Las madres que integran la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos denunciaron que México y Guatemala han construido muros invisibles en la frontera sur más peligrosos y letales que la barda de concreto que propone Donald Trump en la frontera norte. También alertaron que para los migrantes centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos, Donald Trump se volverá otra amenaza; sin embargo, la México –país de la muerte, de las fosas y de las violaciones a los derechos humanos por las autoridades coludidas con el crimen organizado– está latente desde hace muchos años.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).– Después de Donald Trump, Presidente electo de Estados Unidos, México es la segunda amenaza para los migrantes centroamericanos en su búsqueda hacia el país del norte. En territorio mexicano les espera muerte, la desaparición forzada, violaciones a sus derechos y todo tipo de vejaciones, acusaron las madres de la doceava Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos.
La amenaza del magnate, que arribará a partir del próximo 20 de enero la Casa Blanca, es puntual: deportar a al menos tres millones de indocumentados con antecedentes penales. Muchos de ellos, migrantes centroamericanos, deberán cruzar de nuevo México. Y aquí les espera lo que muchos de los hijos de las 41 madres que integran la Caravana no pudieron sortear: el camino de la muerte.
“Nuestro lema es: ‘buscamos vidas en caminos de muerte’. Para nosotros México ha sido el camino de muerte para los migrantes. Todos los que estamos aquí es porque México fue el lugar donde fue la última llamada. Nos preguntan que por qué estamos en México, y es porque aquí se perdieron. Demandamos al Gobierno mexicano verdad y justicia porque él tiene los mecanismos, los instrumentos para hacer búsquedas y vemos mucha negligencia”, dijo Catalina López en entrevista con SinEmbargo, representante de las mamás de Guatemala en la Caravana.
Catalina afirmó que la amenaza de Trump se sumará a las deportaciones masivas que se dieron durante la administración del Presidente Barack Obama y al “trabajo sucio” que ha hecho México, y ahora Guatemala.
México y Guatemala, dijo, han construido muros invisibles en la frontera sur más peligrosos y letales que el muro de concreto que propone Donald Trump en la frontera norte.
“México está haciendo el trabajo sucio de los Estados Unidos, y Guatemala se ha sumado a ese trabajo sucio con el Plan Frontera Sur y el Plan Prosperidad. Han hecho que no haya muros visibles, sino muros invisibles a través de la seguridad que para los migrantes se vuelve inseguridad con el Ejército, la policía y el crimen organizado, todos cómplices”, advirtió.
Ayer las mamás que integran la Caravana pidieron al Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto abrir el asilo a los migrantes centroamericanos en tránsito y otorgar visas para evitar las constantes violaciones a sus derechos humanos.
"Ya basta de seguir desinformando a la población y seguir alentando falsas esperanzas. Es hora de hacer efectivo el asilo humanitario. Exigimos una apertura con mayor flexibilidad en todos los requisitos para la obtención del visado a los centroamericanos en tránsito, cuidando que nuestros compatriotas no cruzarán indocumentados exponiéndolos a constantes violaciones, secuestros y ejecuciones por parte del crimen organizado y de autoridades cómplices y corruptas", dijo Anita Celaya, mamá representante de El Salvador.
Los criminales, agregó Anita, hacen “su agosto con la creciente extorsión, secuestro y desaparición forzada de los migrantes mesoamericanos”.
Anita perdió a su hijo Rafael Alberto Rolin hace 14 años. Desde entonces no sabe nada de él. El joven tenía 23 años cuando emigró de El Salvador con la finalidad de encontrarse con su pareja en Estados Unidos. Se quedó en el camino: en México.
“Ese señor [Trump] no ha contemplado la dimensión del daño que pueda causar. No solamente es a nivel centroamericano, sino también en México. Hay muchos mexicanos que están allá con papeles de residencia. Lo que él tiene es fobia por nuestra gente latina. Pero nosotros queremos que se visibilice el dolor causado por los desaparecidos, por la migración indocumentada, el dolor que vivimos las madres de no tener a nuestros hijos”, dijo.
