista y paramédico Alberto Escobar aseguró a AP que por el tiempo transcurrido es improbable que se encuentre sobrevivientes. “Tuvimos una llamada de auxilio en el lado izquierdo, pero la población no colabora, no hace silencio”, comentó resignado. “Vinieron los perros de rescate”, apuntó y añadió que las labores de búsqueda se mantendrán mientras no llueva por seguridad del personal.
El personal de rescate se ha concentrado en los flancos del deslizamiento debido a que allí quedan rastros de casas y escombros de las viviendas.
Imágenes de cámaras del servicio de emergencias ecuatoriano mostraron que vecinos del sitio de la tragedia se apresuraban a desocupar casas y pequeños edificios con la ayuda de vecinos y transportaban electrodomésticos y otros enseres en vehículos hacia zonas seguras.
En una casa de tres pisos, el profesor Luis Daquilema trataba de sacar a media tarde todas sus pertenencias de lo que hasta ahora había sido su casa. Camionetas de conocidos le ayudaban, él se abrazaba y lloraba con su mujer. Ha perdido, según contó, todo lo conseguido en 15 años. Construyó una casa donde arrendaban una panadería y ahora todos deben abandonar el sitio.
“Tengo miedo. Me costó mucho, era el patrimonio de mis hijas, pero la vida es más”, indicó.
El domingo por la noche llegaban de un paseo familiar y antes de alcanzar su casa, escucharon un sonido fuerte y gritos. “Parecía una volqueta (camión) de arena; ya enseguida se fue la luz y los gritos eran desesperantes”, rememoró a la AP todavía asustado. “No sé qué voy hacer, me voy con lo que puedo salvar”, acotó.
Entre tanto, la arrendataria que lleva la panadería trataba de sacar pan. “Vivo más arriba. Ni siquiera puedo sacar nada, todo se queda ahí”, lloraba desconsolada. “No tengo a dónde ir”.
A decir de muchos de los habitantes de Alausí, estas historias de desgracia se pudieron haberse evitado si se actuaba a tiempo.
Desde finales de febrero, las autoridades habían identificado el riesgo de movimientos de masa de tierra en esa zona, de lo que dan cuentan reportes de la Secretaría General de Riesgos, y se habilitaron albergues en al menos seis cantones (municipios). Están llegando víveres desde otras partes del país para alimentar a los albergados y se solicitan de urgencia cobijas y ropa abrigada.