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Una taxidermista de humanos explica qué es la plastinación de cuerpos (FOTOS)

27/03/2016 - 12:05 am

Sarah se dedica a preservar cuerpos humanos, de la mano de Günther von Hagens, el creador de la exposición Body Worlds, quienes desde un pequeño poblado alemán reciben donaciones diarias de cadáveres para usarlas con fines didácticos.

Por Natalie Mayroth

Foto: Natalie Mayroth/Vice
Foto: Natalie Mayroth/Vice

Ciudad de México, 27 de marzo (SinEmbargo/ViceMedia).- Conocí a Sarah en una fiesta. Allí me contó que trabajaba como taxidermista para el mismísimo Günther von Hagens, inventor de la plastinación, una técnica de preservación de cuerpos o partes del mismo. Von Hagens es también responsable de Body Worlds, una controvertida exposición en la que el visitante puede ver cuerpos humanos desprovistos de piel y plastinados, entre ellos mujeres embarazadas, fetos con deformidades y cuerpos copulando. En 2002, Von Hagens realizó una autopsia en público en un teatro de Londres, la primera en más de 170 años. Todas estas prácticas le han valido el sobrenombre de “Dr. Muerte” en determinados medios de comunicación.

Von Hagens dispone de sus propias instalaciones para efectuar la plastinación: el Plastinarium, situado en Guben, una localidad fronteriza con Polonia y lugar de trabajo de Sarah. Von Hagens tiene 71 años y padece Párkinson, lo que lo ha obligado a abandonar casi por completo su trabajo. Sin embargo, todos los días siguen llegando donaciones en forma de cadáveres a Guben, donde se conservan para fines didácticos.

Foto: Natalie Mayroth/Vice
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Von Hagens desarrolló la técnica de la plastinación en 1977 en la universidad de Heidelberg. Básicamente consiste en sustituir el fluido del interior de las células por plástico. Desde el punto de vista de la investigación, sus modelos de plástico constituyen un material educativo excepcional. El problema viene cuando esos cuerpos se presentan sosteniendo su propia piel o a lomos de un caballo también muerto.

Pero ¿significa eso que el médico no tiene respeto alguno por los muertos ni por la integridad del cuerpo humano? Según las autoridades de Berlín, la respuesta es sí. En 2014, la ciudad prohibió la exposición de Von Hagens porque se consideraba que entraba en conflicto directo con la legislación que regula la sepultura de cadáveres. Pese a ello, el museo humano abrió sus puertas, aunque su futuro es incierto. El pasado diciembre, un tribunal administrativo superior falló en su contra. Mientras el proceso judicial sigue su curso y en tanto que no se dicte una sentencia firme, la exposición continúa abierta.

Me mareo un poco durante el viaje de dos horas en tren de Berlín a Guben. Finalmente llego a la estación, en tierra de nadie. “Si quieres ver algo, mejor cruza hasta Polonia”, me recomienda el amable taxista de pelo canoso. Cuando le pregunto si ha estado en el Plastinarium, niega con la cabeza.

Foto: Natalie Mayroth/Vice
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Nada más entrar en la antigua fábrica de sombreros reconvertida, mi primer encuentro con la muerte se produce con una jirafa alada encaramada a una palmera. Pero el animal no está solo: junto a ella hay otro ejemplar de su especie cortado en secciones y una tercera tiene el cráneo dividido en tres partes. La visión de semejante espectáculo me obliga a tomar dos o tres bocanadas de aire mientras espero a que llegue Sarah a recibirme. Un extraño olor domina el ambiente.

Sarah aparece finalmente y me indica que la siga a través de cuerpos humanos plastificados, órganos cortados en finas lonchas y miembros enteros. Llegamos a una sala acristalada en la que entra la luz a raudales. Sobre unas mesas de anatomía hay dispuesto material anatómico para su procesamiento. Desde 1982, todos los cadáveres que sirven como base del trabajo de Von Hagens proceden del mismo programa de donaciones.

Antes de que Sarah y sus compañeros puedan empezar a trabajar con sus fórceps y bisturís, los cuerpos de estudio deben pasar un año sumergidos en un baño de formaldehído, una sustancia química que evita el deterioro y conserva los tejidos. De principio a fin —desde el baño de acetona a la impregnación—, se tarda 1.500 horas de trabajo en completar el procedimiento. Una vez finalizado, un 70 por ciento del cuerpo de los especímenes se compone de plástico.

Foto: Natalie Mayroth/Vice
Foto: Natalie Mayroth/Vice

 

VICE: ¿Cómo llegaste a ser taxidermista?

