El amor y hasta la pasión por la naturaleza encarnada en el chile brotan en muchas otras dimensiones de la vida mexicana. Su especificidad como planta se despliega en todo el país en diversas formas y climas; sus atributos gastronómicos, como especie o alimento deliciosos; sus usos en la medicina antigua y actual; su papel en los ritos contemporáneos y pasados en las diversas comunidades que forman parte de nuestro mosaico cultural.
Por Margarita de Orellana
A Janet Long-Solís
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).- En la historia cultural de México el chile ha mostrado una gran tenacidad. Aparece de diferentes maneras en todas las manifestaciones significativas y no pocas veces sorprendentes. Las flores y frutos del chile, por ejemplo, son cada vez vistos y representados como pequeñas obras de arte. Hacen pensar en pequeñas esculturas vegetales coloridas y hasta en diversas formas abstractas. Lo vemos en la obra de Eugenia Marcos, de Armando Ahuatzi; aparece en bodegones del siglo XVII al XX, de ilustradores científicos como Elvia Esparza, de grabadores como Joel Rendón, de fotógrafos, diseñadores, escritores, músicos, que hacen con el chile infinidad de composiciones de todo tipo. Entre los variados mexicanismos y las expresiones populares, nuestra lengua se queda a medios chiles. Sus formas son apreciadas e interpretadas en el arte, pero no sólo en él.
El amor y hasta la pasión por la naturaleza encarnada en el chile brotan en muchas otras dimensiones de la vida mexicana. Su especificidad como planta se despliega en todo el país en diversas formas y climas; sus atributos gastronómicos, como especie o alimento deliciosos; sus usos en la medicina antigua y actual; su papel en los ritos contemporáneos y pasados en las diversas comunidades que forman parte de nuestro mosaico cultural.
Como lo demostró ampliamente Janet Long-Solís en su excepcional obra Capsicum y cultura, la historia del chilli: “el chile es uno de los atributos que identifican al mexicano y una constante cultural a través de nuestra historia. ¿Qué sería México sin el chile y qué sería el chile sin este país?”.
En las páginas que siguen, Alfonso Alfaro nos recuerda que “el chile al saborearlo es motivo de euforia, pero también de sutileza”. Desentraña aspectos originales sobre lo que este fruto nos significa y nos deleita, además de lo que aporta en imaginación y deseo. Y cómo “estas ingestas de alta intensidad son necesarias para quienes conectan con las esferas de lo excepcional, de lo exclusivo, de lo gratuito, propios e indispensables al ser humano”. Y cómo el gusto, siempre presente, abarca tantas experiencias en consonancia con nuestros sentidos. (…)
La autora Bulbul Sharma nos demuestra que a la India se expandieron, sin saber cómo, no sólo el chile sino hábitos y manías actualmente vigentes entre los mexicanos. Actitudes y costumbres especialmente resistentes al cambio cultural. Es común que muchos connacionales viajen con sus chiles a cualquier parte del mundo, que sea indispensable y que hasta lo lleven como amuleto. Si no supiéramos que Sharma es india nos hubiera parecido que su relato fue escrito por una mexicana. (…)
Como se mostró en nuestro número 126, titulado El chile, fruto ancestral, este alimento es también motivo de fiestas tradicionales en Olinalá, Guerrero. Gracias a los trabajos de varios antropólogos, sabemos que los ritos en los que el chile juega un papel importante se siguen realizando en todo el país, especialmente en comunidades indígenas. En este número, el texto de Danièle Dehouve nos explica el uso ceremonial del chiltepín entre los tlapanecos de Guerrero. Y cómo en cincuenta poblados de esa región se busca obtener este tipo de chile para sus ceremonias. Chiltecpin significa, en náhuatl, chile pulga, por pequeño y porque pica tan intensamente como este insecto. Los tlapanecos que se autonombran me’phaa y hablan una lengua tonal de la familia otomangue, mantienen viva esta antigua tradición en la que el caldo de chiltepín en sus ritos debe ocasionar, más que placer, dolor; es un alimento de penitencia. Con otros dos ingredientes rituales dolorosos se transmite fuerza y protección contra las malas influencias. (…)
Las aves it’abi en Palmital San Lorenzo, Tantoyuca, Veracruz, son consideradas sagradas porque son polinizadoras de chile piquín, además de visionarias. El chile en esta comunidad goza de múltiples usos y características curativas y mágicas. Magdalena Hernández Martínez narra los conocimientos que su abuela curandera tradicional le transmitió (…).
Como una aportación sustancial a esta edición, Alfonso Alfaro muestra la convergencia entre la naturaleza del chile como fuego solar en la boca y los rituales de la zona del Tajín, donde sus leyendas, sus voladores y la arquitectura misma buscaban la fórmula perfecta en la que lo más intenso de la tierra y lo más intenso del cielo confluían en los humanos. Fue en la comarca del Tajín donde la mezcla, súbita de magnificencia y luego equilibrio, alteraba y daba nueva serenidad a los sentidos y al sentido de la vida.
Este domingo presentaremos esta nueva edición de nuestra revista, El chile. Euforia y sutileza, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La cita es a las 12:30 en el salón H del Área Internacional. ¡Acompáñanos!