Hemos empezado otra vez a pedir recomendaciones y esta vez nada más ni nada menos que de una experta lectora, la escritora Rosa Beltrán. El 2017 es un pretexto. Aquí van los libros preferidos de la autora y directora de Literatura de la UNAM.
Ciudad de México, 27 de enero (SinEmbargo).- La escritora Rosa Beltrán, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, titular de la Dirección de Literatura desde 2008 en la UNAM y autora de “La corte de los ilusos” (1995); “El paraíso que fuimos” (2002) y “Alta infidelidad” (2006), habla de los libros que más le han despertado la cabeza el año que se fue.
La escritora nació en la ciudad de México el 15 de marzo de 1960; estudió la Licenciatura de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM y el Doctorado de Literatura Comparada en la Universidad de California.
Es profesora en Literatura Comparada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, además que ha impartido cátedra en la Universidad de California en Los Ángeles, en la de Jerusalén, Ramón Llull y de Colorado.
Es autora de novelas, cuentos y narraciones, así como ha cultivado el ensayo. Ha recibido varios reconocimientos, como el de la American Association of University Women (AAUW) en 1994.
En 1991 fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, del Centro Mexicano de Escritores en 1993, y de la beca Fulbright. En 1997 recibió el Premio Jóvenes Académicos de la UNAM en el área de creación.
Mapa de una ausencia, de Andrea Bajani (Siruela)
A través de una prosa exquisita, mezcla de intensa emoción y distanciamiento, una voz en primera persona, el hijo, cuenta el abandono de su madre quien lo deja para promocionar su invento “el huevo adelgazante” por varios países, hasta afincarse en Rumania. Es también la historia de los empresarios italianos que trasladan sus fábricas a la Rumania post Ceacescu y de la sociedad en girones que habita este país. Necesidad de liberación, búsqueda de la propia identidad a través de la madre y un mundo de intereses mezquinos narrados en un enigmático tono falsamente autobiográfico. Hacía años que no leía un libro perfecto, que narrara sin alardes experimentales una experiencia universal y profunda.
Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor (Literatura Random House)
La observación pormenorizada de nuestra realidad, vista sin concesiones ni lugares comunes, hace de esta novela una mezcla de ficción y crónica donde la crueldad no es un recurso para escandalizar o atraer lectores sino parte de nuestro ser constitutivo. Entre el desamparo y la miseria, Fernanda narra las vidas complejas pero minúsculas de seres que también lo son: abandonados de sus familias y parientes, abandonados de la mano de Dios. Con la estructura de un supuesto thriller donde el descubrimiento de la Bruja hace que los adolescentes que presencian el hallazgo narren sus historias, Melchor consigue hablar de la falta de amor en un mundo donde éste es lo de menos, narrado con toda la potencia de una voz que se atreve a ir de la sutileza al desmadre de quien sabe oír con mesura y a la vez con rabia.
Leer Lolita en Teherán, de Azar Nafisi (Duomo Ediciones)
¿Cómo podemos derrumbar los límites que los regímenes políticos y las culturas nos imponen, cómo podemos acceder a explicarnos y expresarnos a través de la literatura? Azar Nafisi, una extraordinaria profesora iraní se reúne con sus alumnas cada jueves de modo clandestino para leer obras de Vladimir Nabokov, Jane Austen, Hneray James y Scott Fitzgerald. A través de la lectura de estas obras las alumnas se descubren, se atreven a expresar su ser oculto y a narrar las vidas debajo del velo.
La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Ensayos sobre feminismo, arte y ciencia), de Siri Hustvedt (Seix Barral)
“La historia del arte narra siempre una historia. La pregunta es: ¿cómo contarla? ¿Cómo influye la manera de contar la historia en mi forma de mirar e interpretar el cuadro?” Al reunir sus ensayos sobre arte, literatura, psicoanálisis e historia de la cultura esta extraordinaria autora, infravalorada por la comparación inevitable que el público que no la ha leído hace al verla junto a su esposo, Paul Auster, Siri Husvedt parte de un método de análisis distinto, único. El mismo que emplea cuando escribe sus novelas. Consiste en hacerse siempre la pregunta ¿por qué siento lo que siento? ¿Por qué ante una obra de Picasso, por ejemplo, observo antes el rostro que las manos o que el cuerpo en su conjunto y por qué me produce la impresión que me produce? Husvedt parte del hecho de que la percepción está indefectiblemente condicionada por nuestros prejuicios (personales, cognitivos) y que lo que aprendemos del entorno establece una lucha con esa otra realidad que sin saberlo hemos interiorizado. Revelador y brillante.
Asesinato en el Parque Sinaloa, de Élmer Mendoza (Literatura Random House)
Otra novela de la serie del Zurdo Mendieta, esta vez a punto de retirarse para quedar hundido tranquilamente en el desencanto y el alcohol. Pero la ética de este personaje que nos encanta no puede renunciar a la petición de un amigo que le pide buscar al asesino de su hijo. Las novelas de Élmer son siempre una lección de literatura y ésta no es la excepción. La forma que tiene el autor de combinar la realidad de un país (el nuestro) donde nunca se descubre al culpable y donde al menor descuido todos lo son, con la técnica vertiginosa del thriller y el barroquismo de la voz y la tradición latinoamericana nos dan dos libros en uno: una historia que se lee con el deleite con que se oye a Élmer hablar y un manual de escritura maestra sobre el género.
La vaga ambición, de Antonio Ortuño (Páginas de Espuma)
El tema de esta serie de cuentos es irresistible para cualquier escritor: un autor en sus cuarenta –Arturo Murray—debe mantenerse a flote entre las catástrofes del pasado y el presente; entre la vida familiar que se derrumba y los avatares típicos de la vida de escritor: presentaciones con poco público, malas reseñas, sobreexposición de la vida privada y entrevistas vanas. Además del déficit presupuestario que aumenta. La única forma de remontar esta falta de gloria es fabricarse una a través del autoescarnio y una apreciación del mundo, tan cruda como a veces ingenua. Igual que su protagonista, el principio rector de Ortuño es escribir, escribir pese a todo. Y en el camino, salvar la vida a través de una ironía que demuestra que la vida se va a reír de ti de todos modos.