Sarah: Conocí a un artista que quería ser taxidermista de animales y quedé fascinada, porque no tenía ni idea de que existía esa profesión. Era el trabajo ideal para mí, tanto desde el punto de vista técnico como artístico. Llamé a todos los taxidermistas de Berlín hasta que conseguí un puesto de aprendiz durante un año.

¿Es difícil entrar en esta profesión habiendo tan pocas plazas de aprendizaje y formación?

En Alemania sólo hay un escuela de taxidermia animal, en Bochum. Hay más en Noruega, donde estuve trabajando como asistente de un artista. Cuando me enteré de que había un laboratorio de taxidermia cerca de Berlín, presenté mi candidatura y me invitaron a cambiarme.

¿Cómo fue la transición de la taxidermia animal a la humana?

Durante el periodo de prueba estaba trabajando con una serpiente, pero no me cierro a nada, tampoco a trabajar con humanos. No tengo ninguna inclinación especial.

¿Qué es lo más desagradable de tu trabajo?

Tener que aguantar el olor del formaldehído todo el día. El extracto de menta me ayuda a llevarlo mejor.

Foto: Natalie Mayroth/Vice
Foto: Natalie Mayroth/Vice

¿Con qué estás ahora?

Ahora estoy retirando el tejido adiposo (lo amarillo) del pie de un espécimen con un bisturí. Así quedarán al descubierto otras estructuras, como los músculos, los nervios y los vasos sanguíneos.

¿Puedes decidir qué aspecto tendrá al final?

Trabajamos siguiendo un programa que nos indica el aspecto que debe acabar teniendo el modelo. Estos son especímenes de uso didáctico para facultades en Egipto, Irán e Irak.

¿Sabes algo de las personas que donan su cuerpo?

Puedo adivinar la edad que tienen por la piel. También lo puedes saber al ver la pieza por dentro. Todo depende de lo deportistas que fueron en vida. A veces descubrimos restos de alguna enfermedad, como tumores cancerosos. Lo que no sé son sus nombres ni nada por el estilo. Todo es anónimo, para protegernos.

¿Cuál es tu actitud frente a la muerte cuando tratas con ella a diario?

Sé que en algún momento me moriré. Para mí no es nada malo, es normal. Vivo con un nihilismo relajado.

¿Alguna vez ves los cadáveres como algo abstracto?

Es como con la cirugía: trabajas con una pequeña parte cada vez y estás tan concentrada en la anatomía que te olvidas de que eso en lo que estás trabajando una vez fue una persona.

También trabajan con lo que se llama paquetes de órganos. ¿Me podrías explicar de qué están compuestos esos paquetes?

Aquí están la lengua, la garganta, las glándulas salivales, la tiroidea, la grasa, el pericardio —que contiene el corazón y a menudo se malinterpreta en las películas de vampiros y zombis—, los pulmones, el diafragma, el hígado, la vejiga detrás de éste, el estómago —según su tamaño puedes conocer el grado de obesidad de una persona—, los intestinos, que miden 7 metros, el duodeno, el colon, el ano… Aquí se ve la aorta saliendo del corazón. Esto es el esófago. Aquí se puede ver claramente la cantidad de grasa que rodea a los riñones para protegerlos. La glándula adrenal está justo al lado y se encarga de la producción de adrenalina. Esto es la uretra, que conecta con la vejiga. Y aquí la aorta se separa en dos ramificaciones…

Foto: Natalie Mayroth/Vice
Foto: Natalie Mayroth/Vice

¿Qué te fascina de trabajar con cuerpos humanos?

La mente humana no es capaz de comprender su complejidad. Te das cuenta de eso sobre todo viendo las reacciones de los visitantes. Hace unas semanas, alguien me dijo que prefería que lo rellenaran de golosinas que ser consciente de que este es el aspecto que tenemos por dentro. Asumir que no somos más que carne y órganos en funcionamiento puede ser abrumador. Me parece muy interesante que el cuerpo sea capaz de funcionar tantos años. Lo veo a diario, pero cuesta comprenderlo.

Pero me lo estabas explicando hace un momento.

Sí, pero no quiero imaginarme que ese es el aspecto que tienen mis entrañas ahora mismo.

¿Crees que tu trabajo repercute de algún modo en tu vida privada?

Me ha permitido tener más consciencia de mi propio cuerpo y me ha incitado a tomar medidas para cambiar mi modo de vida por esa razón. Por ejemplo, no sé cómo mis compañeros son capaces de pasar junto a unos pulmones de fumador expuestos mientras salen para fumarse un cigarrillo.

¿Ahora te asustan más las enfermedades?

Desde que tengo este trabajo, estoy más informada sobre los riesgos de infección y los síntomas de las enfermedades, porque he visto muchas. Intento cuidarme, pero también he aprendido que ciertas enfermedades pueden ser mortales, y eso me afecta.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ViceMedia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

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