#ANUARIO2017 | México en paz, México próspero, México incluyente, México con Educación de Calidad y México con Responsabilidad Global son figuras ideales que en este invierno están lejanas para los mexicanos. Esas eran las metas del Gobierno de Enrique Peña Nieto y fueron planteadas en el Plan Nacional de Desarrollo.
Una revisión de más de sus 300 indicadores, realizada por la Unidad de Datos de SinEmbargo, arrojó logros ínfimos, incumplimiento, atorones graves y ausencia de información sobre todo cuando se trata de combate a la pobreza, lo que Peña Nieto llamó “México incluyente”. Desde que se instauró en 1983, con el entonces Presidente Miguel de la Madrid, el PND jamás ha sido logrado. Especialistas se preguntan si este formato de planeación debe postergarse.
Ciudad de México, 26 de diciembre (SinEmbargo).– Sus propios indicadores lo dicen: el proyecto de Nación del Gobierno de Enrique Peña Nieto está a punto de la zozobra. Las metas planteadas en el Plan Nacional de Desarrollo por el equipo que regresó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Los Pinos fueron México en Paz, México Incluyente, México con Educación de Calidad, México Próspero y México con Responsabilidad. Ninguna ha sido alcanzada.
Desde 1983, las Administraciones federales están obligadas a presentar sus metas y objetivos en el Plan Nacional de Desarrollo (PND). En otras palabras, en ese documento, cada nuevo equipo gubernamental debe exponer el país que anhela y cómo se propone alcanzarlo mediante planes sectoriales. El PND de Peña Nieto fue elaborado a través de un programa de consulta popular en el que se recogieron demandas y propuestas. El legajo quedó dividido en cinco metas que entrañaban –en el estilo del Presidente a listar las tareas y compromisos– 31 objetivos a cumplir en seis años.
Más moderno en su formato que el de los Gobiernos anteriores, el PND de la presente Administración muestra indicadores para que la población cuente con datos de las metas propuestas, una herramienta que debe ser actualizada cada año con la presentación del Informe de Gobierno.
Esta Unidad de Datos revisó los indicadores en el Quinto Informe de Gobierno para conocer qué decía el mismo Gobierno de sus propios alcances. El hallazgo fue que 18 de 31 objetivos están incumplidos, pero en 12 –todos relacionados con el combate a la pobreza–, no hay información suficiente porque no ha sido actualizada. Y sólo uno –el de seguridad nacional– está cumplido.
Los mayores atrasos del Gobierno peñanietista están en las metas de “México con Educación de Calidad” y “México próspero”. Ejemplos de ello son desarrollar el potencial humano de los mexicanos con educación de calidad y la inclusión en el sistema educativo. También la garantía de reglas claras que incentiven el desarrollo de un mercado interno competitivo.
Si los ciudadanos desearan conocer los logros en materia social del peñanietismo, no les conviene consultar el Quinto Informe de Gobierno. Los indicadores de la meta llamada “México Incluyente” no fueron actualizados y no es posible saber si se avanzó o retrocedió. Así, el ciudadano no sabrá qué pasó con el combate a la desnutrición y la obesidad infantiles, las personas con vulnerabilidad alimentaria, el uso de métodos anticonceptivos por los adolescentes, las madres solteras en situación de pobreza o esos jóvenes con trabajos sin salario apenas superior a los seis mil pesos al mes.
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Eso en lo que toca a los indicadores públicos. El propio Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en su diagnóstico de objetivos e indicadores de los programas del ámbito social, derivados del PND, reprueba el avance hacia las metas. Según este órgano, en 25 programas hay 368 indicadores que dan cuenta del desempeño de la política social, de los cuales sólo 20 por ciento tiene avance adecuado, mientras 8 por ciento es superior a lo esperado.
