De acuerdo con los estudios, el dolor de cabeza es uno de los síntomas más frecuentes entre los pacientes de COVID-19, lo que podría servir para diagnosticar tempranamente la enfermedad.
Por Ángel L. Guerrero Peral
Grupo de investigación en Cefaleas Servicio de Neurología, Hospital Clínico Universitario de Valladolid, Universidad de Valladolid
Madrid, 26 de noviembre (The Conversation).- La pandemia de COVID-19 lleva ya casi dos años entre nosotros. Pacientes y profesionales de medicina han tenido que aprender a marchas forzadas las características fundamentales de esta enfermedad. Se han buscado diagnósticos tempranos que favorezcan el control epidemiológico de la pandemia. También un tratamiento precoz así como marcadores pronósticos y de respuesta a las terapias disponibles para minimizar el impacto de esta enfermedad en la vida de los pacientes.
En este contexto, un grupo de investigación de cefaleas del Hospital Clínico Universitario de Valladolid se centró en el estudio de los dolores de cabeza, pues desde el principio observaron que era un síntoma presente en muchos enfermos. El objetivo era determinar su incidencia relacionada con el coronavirus, establecer sus características y evaluar su influencia en la evolución de estos pacientes.
CEFALEA, UNO DE LOS SÍNTOMAS MÁS COMUNES
Para evaluar las cefaleas, durante el primer mes de la pandemia (entre marzo y abril de 2020) se analizó una población de 2 mil 194 pacientes diagnosticados. De estos, 580 ingresaron en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid y mil 614 fueron manejados de forma ambulatoria.
Lo primero que llamó la atención de los resultados fue que casi un 25 por ciento de pacientes (y en un porcentaje muy similar entre hospitalizados y ambulatorios) habían presentado dolor de cabeza. Se trata, pues, de uno de los síntomas no respiratorios más frecuentes en esta enfermedad.
Además, los investigadores tuvieron la oportunidad de entrevistar a 458 pacientes con cefalea. Con este estudio mostraron que un 27.9 por ciento de los pacientes refirieron que la cefalea fue el primer síntoma de su enfermedad, incluso por delante de la fiebre (23.1 por ciento) o la tos (13.1 por ciento).
De hecho, la cefalea apareció durante los primeros cuatro días de la enfermedad en más del 75 por ciento de los entrevistados y en el primer día en el 40 por ciento. La duración media de la cefalea fue de siete días, pero en un 12.9 por ciento de pacientes persistía al cabo de un mes del inicio de su enfermedad.
Todos estos datos nos permiten confirmar que la cefalea es un síntoma muy frecuente en la COVID-19. Además, aparece de forma precoz y con un fenotipo relativamente característico. Por ello, ante un paciente con una cefalea de nueva aparición en el contexto epidemiológico adecuado se debe sospechar, aún en ausencia de otros síntomas, una posible COVID-19, lo que debe conducir a las correspondientes medidas de diagnóstico y aislamiento para evitar la propagación de la enfermedad.
UN DOLOR DE CABEZA DISTINTO AL DE OTRAS INFECCIONES
En la clasificación internacional de cefaleas existe el diagnóstico de cefalea atribuida a infección viral sistémica. Pero desde el principio del mencionado estudió se observó que la cefalea relacionada con la COVID-19 no encajaba, al menos totalmente, en ese marco.
Por ello se buscó caracterizar este tipo de malestar. Así se observó que se trataba de un dolor generalmente bilateral que predominaba en la mitad anterior de la cabeza y de carácter opresivo.
Este tipo de cefalea produce discapacidad a los pacientes, de forma que más de dos de cada tres personas evitan el ejercicio físico cuando la padecen. Y no solo eso: un 26 por ciento la describen como la peor cefalea que han tenido en su vida.
En los pacientes que la padecieron también es descrita como el síntoma más molesto durante la fase aguda de la infección. Más del 90 por ciento requieren tomar algún analgésico, si bien en un 19.4 por ciento no existe respuesta a los mismos.
En definitiva, la cefalea relacionada con la COVID-19 puede ser discapacitante, de forma que los pacientes que la padezcan deben ser evaluados de manera apropiada. En los casos necesarios debería ofrecerse tratamiento que minimice los síntomas causados por esta.
¿SE ASOCIA LA CEFALEA A UNA MENOR MORTALIDAD POR COVID-19?
Por último, en la población de pacientes hospitalizados también llamó la atención que la cefalea se asociaba con frecuencia a anosmia (pérdida total del olfato). Este síntoma, según estudios previos, se relaciona con una menor mortalidad asociada a la COVID-19.
Del mismo modo, se observó que había dos subtipos de cefalea relacionada con la COVID-19. En un 25 por ciento de los hospitalizados la cefalea les recordaba a la migraña mientras que para un 50 por ciento era característicamente opresiva y localizada en la parte anterior de la cabeza (la frontal).
Tras estudiar estos resultados, se constató que el paciente con tipo de cefalea menos frecuente, aquel con características migrañosas, presentaba signos bioquímicos de COVID-19 grave. Sin embargo, en los pacientes con la cefalea más habitual, la opresiva y de predominio frontal, los marcadores bioquímicos correspondían a una menor gravedad de la COVID-19. Por tanto, se cree que puede ser el reflejo de una respuesta del sistema inmune frente a la infección más eficiente.
Ahora, el reto al que nos enfrentamos es analizar los casos en los que la cefalea persiste tras la resolución del resto de los síntomas de la enfermedad, caracterizándola y determinando los tratamientos que pueden ayudar mejor a estos pacientes.