LA ASPIRANTE ACRÓBATA

26/09/2011 - 12:00 am


Fotos: José Antonio Cruz

Josefina Vázquez Mota habla directo y segura: “Yo no necesito bigotes para gobernar. Con faldas o con pantalones, con medias o sin medias, con tacones o sin tacones voy a ser la Presidenta de México”.

La aspirante presidencial del PAN respira rápido. Pero más rápido mueve sus ojos. Los movimientos veloces de su mirada rebasan la pronunciación misma de sus palabras. Sus manos regularmente las mantiene fijas a la mesa.

Creo que ser mujer, dice, “es sin duda una ventaja competitiva, pero no por eso ganaré la Presidencia de la República. Tengo las mejores propuestas para gobernar, la experiencia que he construido con muchos años de trabajo y una historia de vida que me honra. Suficientes para no dudar que le ganaré a Enrique Peña Nieto”.

Al interior de su partido Josefina le apuesta a la voluntad y al ejercicio de los panistas, porque sabe bien que no tiene la simpatía del Presidente de la República. Es más, recuerda con dolor los actos de misoginia que sufrió en carne propia, precisamente días después del triunfo de Felipe Calderón Hinojosa.

Por su tamaño y su aguda inteligencia parece más una niña hiperactiva. Y de hecho casi no duerme. Se acuesta a la una de la mañana y se levanta a las seis. Termina de practicar ejercicio y en seguida pregunta a sus colaboradores: “¿Cómo nos fue en los medios?”.

El reportero le comenta:

–Dice Jorge Zepeda Patterson que si usted se llamara José, en lugar de Josefina…

De repente se escucha una carcajada que sin pretenderlo irrumpe en la sala.

-Se acuerda de esa columna- insiste el reportero.

-¡Claaaaaro¡ Es de las que conservo con más cariño- responde.

Y enseguida, agrega:

“Tiene razón Jorge. Si en lugar de Josefina me llamara José no me estarían haciendo muchas preguntas que hoy me hacen. No me estarían cuestionando muchas cosas que suelen cuestionar a las mujeres, y estaría transitando más fácil. Pero estoy feliz de ser mujer, de ser un contraste y de colaborar para hacer una diferencia”.

Por eso, continua, “con faldas o con pantalones, con suéter o con vestido, con medias o sin medias, con tacones o sin tacones, las mujeres valemos por lo que somos y por lo que hacemos”.

“Yo no me voy a poner bigotes para gobernar ni para ser Presidenta de México. Lo voy a ser, dice, siendo mujer porque no es la vestimenta ni la capacidad de convocatoria lo que da la fuerza”, añade.

Y en todo caso, reconoce, “no desestimo la reflexión que hace mi amigo Jorge Zepeda sobre el machismo y la misoginia que todavía tenemos en el país, y que yo no desconozco”.

“Pero me parece –puntualiza, como lo hicimos entre 2000 y 2006, y dada esta ola de mujeres gobernando en América Latina, que México está en la antesala de tener una Presidenta y que las mujeres vamos a asumir un mayor liderazgo”.

 

–¿Y cómo manejar ese plus de género en un país de machos?

–Ahora que hemos recorrido el país tenemos la experiencia, en particular con los sectores juveniles que ni siquiera se cuestionan esto. Para ellos resulta absolutamente natural vernos a las mujeres compitiendo y queriendo tomar decisiones de poder, de riesgo y de definiciones importantes.

Hay otro sector, que es de mi edad, más contemporáneo, de los cuarenta y cincuenta años de edad, y lo que leo muy bien es que se sienten muy emocionadas con esa posibilidad porque es como un reflejo de todo eso por lo que hemos aspirado, luchado y trabajado juntas para enfrentar y superar todas las adversidades. Y hay otro sector tal vez mayor de edad que observa que esto no es tan común en México, pero está en disposición de escuchar.

Y yo creo, sin duda, que en un país como México ayuda enormemente tener 7 millones de mujeres jefas de familia, y que por primera vez en la historia hay más niñas que niños en las escuelas primarias, entre los 6 y 14 años de edad; así, que no desestimamos todo esto que está sucediendo.

Y en todo caso, también yo haré mi parte para enfrentar lo mejor posible aquellas preocupaciones que se deriven de una posición machista o una actitud misógina, pero en general puedo afirmar que son muchas más las mujeres y los hombres que me apoyan, y a ellos les voy a apostar.

 

–¿Recuerda algún momento de su vida que haya sido marcado por la misoginia?

Josefina se detiene. Por primera vez hace una pausa durante la entrevista. Pronto se reacomoda y suelta:

–Tal vez el momento más difícil que he vivido en ese sentido en la política ha sido en algunos momentos durante su transición ya cuando el presidente Calderón ganó la Presidencia de México. Hubo momentos muy difíciles donde creo que algunos aspectos fueron muy claros. Fueron momentos muy difíciles políticamente hablando.

