De acuerdo con autoridades de EU, el caso del agente Joseph Michael Gill muestra cómo policías ayudan a armar a criminales en ese país y a los cárteles al otro lado de la frontera.
Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).– Agentes del Buró de Bebidas Alcohólicas, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos (ATF, por su sigla en inglés) investigaban a socios del Cártel de Sinaloa a través de dos de sus rifles de asalto semiautomáticos de alta potencia, pero lo que encontraron al final fue una enorme sorpresa: el vendedor de los rifles fue ni más ni menos que un destacado agente supervisor de la Administración de Control de Drogas (DEA), reveló la periodista de investigación Beth Warren en un texto publicado por el diario The Courier Journal.
De acuerdo con Warren, Joseph Michael Gill, quien estaba encargado de erradicar a los narcotraficantes en medio de la crisis de drogas más mortífera de Estados Unidos, ayudó a armarlos –al menos en Arizona y a través de la frontera con Nogales, México– durante algunas de sus 645 transacciones de venta desde un sitio digital especializado: Gunbroker.com, de acuerdo con lo que consignan registros judiciales.
En el texto titulado “Supervisor de la DEA se volvió ‘paria’ al vender rifles de asalto a asociados del cártel de Sinaloa”, la periodista expone que el también veterano abogado, al que en su tiempo en la DEA se le confió dirigir un equipo de alrededor de una docena de agentes, incluso se publicitó en los sitios web de Gunbroker y Backpage utilizando el número de teléfono que le había dado el Gobierno de Estados Unidos.
“En una rara entrevista en febrero, Gill habló con The Courier Journal sobre el escándalo y su consiguiente renuncia a la DEA en 2018, lo que detuvo su carrera de 15 años. Gill insistió en que no hizo nada malo y dijo que su caso se destacó por una colisión de reguladores demasiado entusiastas y leyes de armas ambiguas. El fiscal dice que Gill evolucionó hasta convertirse en un prolífico traficante de armas y sus crímenes son más indicativos de cómo los estadounidenses, impulsados por la codicia, ayudan a armar a criminales peligrosos en Estados Unidos y a los cárteles al otro lado de la frontera”, destacó Beth Warren.
“Los cárteles necesitan armas de fuego para apoyar su negocio”, le dijo Scott Brown, un agente especial a cargo de Investigaciones de Seguridad Nacional en Phoenix, Arizona. “Cuando encuentran personas que están dispuestas a violar flagrantemente la ley o a eludir la ley, o no practicar la debida diligencia, eso permite que los cárteles estén armados y tengan un impacto destructivo tanto en México como en Estados Unidos”, explicó Brown.
Al menos el 70 por ciento de las armas incautadas en México, incluidas muchas utilizadas por los cárteles en masacres, se fabricaron en Estados Unidos o llegaron a través de Estados Unidos, según la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos. Algunos funcionarios en México y agentes en Estados Unidos sospechan que el porcentaje real es mucho mayor, expone la reportera del diario, también conocido como el Louisville Courier Journal, un periódico que es parte de la red del USA Today.
Sin embargo, a pesar de todos los señalamientos, el exsupervisor de la DEA sostiene que su caso fue “muy político y no justo. Si no fuera un agente de la DEA, nunca me habrían atacado de la forma en que lo hicieron”, cita la periodista.
“Los 645 artículos que compré o vendí fueron en su mayoría partes y accesorios de armas de fuego, no todas armas de fuego”, argumentó Joseph Michael Gill sobre las ventas que hizo en Gunbroker.com, y que se detectaron entre 2000 y 2016. “Siempre estaba cambiando fundas, miras, ópticas, tácticas engranaje”, dijo el ahora exagente.
Beth Warren destacó en su investigación que Gill se declaró culpable en un tribunal federal en 2018 de un cargo de tráfico de armas de fuego y sin licencia –que fue la venta de los dos rifles de asalto provenientes de Kentucky– a los socios del Cártel de Sinaloa, y un tercer rifle con destino a México. Sin embargo, ahora insiste en que vendió las tres armas legalmente y sólo se declaró culpable porque defenderse en el juicio podría haberle costado más de 200 mil dólares.
TRÁFICO DE ARMAS A MÉXICO
Los últimos datos del Gobierno mexicano indican un aumento reciente en el tráfico de municiones y cargadores en la frontera con Estados Unidos, lo cual apunta a un cambio en las necesidades de los grupos criminales.
Fabián Medina, jefe de la oficina del Canciller mexicano Marcelo Ebrard y uno de los funcionarios del Gobierno que le da seguimiento al tema del tráfico de armas, dijo el 3 de febrero que las autoridades estiman que en la última década han entrado de manera ilegal a México entre 250 mil y 280 mil armas de fuego anualmente, las cuales llegan a manos de grupos del crimen organizado.
“En las últimas fechas ha ingresado una cantidad muy grande de municiones, balas y cargadores”, dijo durante un foro.
“¿Cuál es la razón de este flujo tan desmesurado?”, se preguntó. Y él mismo añadió la respuesta: “ya tenemos muchas armas… y lo que se requiere es reabastecerse (a) a los grupos criminales”.
Un reciente informe de las Naciones Unidas muestra que los traficantes transportan armas de Estados Unidos a México en pequeñas cantidades, incluso una sola arma por vez, en contravía con las tendencias globales de tráfico de armamento.
En su nuevo informe anual sobre tráfico global de armas de fuego, publicado el año pasado, la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito (ONUDD) señaló que los datos de decomisos de 2016 a 2017 indican que el flujo de armas de fuego en la frontera mexicano-estadounidense “parece presentarse en lotes individuales de menor tamaño que el patrón global general”.
En todo el mundo, los decomisos excepcionalmente grandes —que se definen como decomisos de 18 o más armas— representan cerca de la mitad del total incautado en las fronteras. Sin embargo, en la frontera entre México y Estados Unidos, las incautaciones inferiores a seis armas constituyen entre el 60 y el 70 por ciento del total. El de mayor tamaño fue de una de 60 armas, mientas que los demás fueron de menos de 20, y casi la mitad comprendían una sola arma.
Este movimiento de armamento en cargamentos constantes y pequeños se conoce como “tráfico hormiga”. Aunque los contrabandistas parecen no tener relación con grupos criminales, la gran escala del tráfico hormiga entre Estados Unidos y México y la evidencia de que muchas veces las armas se adquieren de un proveedor centralizado, pero luego se dispersan para su transporte, indican que hay participación de grupos mexicanos de crimen organizado.
–Con información de AP e Insight Crime.