“Creo que es tiempo de evaluar hacia donde queremos que esta sociedad se dirija y tomar los pasos necesarios para reconstruirnos o seguiremos siendo sin duda aquellos que la semana pasada al chocar un camión de vacas en la carretera, se convierten en la peor versión de sí mismos, en donde más allá de cometer un robo nos convertimos en los más crueles asesinos que a palos y con machetes le arrebatamos a pedazos y lentamente la vida a seres indefensos que asustados se dirigen a un destino no mucho mejor que ese”, escribe Blanka Alfaro.
Ciudad de México, 27 de enero (SinEmbargo).- Largas filas de automóviles es el panorama de las últimas semanas en todo México, el desabasto de combustible por la lucha del gobierno actual contra la corrupción, ha desatado el caos en un sector grande de la población, haciendo que las compras de pánico sean al parecer la única opción para seguir adelante con nuestro día a día, mucho se ha dicho ya que en realidad no hay desabasto, sino desinformación, lo cual provoca sobreventa y obviamente escasez, creo que en gran parte esto es verdad, no soy una experta en esto pero lo obvio no se puede negar.
Ojalá estas imágenes de largas filas y confusiones desafortunadas fueran lo único que tuviera para contar en este artículo de lo que ha pasado en estas últimas semanas, pero la realidad es que eso sólo es lo que generó en mí la siguiente pregunta: ¿Qué estamos dispuestos a olvidar por nuestro bien individual? O tal vez mejor planteada la pregunta ¿Hasta dónde podemos llegar por egoísmo?
En 1938 Orson Welles desató pánico en EU con su transmisión radiofónica que narraba una invasión a la tierra por marcianos, como parte del lanzamiento de la radionovela La Guerra de los Mundos, millones de personas al escuchar esta transmisión presas del pánico iniciaron la huida de ciudades hacia montañas, hubo suicidios y actos de pánico, una clara muestra de histeria colectiva.
¿Qué está pasando en México? o ¿Qué estamos haciendo mal? que en las últimas semanas hemos sido testigos de las más horrendas tragedias que no cabrían ni en las mentes retorcidas de Dario Argento o Tom Six, el primero conocido como Maestro del Horror, el segundo famoso por crear una de las historias cinematográficas más bizarras que se han filmado.
“Ayudame guey, me muero” es una frase que hoy todos conocemos gracias a ese video que se viralizó sobre la explosión de una toma clandestina, en el cual podemos ver como si fuera una escena de película de horror, personas corriendo en llamas, mientras otras tiradas inertes en el suelo eran consumidas por el fuego. No estoy aquí para juzgar las razones del por qué cientos de personas arriesgaron su vida en algo que es evidentemente peligroso, pero después de esta lamentable tragedia no puedo dejar de preguntarme. Qué nos hace falta a los mexicanos para no tener que hacer este tipo de actos de rapiña ¿educación? ¿mejor economía?¿fuentes de trabajo? Puede haber mil respuestas para esto, pero está claro que tenemos un gran problema por resolver en donde definitivamente la ética y moral juegan un papel muy importante.
Más allá del tema del desabasto de combustible, ha habido varias noticias de saqueos, robos y rapiña, creo que en México sufrimos de un peligroso desabasto de moral y empatía, que aunado a la reacciones colectivas llevan a grupos de personas a escenarios terribles, a tomar malas decisiones, a seguir malas ideas, a seguir comportamientos nocivos, ¿Cómo es posible que no logremos frenarnos? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice un viejo y conocido libro, y sí, creo que todos de una u otra manera hemos seguido grupos sólo por el auge de seguirlos y no por estar realmente convencidos de lo que persiguen.
Creo que es tiempo de evaluar hacia donde queremos que esta sociedad se dirija y tomar los pasos necesarios para reconstruirnos o seguiremos siendo sin duda aquellos que la semana pasada al chocar un camión de vacas en la carretera, se convierten en la peor versión de sí mismos, en donde más allá de cometer un robo nos convertimos en los más crueles asesinos que a palos y con machetes le arrebatamos a pedazos y lentamente la vida a seres indefensos que asustados se dirigen a un destino no mucho mejor que ese. Es tanta nuestra avaricia por poseerlo todo y creernos dueños de este mundo, que nos impide ver la enorme similitud entre aquellos que enardecidos y cegados por la ambición destazaron vivas a aquellas vacas en una carretera de Veracruz, con pagar gustosos una charola de carne en el supermercado.
La invasión que Orson Welles dramatizo aquella tarde en 1938 realmente está pasando, sólo que nosotros somos los marcianos…