–¿La relegaron del primer círculo o a qué se refiere?

–Fueron momentos difíciles. Sí, de mucha tensión donde se marcaron distancias. Políticamente hablando creo que tal vez fue una de esas etapas más desafiantes y difíciles que he vivido.

 

Josefina no lo dice, pero en relación a las fechas y a los hechos, en su momento trascendió en los medios de comunicación que después de coordinar exitosamente la campaña presidencial del 2006, enseguida fue relegada y políticamente linchada por los principales colaboradores del entonces presidente electo Felipe Calderón. Incluso se dijo que su lugar fue cedido sin justificación a Juan Camilo Mouriño.

Pero ahora la aspirante presidencial panista está feliz. Se siente tranquila consigo misma, segura, convencida de sus aspiraciones y orgullosa de sus logros, pero en especial de sus tres hijas. No le da miedo el mundo de los machos en la política. Es más se ríe de sí misma y se autodefine como una acróbata:

“Si alguna profesión define lo que hago todos los días es la acrobacia. Camino en las líneas delgadas y doy tres vueltas mortales, y a veces hay red y a veces no hay red”. Enseguida suelta la carcajada.

Es estudiosa del análisis estratégico, de hecho lo trae a flor de piel. Y asegura que en el diagnóstico que han realizado ella y su equipo sobre la candidatura del ex gobernador del Estado de México, no tiene la menor duda de que le ganará a Enrique Peña Nieto.

 

–Cuando analiza las fortalezas, las debilidades, las oportunidades y los riesgos que tiene la candidatura de Peña Nieto al final, ¿cuál es su interpretación?

–Nunca puede uno minimizar a un adversario. En todo caso, en ideas, en propuestas, en experiencia para gobernar y ser gobierno, no tengo duda que le ganaré a Peña Nieto.

Es decir, hay la historia, las condiciones, la construcción con la ciudadanía, por su puesto la fortaleza de mi partido, la cohesión, la unidad, pero sobretodo hay maneras muy distintas de gobernar y eso es lo que quiero poner de frente a los ciudadanos para que ellos tomen la decisión. Confío absolutamente en la decisión y en la sabiduría de los ciudadanos y sé que sin duda estaremos refrendando la Presidencia de la República.

 

–¿Y hay tiempo suficiente para alcanzarlo y rebasarlo?

–Un rayo nunca cae en el mismo lugar dos veces. Pero no es la primera vez que en el PAN se llega a una elección en una situación de enorme desafío, y hoy más que nunca sabemos que no hay elecciones resueltas de antemano.

Y por eso tenemos que hacer un buen trabajo. Tenemos que lograr una candidatura muy fuerte hacia el interior y exterior del partido, y si lo hacemos bien no tengo duda de que vamos a alcanzar y vamos a ganar.

 

–¿Para eso serviría una elección abierta?

–Yo contendré con las reglas que finalmente decida mi partido. Pero no tengo duda de que una elección abierta va a ayudarnos para estar mucho más cerca de la ciudadanía. Va a lograr un liderazgo más poderoso para contender en la boleta contra las otras fuerzas políticas, y sobretodo va a refrendar ese espíritu democrático y ciudadano del PAN.

 

–¿Cuál es el escenario político más deseado y el más posible de Josefina?

–Hemos analizado varios. El más deseado es poder llegar al final de esta elección interna con unidad y con una candidatura fuerte que  tenga ese poder de convocatoria no sólo dentro sino fuera del partido. Y en la medida de nuestro empeño y de las reglas internas que se construyan, el escenario más probable puede ser este mismo este mismo de la unidad y de la fortaleza interna y externa.

 

–¿Más allá del factor de género cuál es la diferencia entre usted y Santiago Creel o Ernesto Cordero? 

–No sé si es comparado con los demás, pero sí puedo decir qué puedo ofrecer,  y lo que puedo ofrecer es una historia de vida, como la de millones de mexicanos, de una familia de origen muy sencillo, trabajadora, de la que me siento muy honrada. Fui a la escuela pública hasta la vocacional en el Politécnico y posteriormente ingresé a la Universidad Iberoamericana.

Tengo una trayectoria que me permite comprender de una manera muy cercana a la gran mayoría de los mexicanos. Participé activamente desde las organizaciones de la sociedad civil cuando en aquella época la democracia era un sueño, un anhelo.

Luego llegué al Congreso y ahí viví la vida legislativa. He encabezado dos de las agendas más sensibles e importantes del país, la del desarrollo social y la educativa. Y he podido dar cuenta en mi trayectoria, de la construcción de acuerdos, de diálogo, pero también en momentos determinantes, de tomar decisiones con fuerza, con vigor y de defender la vida institucional de mi país, agrega.

