En esta ocasión no puedo hablar de los bichos de los que siempre hablo y de los que tanto admiro, no puedo hablar de los insectos porque la tristeza e indignación me corroe las venas. Estamos desechos como sociedad por permitir que nos gobiernen y tomen decisiones los personajes que tenemos actualmente. Asesinos, que son capaces de desaparecer, de matar a la juventud a las primeras de cambio por no soportar sus críticas, por no soportar que sean diferentes y que pongan de manifiesto las incongruencias del sistema y la corrupción que nos inunda, que pongan en duda el futuro que nos depara el modelo que estamos siguiendo como nación.
La actualidad mexicana nos demuestra que nos hemos convertido en seres despreciables, los bichos que yo intento dar a conocer que son feos y en ocasiones peligroso, parecieran tener muchas mas cualidades que nuestra sociedad en estos momentos. No podemos permitirlo, si lo hacemos somos todos parte del bicho ignominioso en el que se ha convertido nuestra sociedad.
A los bichos se les acusa de ser terribles y sin escrúpulos porque una mantis o una viuda negra se pueden comer a los machos después de copular, porque las hembras no cuidan a los huevecillos que dejan sobre el follaje, porque una libélula macho mantiene cautiva a la hembra hasta que está seguro de que sus espermas han fecundado sus óvulos. ¿Pero que decimos de una especie que mata a sus jóvenes? Nos hemos convertido en animales irracionales, en animales que dejaron de utilizar el maravilloso órgano que es el cerebro, en animales que dejamos de pensar en el bien común, en una sociedad que no le importa la comunidad, donde el bien particular es lo que se busca a toda costa, en este caso, a costa de la juventud.
¡Basta ya! No podemos permitir que nuestra sociedad se convierta en lo que aborrecemos de otras especies, en los bichos que funcionan únicamente por instinto de supervivencia individual, que no consideran la empatía, la solidaridad, la preocupación por los demás. Tenemos que combatir la corrupción, que sean presentados ante la justicia los culpables de la matanzas (tanto intelectuales como de hecho) y que la rendición de cuentas sea la normalidad de nuestro país y no la excepción. Depende de todos nosotros, los políticos tienen que rendir cuentas.
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!