ADEMÁS
SALIR DE CENTROAMÉRICA PARA VIVIR MEJOR
Anita Celaya narró que su hijo huyó de la pobreza. No tenía trabajo. Además la violencia en El Salvador era insostenible. Hoy la situación en ese país es incontrolable, pues las pandillas, como la Mara Salvatrucha, reclutan por la fuerza a los jóvenes para engrosar sus filas.
“Las pandillas llegan a las casas y si hay jóvenes los quieren reclutar. Si no quieren unirse, los obligan a irse de sus hogares. Yo como madre, ¿cómo voy a querer que a mi hijo lo reclute la pandilla, si ellos nada más conocen la cultura de la muerte?”, dijo Anita.
Los que no huyen de la “mara”, huyen de la pobreza y la falta de oportunidades. Así perdió Nohemí Yamilet Álvarez a su hijo Gilver Josué Álvarez, de sólo 15 años de edad.
Gilver buscó el “sueño americano” hace tres años como lo hizo en un primer momento su hermano mayor, quien vive en Estados Unidos y trabaja en un restaurante. Un día el menor le dijo a su madre que era tiempo de emprender el camino desde Honduras hasta el país anglosajón que parecía prometer los dólares para que Nohemí pudiera tener una casa y mejorar su calidad de vida.
“En Honduras no pueden encontrar un empleo. Ellos, aunque trabajen sembrando maíz, frijoles, les pagan muy poco. Por eso los jóvenes de mi país emigran, se van a Estados Unidos para sacar a su familia adelante. Gilver tenía ilusiones de tener una casa. Yo soy madre soltera y él me decía: ‘mami yo me quiero ir para el norte, porque no quiero que usted siga trabajando. Ya usted trabajó mucho por mí, ahora yo quiero que usted tenga su propia casa’. Desgraciadamente el sueño que él tenía, no se le hizo realidad”, recordó.
Nohemí tuvo el último contacto con Gilver a través de la red social Facebook. Le dijo que estaba en Caborca, Sonora, y que el “coyote” le ayudaría a cruzar la frontera.
“Son tres años sin mi hijo. Tres años de angustia. En las noches no duermo, me despierto a media noche y pienso: ¿Dónde estará Gilver? ¿Quién me lo tendrá? ¿Estará vivo? ¿Estará muerto? ¿Será que me lo mató ese ‘coyote’? Mi corazón de madre me dice que Gilver está vivo”, dijo.
Ilda Luz Rivera busca a su hijo René Wilmoris Ramírez. El joven dejó El Salvador en 2003 por amenazas de muerte. Vivió en Guatemala dos años y en 2005 se trasladó a México.
“Él se vino porque no podía vivir donde nosotros. Esa fue la salida de él, no porque haya querido estar retirado de nosotros. No podía vivir allá y para evitar que mis otros hijos corrieran peligro, salió de la casa”, cuenta.
Pero un día, sin más, Ilda y René hablaron por teléfono por última vez. Su hijo se perdió en el camino por el país que necesariamente los migrantes tienen que cruzar para llegar a Estados Unidos.
Samuel Mejía, de Guatemala, busca a su hermana María Mejía Lastor, quien desapareció en México en 2010, luego de permanecer cinco días en la ruta del migrante. La última vez que habló con ella fue el 15 de septiembre de ese año. Le dijo que estaba en Puebla.
“México es de mucha violencia, muchos crímenes en este país. Muchos dicen 'México lindo'. Pero yo lo que veo es que México es un cementerio, porque muchos migrantes han muerto en este país, en casi todos los estados porque no hay seguridad”, dijo.
Las mamás y los familiares que viajan en la Caravana tienen la esperanza de encontrar una pista que les indique que sus desaparecidos siguen vivos. Sueñan con el reencuentro y coinciden que seguirán recorriendo el país cada año hasta envejecer y morir. Hasta encontrar a sus hijos y familiares desaparecidos en un país de tránsito.
“Ellos sólo pasan por aquí. No se llevan nada de México, ni el lodo en sus zapatos. No hay motivos para que les hagan esto”, lamentó Nohemí.