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María Rivera

26/10/2023 - 12:01 am

Alto a la masacre

“Los palestinos no están ‘muriendo’, como si se tratara de un fenómeno natural. No se están desvaneciendo bajo meteoritos, sino siendo despedazados por misiles israelís”.

“¿Por qué el mundo no ha parado esta infamia?” Foto: Abed Khaled, AP

La semana pasada le comentaba sobre la matanza que Israel lleva a cabo en Gaza al bombardear indiscriminadamente a civiles. Me encantaría poderle dedicar esta columna a otras cosas menos amargas, querido lector. Pero resulta que sucede un fenómeno muy extraño: estamos frente a una atrocidad brutal, pero muchos de los medios occidentales no lo reportan como tal. Como si el asesinato de niños, niñas, mujeres, periodistas y hasta funcionarios de la ONU no significara nada, o peor fuera aceptable.

Como si asesinar médicos, dejar sin agua, sin electricidad, sin medicinas, sin medicamentos y finalmente sin hospitales a los enfermos y heridos, no significara un gran crimen. Por ejemplo, fíjese que hoy en la mañana escuchaba en un noticiero la escalofriante noticia de que si no se restablece, en horas, la electricidad de los hospitales, los pacientes morirán. Morirán bebés que se encuentran en incubadoras, en cuestión de horas si Israel no permite la entrada de combustible, todos esos enfermos y heridos. La noticia, ya se suyo terrible, no generó ningún comentario en la periodista que solo relativizaba diciendo que era una guerra y bueno, cuando todo el genocidio termine, ya  se averiguará qué ocurrió, como si no lo supiéramos ya, como si no estuviéramos siendo testigos de una guerra genocida.

Venía yo manejando y escuchando esto, atónita. La prensa, mucha, no ha salido del chantaje que se ha impuesto sobre el tema. Como si la imparcialidad significara no cubrir la guerra como es: con una terrible asimetría, y definitivamente sangrienta y, sobre todo, como si la guerra, esta guerra no se tratara de un pueblo que está siendo asesinado. La verdad más obvia y cruel y la razón también del desenvolvimiento del futuro del conflicto. De eso se trata, querido lector, de que un país ha podido, durante décadas, encerrar, humillar, asesinar a la población palestina.

Y habría que empezar por el lenguaje: los palestinos no están “muriendo”, como si se tratara de un fenómeno natural. No se están desvaneciendo bajo meteoritos, sino siendo despedazados por misiles israelís. Asesinados, es la palabra. No hace falta decir, creo, que asesinar a niños ya sea con un fusil o con una bomba, es asesinarlos. Ambos son crímenes imperdonables, pero barrer la tierra de Gaza y matar 700 civiles en un día significa una forma de masacre que tiene un nombre preciso: exterminio. Sí, es una guerra, pero una guerra en la cual una parte tiene un poder militar muy superior sobre la otra. Un poder que busca la destrucción total de su enemigo, y el robo ilegal de su tierra.

¿Por qué el mundo no ha parado esta infamia? Es una pregunta que deberíamos hacernos ¿por qué un país puede invadir a otro, robarle sus tierras, asesinar a miles de civiles sin que la comunidad internacional le ponga un alto? ¿cómo es esto posible? No es que la gravedad de las masacres no se conozcan, ni que Israel lo haga subrepticiamente. No, lo hace ante los ojos del mundo, ante las organizaciones defensoras de derechos humanos que están en la zona, ante cualquiera que quiera asomarse a las noticias. Lo hace frente a millones de ojos, más abiertos que nunca, gracias a las redes sociales y el internet. No solo lo ven los políticos poderosos, los gobiernos, sino cualquiera que tenga acceso a un teléfono. Fotos que parecen infinitas de niños heridos, asesinados, en morgues improvisadas, cuerpos de personas aplastados bajo escombros, en su propia cama. Una madre y su hijo, que no tuvieron oportunidad de moverse siquiera antes de ser aplastados por el techo. Niños brutalmente heridos siendo operados en el piso de un hospital, sin anestesia. Médicos desesperados operando bajo la luz de sus teléfonos celulares, fotos de panaderías bombardeadas, edificios, barrios completos, destruidos. Videos de madres, padres, hermanos, hijos transidos por el dolor de saber que los suyos han sido asesinados. Dolor y mucho miedo en los ojos de los niños que tiemblan incontrolablemente, pérdidas que no sé ni siquiera cómo habrán de tolerar los sobrevivientes ¿cómo se levanta un pueblo de esto? ¿qué pasará con los huérfanos, los padres, hermanos, madres, que perdieron a los suyos? ¿después de que destruyeron sus casas, mataron a los suyos, los obligaron a refugiarse en tierras que no son suyas, qué harán los sobrevivientes? ¿Qué harán esos niños que han sido ya arrasados por el espanto, como varias generaciones? ¿En serio Netanyahu creerá que su locura homicida les traerá alguna paz a sus ciudadanos? ¿Cuántos domos protectores más necesitarán, cuántos refugios antiaéreos, cuántas bombas y tanques y artillería para defenderse después de arrasar a un pueblo, durante décadas?

¿Cuánto más podrán aguantar los civiles de Gaza? ¿Cuántos niños y niñas más morirán? ¿Cuánto más horror el mundo va a tolerar antes de decir basta? Tarde ya es, demasiado, para miles. Una tragedia, querido lector.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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