De acuerdo con el Coneval, los programas sectoriales en el ámbito social deben cumplir con cuatro propósitos: claridad en resultados, largo plazo, susceptibilidad de medición, además de inclusión de su población potencial o área de enfoque. Los 25 programas analizados tienen 136 objetivos y 46 por ciento de ellos aún se enfoca en la gestión o entrega de bienes, no en los resultados.
El tic-tac para entregar la silla presidencial palpita y el ambiente en diciembre de 2017 es más electoral que de trabajo gubernamental. José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador ya están registrados como precandidatos, cada uno en un partido, para contender por la Presidencia de la República. Hay efervescencia electoral con discursos y apuestas. También debates sobre quién será el futuro Presidente de México. Pero, ¿y las metas del Gobierno actual? ¿Quién va a medirlas? ¿Quién va a fiscalizarlas?
A menos de un año del cambio de Gobierno, el politólogo Héctor Villarreal se cuestiona si tiene sentido continuar con los formatos de los planes que repiten las promesas de campaña sin proponer ningún mecanismo de fiscalización ni rendición de cuentas. “Son documentos que miden su eficacia a partir del cumplimiento de metas y de indicadores. Y entonces, no podemos hablar de éxito o fracaso. Hay una tendencia de la burocracia en hacer cumplir sus propios objetivos; pero eso no quiere decir que sea eficaz en el impacto social o en cómo inciden en las condiciones de vida de la sociedad”.
Luis Ignacio Román Morales, investigador doctorado en Economía del Trabajo y Política Social de la Universidad de París, exclama que el formato del PND permite también la retórica barata. Y el de Peña Nieto es un gran ejemplo de ello. Jamás se entendió lo que quisieron decir con ‘democratizar la productividad’ o ‘un gobierno cercano y moderno’. Son palabras que no se reflejan en ningún impacto social”.
En cinco años, el Gabinete cambió en posiciones clave. La Secretaría de Desarrollo Social ha tenido tres encargados (Rosario Robles, José Antonio Meade y Luis Enrique Miranda); la de Educación ha contado con tres (Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño y Otto Granados) la de Salud dos (Mercedes Juan López y José Narro Robles) y la de Desarrollo Agrario tres (Jorge Carlos Ramírez Marín, Jesús Murillo Karam y Rosario Robles).
Entre todos, apenas han logrado menos del 5 por ciento de lo que se propusieron.
Ahora, los antecesores de Peña Nieto tampoco lo lograron. Miguel de la Madrid (1982-1988) no concretó la renovación moral de la burocracia (combate a la corrupción), Carlos Salinas de Gortari (1088-1994) no redujo la pobreza ni atrajo al primer mundo, Ernesto Zedillo (1994-2000) no dejó garantizado el Estado de Derecho, Vicente Fox (2000-2006) no hizo de la educación la palanca principal del desarrollo y Felipe Calderón (2006-2012) no generó seguridad (esto según la revisión de los planes de cada uno).
El Presidente Peña Nieto intenta que el PND se postergue. De hecho, en septiembre pasado envió una iniciativa a la Cámara de Diputados en la que propone modificaciones a la Ley de Planeación. Una de las principales enmiendas es que los órganos autónomos puedan participar mediante convenios en la elaboración y ejecución del documento.
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LA PAZ Y PROSPERIDAD QUE NO LLEGARON
La pacificación del país era la meta con la que abre el PND del Presidente Enrique Peña Nieto. Sería medida con dos indicadores: la tasa de victimización (número de víctimas de delincuencia por cada cien mil habitantes) y el índice de Estado de Derecho. Ese México en paz hoy es una figura muy lejana para los mexicanos porque los muertos se acumulan con un ritmo que no cede.
