Arnoldo Cuellar
26/11/2015 - 12:01 am
La misoginia militante de los hombres de poder
Escucho un argumento repetido hasta la saciedad por hombres con poder que dice, con variantes, lo siguiente: “no estoy de acuerdo con las cuotas de género, creo en las capacidades; si hay mujeres capaces, adelante, que accedan a posiciones de responsabilidad”. Sin embargo, en la realidad, en gobiernos y empresas donde no opera la paridad […]
Escucho un argumento repetido hasta la saciedad por hombres con poder que dice, con variantes, lo siguiente: “no estoy de acuerdo con las cuotas de género, creo en las capacidades; si hay mujeres capaces, adelante, que accedan a posiciones de responsabilidad”.
Sin embargo, en la realidad, en gobiernos y empresas donde no opera la paridad de género que ya obliga a los partidos a postular igual número de hombres que de mujeres, es abrumadora la mayoría de varones, muchos de los cuales muestran su incapacidad de forma ostensible, pero no por ello pierden su posición.
En el gobierno del panista Miguel Márquez en Guanajuato, un político que antes de eso ha sido seminarista y que proviene de una región de arraigado machismo, la zona limítrofe con los Altos de Jalisco, de trece puestos de primer nivel en su gabinete, el reparto es así: doce hombres, y una mujer.
Recientemente el PAN aprobó en una asamblea extraordinaria establecer la paridad de género en sus órganos de dirección del partido, una medida a la que parecen llegar tarde, sobre todo si se toma en cuenta la extraordinaria participación femenil que registra este partido en sus últimos años.
Ello motivó que una reportera de Zona Franca le preguntara al Gobernador de Guanajuato, reconocido en esa misma asamblea como “modelo de decencia política”, si pensaba avanzar en el equilibrio de género en su gabinete.
La respuesta es la típica esperable de la misoginia nada residual de nuestros hombres con poder: “Yo nunca hice un compromiso de paridad, no hay una ley que así me lo exija, lo que sí es importante es que le damos el lugar a las mujeres por su capacidad, por su entrega, su profesionalismo en las diferentes áreas en que estamos trabajando”.
Cabe señalar que entre sus trece secretarios de despacho, Miguel Márquez tiene varios severamente cuestionados: el de Gobierno, el de Salud, el de Seguridad, el de Obra Pública, el de Finanzas; además de la única mujer, en el área de Transparencia y Rendición de Cuentas.
Es decir, el argumento de la capacidad es el que menos funciona para defender la actual composición del gabinete de Márquez, quien muy bien podría hacer un recambio completo sin que se extrañara a los actuales.
El tema es otro. Desde posiciones de poder ejercidas por hombres no se está viendo la capacidad de las mujeres. Al buscar perfiles e piensa en hombres, se dialoga entre hombres, las mujeres siguen siendo invisibles y si insisten en aparecer, son sumamente incómodas.
He escuchado incluso el increíble y condescendiente argumento en el círculo del Gobernador Márquez de que las mujeres no deben acceder a cargos de alta responsabilidad, porque si fracasan, le cerrarán la puerta a otras mujeres, como si el recurrente fracaso de hombres incapaces le hubiera cerrado la puerta a otros hombres.
En esa línea, la mala imagen de la ex Alcaldesa priista de León, Bárbara Botello, que dejó una secuela de corrupción y frivolidad a su paso por León, es otro episodio de esta equívoca batalla, donde los detractores de la equidad utilizan ese fracaso político para estigmatizar las capacidades de las mujeres, mientras que Botello utiliza el argumento de la misoginia en su contra, para evitar responder a los señalamientos de que es objeto.
Ni lo uno ni lo otro: el acceso de las mujeres a cargos de responsabilidad en todos los ámbitos no puede ser frenado por un paternalismo proteccionista que no esconde sus tintes discriminatorios; como tampoco las obligaciones de las mujeres que acceden a esos puestos puede ser eludida por presuntas hipótesis conspiracionistas de género.
En medio de todo este debate, algo que queda claro es que la clase política permanece a la zaga de los avances que se registran en la sociedad, donde millones de mujeres ejercen poder en ámbitos como el educativo, el empresarial y el familiar sin necesidad de cuotas o leyes proteccionistas.
Resulta una verdadera vergüenza que hombres intelectualmente competentes, en el mundo abierto de hoy, se encuentren buscando líneas argumentales sofisticadas para impedir lo inevitable: el reconocimiento pleno de los derechos de la mitad de la población del planeta. Vaya desperdicio de energía.
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