Me siento, por supuesto, orgullosa de ser mujer, y creo que ser mujer está siendo sin duda una ventaja competitiva, pero no ganaré la Presidencia de la República por el hecho de ser mujer, va a contribuir a ganar esa Presidencia, pero en todo caso será por la mejor propuesta y por esa experiencia que he podido construir a lo largo de mi experiencia.

 

Josefina se duerme de madrugada y despierta igual. Muy temprano hace acondicionamiento físico y monitorea periódicos, radio, televisión e internet. Casi en paralelo está despidiendo a sus tres hijas. Les arranca un abrazo y les da un beso, muy probablemente el único saludo de todo el día.

En seguida, todavía de mañana, viaja hacia algún estado de la República Mexicana. Da conferencias de prensa. Desayuna con grupos de colaboradores y de seguidores. Después del mediodía regresa al Distrito Federal. Atiende una o dos entrevistas exclusivas. Come con grupos de simpatizantes. Y más tarde está en reuniones planchando acuerdos y haciendo amarres políticos.

Por la tarde todavía encabeza tres o cuatro reuniones en distintos puntos de la Ciudad de México. Ya muy de noche cena. Llega a casa para, otra vez, checar noticieros y ver la agenda de trabajo para ese mismo día. Es la una de la mañana.

 

–Yo la siento segura, ¿pero en verdad así se siente usted? 

–Me siento muy comprometida con lo que estoy haciendo. Decidí vivir esta etapa de mi vida con firmeza, pero también con cercanía, con pasión y la verdad es que me siento muy bien en mi ánimo, muy contenta, absolutamente entusiasmada, reconocida por los panistas y por muchos ciudadanos que me colocan ya en esta posición.

Para mí no es una obsesión lograr la candidatura, es un anhelo, un deseo, un sueño y un compromiso. Sí, me siento muy contenta, muy segura, no estoy minimizando nada de lo que me rodea, pero creo que también es un ánimo que se requiere para cumplir esperanza y para alentar a otros que también me acompañen, es un buen momento de mi vida.

 

–¿Cómo le ha hecho para sobrellevar tantas responsabilidades tan exitosamente en un mundo de machos?

–Yo creo que esto se explica por demasiada generosidad de mis hijas. Han sido solidarias. Hemos aprendido a crecer juntas. Para ellas tener una mamá que hace todas estas cosas es ya casi normal.

Recuerdo que un día la maestra de preprimaria de mi hija menor María José, me mandó llamar para contarme que en clase las niñas y los niños hicieron un ejercicio simulando las actividades de sus papás, entonces su hija empezó a contarle a un niño: “Bueno yo soy la mamá. Voy a ir al radio, luego tengo una conferencia y luego tengo un viaje. Mañana regreso”.

Y en seguida el niño empezó a llorar y gritó: “Noooo. Tú eres la mamá. Tienes que quedarte en casa. Yo soy el que va a ir a trabajar y tú vas a ir al supermercado”.

La anécdota, explica Josefina, pasó hace veintitantos años, y desde entonces ella y sus hijas han aprendido a vivir así, en libertad y tomando decisiones, eso me hace profundamente feliz. Ellas son mi aliento, de veras son mi esperanza mayor. Bueno digamos que a diario me la paso haciendo malabarismos.

 

Emocionada dice: “si alguna profesión define lo que hago todos los días es la acrobacia. Camino en las líneas delgadas y doy tres vueltas mortales, y a veces hay red y a veces no hay red. Pero así vamos construyendo”.

 

–¿Y ahora qué le pide a Dios o a la vida?

–Primero le agradezco. Procuro agradecerle todos los días cuando me levanto, y si se me olvida intento que no se me olvide cuando me voy a dormir. Le pido a Dios que me de fortaleza, resistencia emocional, pero sobretodo, le pido alegría de vivir porque he estado en momentos de perder esa alegría de vivir.

 

Josefina, como muy pocos momentos, deja de mover los ojos, los clava sobre un punto fijo, y su rapidez verbal también se detiene, la mujer está en plena introspección:

“He decidido y he concluido, dice, que nada vale la pena. Así que le pido a Dios alegría de vivir, y ser justa porque creo que es de lo más difícil que hay, pero sobretodo disfrutar y ser una persona dispuesta a escuchar a todos y a tomar lo mejor de cada cual.

“Yo no podría vivir en un mundo solitario ni tampoco rodeada sólo de dos o tres personas. Amo la vida de manera absolutamente diversa y amplia, y eso es algo que quiero seguir haciendo y construyendo”, concluye.

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