Poco menos de 90 mil personas fueron víctimas de la muerte dolosa en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Sólo de 2015 a 2016, los homicidios aumentaron en 15.4 por ciento. En otras palabras: un incremento de tres mil 200 cadáveres de un año para otro. 2017 ha pasado a la Historia como el año más violento desde que se inició la guerra en contra del crimen organizado con 20 mil 878 muertes perpetradas bajo violencia, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
Y las tragedias con sus matazones también se le acumulan a Peña Nieto. Ayotzinapa, Tanhuato, Tlatlaya, Palmarito o Nochixtlán … Narcotráfico y robo de combustibles en las primeras y disidencia a la reforma educativa la última. Luis Ignacio Román Morales, investigador doctorado en Economía del Trabajo y Política Social de la Universidad de París, indica que si “México en paz” era una meta plasmada en el PND, sí se logró. Luego recurre a una figura irónica: “Fue una paz como la lograda por Porfirio Díaz en los años 10 del siglo pasado. La paz de los sepulcros, le llamaban”.
En cuanto al Estado de Derecho, Guillermina Paz Baena, especialista en hacer escenarios por la Universidad Nacional Autónoma de México, observa que las instituciones cuya encomienda era brindar seguridad a los ciudadanos en varios ámbitos se han derrumbado.
“El sistema de salud ya colapsó con la quiebra del IMSS y el ISSSTE. La reforma en ese sector es imposible. La Educación ya tocó fondo. No hay un organismo que tenga la confianza de los ciudadanos para garantizar contiendas equitativas. No hay ningún órgano que persiga la corrupción. Nadie quiere ser transparente”, describe.
Así es México mientras aguarda la elección de 2018, el más grande y costoso proceso electoral de la historia del país, con tres mil 416 cargos por disputar, entre ellos la Presidencia de la República. Y el Instituto Nacional Electoral está reprobado en confianza, de acuerdo con las encuestas de Mitofsky, El Financiero y GEA-ISA. Su organismo antecesor, el Instituto Federal Electoral (IFE) llegó a ser una de las instituciones con mayor credibilidad del país. Pero hoy, el 42 por ciento cree que el INE no cumple su función, 45 por ciento desaprueba la labor realizada por los consejeros y sólo el 36 por ciento de los encuestados cree que ese organismo va a garantizar la imparcialidad en las próximas elecciones.
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¿MÉXICO PRÓSPERO?
El eslogan “Moviendo a México” se mantuvo hasta 2016 en la página web de Presidencia. Se afirmaba que los mexicanos vivían en un país en donde gracias a las reformas energética y en Telecomunicaciones se había recibido una inversión por más de 82 mil millones de dólares y se habían creado más de un millón 400 mil empleos formales.
Pero las mismas estadísticas oficiales demuestran que el número de trabajadores con percepciones bien remuneradas disminuyó. Es decir, el empleo de calidad cada vez fue menor. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) indica que de los 14.5 millones de jóvenes -entre 15 y 29 años- que se encuentran ocupados en el mercado laboral, sólo 3.5 por ciento cuenta con un trabajo con más de cinco salarios mínimos, o 10 mil 515 pesos mensuales.
“El eje transversal del Plan Nacional de Desarrollo de ‘democratizar la productividad’ no decía nada. Si la democracia es el Gobierno dado por el pueblo, haciendo un galimatías, democratizar la productividad era la repartición de la riqueza. Es evidente que no ocurrió. Ahora, tenemos trabajos, pero salarios cada vez menores”, indica Román Morales, quien también es catedrático en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente.
La carrera para alcanzar la prosperidad no fue afortunada. Al cierre del sexenio, la economía habrá crecido en promedio 2.1 por ciento anual, el desempeño más bajo desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado. Así, no sólo se alejó el México Próspero; también el México incluyente que pretendía transitar hacia una sociedad equitativa, asegurar el acceso a los servicios de salud, ampliar el acceso a la seguridad social y proveer un entorno adecuado para el desarrollo de una vida digna. En lo que va del sexenio, por lo menos dos millones de individuos se añadieron a la condición de pobreza, según un cálculo de Julio Boltvinik, investigador de El Colegio de México.
