En el borde del abismo, no solo los expertos sino muchos alcaldes y gobernadores reconocen que las cuarentenas ya no son evitables en Brasil. Las restricciones a la actividad el año pasado fueron renuentes y el Presidente Jair Bolsonaro las saboteó constantemente para evitar el colapso económico.
Por David Biller y Mauricio Savarese
Río de Janeiro, Brasil, 27 de marzo (AP).— Brasil representa actualmente la cuarta parte de las muertes de COVID-19 de todo el mundo, mucho más que cualquier otro país, y los expertos en salud advierten que el país está en el borde de una calamidad aún mayor.
El promedio de siete días es de 2 mil 400 muertes diarias y llegará a 3 mil en las próximas semanas, dijeron seis expertos consultados por la Associated Press. Es casi el nivel más alto registrado en Estados Unidos, aunque Brasil tiene dos tercios de la población del país norteamericano. El viernes se registraron 3 mil 650 decesos y la cifra podría llegar proximamente a 4 mil.
En el borde del abismo, no solo los expertos sino muchos alcaldes y gobernadores reconocen que las cuarentenas ya no son evitables. Las restricciones a la actividad el año pasado fueron renuentes y el Presidente Jair Bolsonaro las saboteó constantemente para evitar el colapso económico. Al día de hoy, no se convence de la necesidad de una cuarentena general, lo que obliga a los gobiernos locales a aplicar una mezcolanza de medidas para evitar que la mortandad siga aumentando.
Podría ser demasiado tarde, desde que una variante más contagiosa arrasa Brasil. El 25 de marzo la cifra diaria de casos nuevos superó por primera vez los 100.000, y muchos más no se contaron. Miguel Nicolelis, profesor de neurobiología en la Universidad Duke en Carolina del Norte que asesoró a varios gobernadores y alcaldes brasileños sobre el control de la pandemia, calcula que la cifra de muertes llegará al medio millón en julio y superará la de Estados Unidos para fin de año.
“Hemos superado niveles jamás imaginados para un país con un sistema de salud pública, una historia de campañas de inmunización eficientes y trabajadores de salud que no tienen nada que envidiar a los mejores del mundo”, dijo Nicolelis. “La siguiente etapa es la del derrumbe del sistema de salud”.
El sistema ya está por derrumbarse: las unidades de cuidados intensivos en casi todos los estados están cerca o en el límite de su capacidad. El doctor José Antônio Curiati, supervisor en el Hospital das Clinicas de Sao Paulo, el mayor complejo hospitalario de Latinoamérica, dijo que las camas están todas ocupadas y los enfermos siguen llegando. No está garantizada la provisión de oxígeno y en poco tiempo se agotarán los sedantes utilizados para la intubación en las UCI.
“Las 4 mil muertes diarias parecen estar apenas a la vuelta de la esquina”, dijo Curiati,
El 17 de marzo, en el estado nordestino de Piaui, la enfermera Polyena Silveira lloraba junto a un enfermo que murió de COVID-19 en el piso debido a la falta de camas. Una foto de la escena se viralizó y sirvió de llamada de atención a todo el país.
“Cuando murió, tuve dos minutos para lamentarlo antes de pasar al siguiente enfermo”, dijo Silveira, de 33 años, a la AP. “En mis ocho años de enfermera, jamás sentí tanto dolor como esa noche. Estoy cerca de mi límite, física y mentalmente”.
El instituto estatal de ciencia y tecnología Fiocruz reclamó el martes una cuarentena de 14 días para reducir el contagio en 40 por ciento. Natalia Pasternak, una microbióloga que preside el Instituto Cuestión de Ciencia, destacó un ejemplo local: la ciudad de Araraquara in Sao Paulo donde el contagio y la mortandad han disminuido desde que aplicó una cuarentena el mes pasado.
Pasternak se negó a calcular la cifra diaria de muertes en el país, pero dijo que continuará aumentando si no se toman medidas.
“Necesitamos medidas coordinadas, pero probablemente no las habrá porque el gobierno federal no tiene verdadero interés en tomar medidas preventivas”, dijo Pasternak. “(Los alcaldes y gobernadores) tratan de tomar medidas preventivas, pero por separado y cada uno a su manera. Éste no es el mejor enfoque, pero es mejor que nada”.
Minas Gerais, el segundo estado más poblado de Brasil, ha cerrado los negocios no esenciales. Espirito Santo entrará en cuarentena el domingo. Las dos ciudades más grandes, Rio y Sao Paulo, han restringido estrictamente las actividades no esenciales. Las autoridades estatales adelantaron feriados para crear un período de reposo de 10 días que comenzó el viernes.
Pero la eficacia de las restricciones depende de su acatamiento por parte de los ciudadanos. Y Bolsonaro sigue socavándolo al señalar que una cuarentena, aunque sea parcial, atenta contra el derecho individual de ganar su jornal. Ataca violentamente a los mandatarios locales, en particular los gobernadores, que se atreven a desafiarlo.
“Debemos abrir los ojos y comprender que no es una broma”, dijo el alcalde de Rio, Eduardo Paes, en un mensaje grabado en la víspera de la cuarentena de 10 días en el que destacó que ningún alcalde quiere provocar desempleo. “Hay gente que muere, y si todo continúa tal cual, solo Dios sabe lo que podría suceder. Nadie conoce el límite de esta enfermedad. Nadie sabe cuántas variantes podrían surgir”.
Al día siguiente, cientos de manifestantes marcharon por la playa de Copacabana en Rio. La mayoría llevaba la camiseta verde y amarilla típica de los actos a favor de Bolsonaro y muchos se negaron a colocarse la mascarilla. Corearon la consigna “Queremos trabajar” e insultos a Paes.