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María Rivera

26/09/2024 - 12:01 am

Militar

“Qué irresponsabilidad, dejar en manos de militares las funciones de la policía, de los aeropuertos, de los trenes, de todo cuanto el presidente quiso sacar a los funcionarios civiles, aduciendo corrupción”.

Elementos de la Guardia Nacional realizan patrullajes constantes por la zona del bordo de la línea fronteriza que divide México de los Estados Unidos, esto con el objetivo de evitar que la delincuencia organizada realice el cruce de sustancias ilegales al país fronterizo.
“La reforma judicial, la reforma militar, y las demás reformas que pretenden llevar a cabo, en poco tiempo habrán alterado la naturaleza de nuestro país”. Foto: Rogelio Morales Ponce, Cuartoscuro

Qué dura y qué íntima decepción, querido lector, que el primer gobierno de izquierda haya sido quien militarizara al país, formalmente, en la Constitución. Que el presidente López Obrador fuera quien decidiera ceder muchos espacios que eran civiles a los militares, en un sexenio, cambiándole el rostro al país. Que, en los últimos días de su mandato, con la ayuda de diputados y senadores de izquierda terminara de legitimar la aberración de cederle al ejército las funciones de seguridad pública y de abrirle la puerta a peligrosísimas funciones que solo los civiles podían realizar en México.

Sí, fue Calderón quien sacó a los militares a las calles, sí, fue un desastre el narcoestado impuesto por la supuesta guerra contra el narco y la tragedia sangrienta que, desde entonces, sucede en este país. Pero ha sido un gobierno que se dice izquierdista y humanista, el del presidente López Obrador, quien decidió elevar a rango constitucional la aberración calderonista. Para que sea transexenal, para que el poder militar se asiente en el país más allá de los civiles que ganen las elecciones, porque se ha vuelto constitucional.

Qué vergonzoso, que quienes antes de llegar al poder eran críticos de la militarización, ahora sean sus promotores sin sonrojo, que intenten incluso usar eufemismos para referirse a lo que a todas luces es una militarización profunda e irresponsable del país que, por desgracia, se extenderá indefinidamente, mientras esos cambios constitucionales estén vigentes. Es decir, hasta que llegue otra fuerza mayoritaria al país y lo cambie ¿cuántas décadas pasarán, cuánta sangre, cuántas violaciones a los derechos humanos, cuánta libertad habremos perdido antes de que eso suceda? Es imposible saberlo, querido lector. Los cambios a la Constitución son profundos y aberrantes, así como el poder que los militares tendrán de manera formal a partir de la reforma que la mañana de ayer la Cámara de Senadores aprobó y que estos días será aprobada por los congresos estatales.

Dirán que es la voluntad del pueblo, muy retóricamente, o incluso tratarán de ocultar la palabra “militarización” para defenderse de la vergüenza y la responsabilidad de haber llevado a cabo lo que criticaron con tanto ahínco en los gobiernos panistas y priistas. Porque eso debe de haber en alguna parte de esa clase política que, en un sexenio, cambió radicalmente su postura en torno a los militares y la seguridad pública, empezando por el presidente. Qué profunda vergüenza que la fuerza mayoritaria, plegándose a sus decisiones se haya olvidado de sus críticas y haya abrazado la causa militarista para asegurar un legado que debería de haberse sostenido por sí mismo, no con botas y fusiles.

Qué irresponsabilidad, dejar en manos de militares las funciones de la policía, de los aeropuertos, de los trenes, de todo cuanto el presidente quiso sacar a los funcionarios civiles, aduciendo corrupción. Como si el ejército no pudiera corromperse y no se hubiera corrompido con dinero ensangrentado y sucio del narco, como si no tuviera un pasado oscuro cuando reprimió y asesinó a mansalva a estudiantes, cometió horrores durante la guerra sucia, asesinó extrajudicialmente a muchos. Qué desmemoria, querido lector.

Ahora, ya no hay nada que hacer, el presidente López Obrador terminará su sexenio en unos días y se irá a su rancho en Palenque, se habrá acabado su gobierno y puede ser que hasta su influencia. Lo que quedará, sin embargo, son estas reformas, activas, en la vida de todos. Cuando incluso el obradorismo desaparezca o mute o sea derrotado en las urnas, los militares seguirán allí, empoderados y sirviendo a otros políticos y a otros intereses porque lo dice la Constitución.

La soberbia del oficialismo es tan grande que incluso les impidió ver que algún día perderán el poder, que más allá de ellos está el país y que sus reformas habrán sentado las condiciones para que exista un gobierno militar represor. Ese será su legado, su trágico legado, una militarización de “izquierda” llevada a cabo para preservar más allá de un sexenio un cambio político. Ambición y cortedad de miras. Porque téngalo por seguro, querido lector, en algún momento esa izquierda perderá el poder (si México sigue siendo democrático) y el voto de la mayoría lo decide. La embriaguez de poder del oficialismo y su arrogancia tendrán un costo muy alto para ellos, pero también para todos los mexicanos.

Por supuesto, el futuro es impredecible y solo podremos conocer las consecuencias de los cambios tan radicales que están llevándose a cabo estos días, durante los próximos años. La reforma judicial, la reforma militar, y las demás reformas que pretenden llevar a cabo, en poco tiempo habrán alterado la naturaleza de nuestro país. Y sí, será producto del voto de la mayoría, nadie puede discutirles eso.

Del mismo modo, algún día Morena perderá esa mayoría. No creo que ese día esté cerca sino lejos, y lamentablemente, es mi parecer que el camino a su ruina será tortuoso. O tal vez, me equivoque, querido lector y México se vuelva un país más justo, libre y democrático… cuando el poder militar termine por abarcarlo todo. Ya lo sabremos.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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