El tejuino se prepara con maíz fermentado, agua y piloncillo, ingredientes que se mezclan con destreza para dar vida a una bebida que recuerda a un atole, pero con un toque único.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).- El tejuino colimense es una bebida que se remonta a la época prehispánica y que, hoy en día, se erige como un auténtico elixir refrescante. Su nombre proviene del náhuatl “tecuin”, que significa latir, el tejuino era el aliado perfecto para calmar la sed de aquellos que realizaban arduos trabajos bajo el inclemente sol.
Esta ancestral poción se prepara con maíz fermentado, agua y piloncillo, ingredientes que se mezclan con destreza para dar vida a una bebida que recuerda a un atole, pero con un toque único. Los maestros tejuineros de Colima han perfeccionado la receta a lo largo de los siglos, y hoy en día, esta delicia se sirve con hielo, limón y una pizca de sal de grano escarchada que escarcha un vaso, elevando la experiencia sensorial a un nivel único.
Colima, conocido como uno de los principales productores de limón y sal en México, aporta ingredientes de la más alta calidad al tejuino, otorgándole un sabor incomparable. La combinación de la acidez del limón colimense y la fina sal de grano confiere a esta bebida una exquisitez única que cautiva los paladares más exigentes.
Aunque el Tejuino también es una delicia en otras tierras como Jalisco o Nayarit, la versión colimense tiene su distintivo encanto. En Colima, se disfruta el Tejuino en su forma más pura, mientras que, por ejemplo, en el estado vecino, Jalisco, es común añadirle una bola de nieve de limón, creando así una variante refrescante y divertida de esta antigua bebida.
Esta joya refrescante de la época prehispánica, hoy en día se puede saborear en diversas regiones, destacando Nayarit, Jalisco y Colima. Sin embargo, cada región imprime su toque único a esta ancestral bebida. Este intercambio de sabores tiene sus raíces en el virreinato, cuando parte de Jalisco y Nayarit pertenecían a Colima, compartiendo así no solo fronteras geográficas sino también costumbres, gastronomía y cultura. La tradición de compartir el Tejuino se convierte así en un legado cultural que une a estas tierras.