Javier Murillo
26/09/2018 - 12:03 am
China ya tiene personalidad tecnológica
Al igual que Japón en su momento, como Corea ahora mismo, China ya tiene su propia personalidad tecnológica.
En tu cara, Donald Trump. Con todo y tus aranceles del 25% contra productos chinos a fines de 2018 y la escalada en la guerra comercial: China ya es tecnológicamente imparable y te rebasó por la derecha. Al igual que Japón en su momento, como Corea ahora mismo, China ya tiene su propia personalidad tecnológica.
“China es un gigante dormido”, dijo Napoleón Bonaparte. “Y cuando se despierte pondrá al mundo a temblar”, pronosticó, sin error. Bien, en términos tecnológicos, esa inmensidad de 1.3 mil millones de habitantes ya despertó y mi pronóstico es que en 2020 dejará atrás a EU: su vigilia de hoy es la pesadilla estadounidense.
Apenas la semana pasada Amazon y Microsoft anunciaron sendas inversiones en I+D tecnológica –de Inteligencia Artificial, por cierto– basadas en China. Se suman así a los cientos de corporativos que ya están en ese vasto mercado para atenderlo, también para producir dentro de esa hipertecnologizada industria, tan sofisticada que ha prohijado fortunas como la de Jack Ma, el dueño de Alibaba, con sus 36,000 millones de dólares de cuenta personal.
La China del ensamblado manual quedó muy atrás. Ciertamente arrancó como una máquina fotocopiadora de productos y tecnologías, pero fue su ruta de arranque, el principio de su curva de aprendizaje y ahora ha superado al maestro.
Siguió un camino tecnológico muy parecido al de Japón en los años 60 del siglo pasado, o a las Coreas de los 80. En ambos casos EU se acercó a esos países, para compensar sus botines de guerra, con inversiones relativamente modestas en autopartes o aparatos eléctricos. Pronto, esas economías se convirtieron en líneas manufactureras de ensamblaje que exportaban al mercado estadounidense productos promedio, a bajo precio.
Pero crecieron. Sus ejercicios de ingeniería reversible les dieron acceso a formatos de producción que fueron mejorando paulatinamente, hasta llegar al punto en que la japonesa Toyota no sólo desbancó en calidad a los autos estadounidenses (con la salvedad de Tesla), sino que dictó las reglas de producción industrial gracias a sus estándares, que bien pronto fueron seguidos por todo el mundo.
Algo igual a lo que vivió Corea, que hoy tiene en gigantes como Samsung, Daewoo o LG a verdaderos competidores del mercado global, sin perder de vista a Hyundai, que cada temporada comercial pisa más el acelerador para igualarse en la carrera automotriz.
Pero en esos dos casos, los países eran pequeños en territorio y población, así que se convirtieron en poderosos rivales, pero no en el imperio que hoy ya se perfila en China, que tiene la fuerza poblacional apabullante, las prácticas tecnológicas, el dinero para llevarlas a cabo y un sistema político estratégico para sostenerla.
El argumento de Donald Trump sobre que China copia lo mejor de su tecnología y luego la reproduce barata, ya no aplica. Huawei es su mejor ejemplo. El gobierno estadounidense tiene vetada la marca porque, asegura, “es un medio de espionaje del gobierno chino”, cuando sería más exacto decir que es el nuevo gigante de la telefonía celular. Las consultoras tecnológicas aseguran que está a menos de 5% de arrebatar el trono al mejor vendido Samsung, y que sería en 2019 cuando Huawei se presente como la marca de telefonía móvil con más ventas a escala global.
En la geopolítica tecnológica, China se detenta como el gran gigante productor. Mientras que Japón y Corea del Sur dejaron de ser economías emergentes y, por lo tanto, se volvió caro invertir en ellas, China tiene los brazos abiertos a las inversiones, si bien su postura es, más bien, salir a buscar territorios para extender sus propios capitales en nuevos negocios.
China ya tiene más pensadores (capital intelectual) que EU. Y hace sus propias inversiones en I+D.
Al contrario de este país emergente, América Latina, no ha podido despuntar como epicentro productor tecnológico, con su propia personalidad: la vocación de línea de ensamblaje sigue patente y pesando más que cualquier otra propuesta.
China supo aprovechar su momento. Para ser justos, no fue culpa de Trump –aunque a él será a quien le explote el pastel en la cara–. Tampoco de Obama. Fue mucho antes que China ganó la guerra tecnológica, ocurrió cuando Estados Unidos optó por sacar sus líneas de producción e irse a los prometedores tigres asiáticos para producir, por sus bajísimos costos y mano de obra.
Treinta años más tarde esa decisión cambió la geopolítica de la producción tecnológica, que es justo la columna vertebral de la Era Digital y todas sus disrupciones, el distintivo de estas generaciones y del Siglo 21.
Dicen que caballo que alcanza, gana. Estamos viendo la carrera entre China y EU, intensificada por la guerra comercial. Veremos, también, cómo el caballo chino se convierte en dragón y gana por mucho más que una cabeza.
Javier Murillo Acuña
Fundador y Presidente del Consejo de Metrics
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