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El 16 de diciembre de 2013, el Gobierno publicó el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) 2013-2018 en el que aseguraba que las reformas estructurales incrementarían el crecimiento potencial de la economía mexicana de 3.5 por ciento en su nivel inercial a 5.3 por ciento hacia 2018. El desempeño económico en este Gobierno, año tras año, no dio siquiera para lo que ellos mismos llamaron “crecimiento inercial”, es decir, sin reformas.
El mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos, los consumidores no muestran confianza y la política salarial continuó a la baja con una constante pérdida de poder adquisitivo. La foto del fin de año de 2017 está distante de aquel “Mexican Moment”, el epíteto que The Economist, la publicación británica de referencia, le dio al arranque del Gobierno de Enrique Peña Nieto, el hombre que escribiría nuevos y luminosos días del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder.
Por si fuera poco, la educación con calidad propuesta en el PND no es reconocida por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos. En su Estudio Económico 2017 señala que la gran carencia de México es justo la educación.
La organización nota insuficiencia en el nivel de aprendizaje de los alumnos, en la calidad de la impartición de las clases y en la inversión que destina México a este rubro. El documento destaca un dato: 56.6 por ciento de los alumnos es incapaz de demostrar el nivel base de competencias en Matemáticas, cuando el promedio de la OCDE es de 22.9 por ciento.
Es un panorama que contrasta con la afirmación del Presidente Enrique Peña Nieto en su Quinto Informe de Gobierno sobre la cobertura que se incrementó de 65.9 por ciento en el ciclo 2012-2013 a 76.6 por ciento para el 2016-2017, mientras que en el segundo, aumentó de 32.1 por ciento a 37.3 por ciento para el mismo periodo.
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En 1982, José López Portillo concluyó su sexenio en medio del desorden económico. Se había malgastado los recursos del llamado boom petrolero y la burocracia, con puestos ocupados incluso por sus familiares, había crecido sin límites.
Dos años antes, Miguel de la Madrid Hurtado, había sido nombrado en la Secretaría de Programación y Presupuesto (después sería incorporada a la de Hacienda), una cartera que en el mismo sexenio habían ocupado Carlos Tello y Ricardo García Sainz. Con poco tiempo para hacerse notar, este hombre que casi alcanzaba los 50 años de vida y con maestría en Harvard, logró distinguirse de sus antecesores por formular un plan global de desarrollo.
Al principio, a López Portillo le disgustó ese afán por la planeación que mostraba De la Madrid. En su libro “Mis Tiempos”, escribió: “Hoy me presentaron (Miguel de la Madrid y sus colaboradores) la matriz de instrumentación del Plan Global de Desarrollo. Una formalidad nada más para satisfacerme, como si el método matricial que se concibió en Coyoacán desde la campaña, fuera un capricho y no un sistema ordenado de informaciones para tomar decisiones …”.
Pese a ello, en las páginas posteriores de su autobiografía, el hombre de la llamada colina del perro, el que lloró en su último informe de Gobierno al asumir un fracaso frente a los desposeídos, dejó claro que De la Madrid fue destapado por “su vocación hacia el orden y el manejo prudente de las finanzas”.
Al llegar a la Presidencia, Miguel de la Madrid Hurtado introdujo pronto la iniciativa para crear el Sistema Nacional de Planeación que implicó reformas a los artículos 25, 26 y 73 de la Constitución, así como la promulgación de la Ley General de Planeación que sustituyó a la de 1930.
Desde entonces, cada Presidente de la República está obligado a presentar al inicio de su Gobierno el Plan Nacional de Desarrollo. Y de todos los que se han publicado, ninguno ha sido cumplido. Ni siquiera ocurrió con el de Miguel de la Madrid. Mucho menos con el de su sucesor, Carlos Salinas de Gortari. Ni el de Ernesto Zedillo Ponce de León aterrizó. Tampoco en los Gobiernos emanados del Partido Acción Nacional, los de Vicente Fox y Felipe Calderón. Faltan unos meses para que Enrique Peña Nieto entregue la banda presidencial y su plan está a punto de zozobrar.