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Diego Petersen Farah

26/08/2022 - 12:03 am

¿En cuál Ejército confía el Presidente?

El gobierno nos pide fe ciega en un Ejército que él mismo nos acaba de decir que es capaz de cometer grandes atrocidades.

No se trata, pues, de si confiamos o no en el Ejército sino de discutir qué país queremos y cuáles son las implicaciones de militarizar la seguridad y renunciar a que la Guardia Nacional sea civil. Foto: Presidencia.

El Ejército ya no es el de la oscura noche de Tlatelolco, dijo el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, al anunciar que el presidente enviará una iniciativa de reforma legal, no constitucional, para que la Guardia Nacional pase de la secretaría de Seguridad Ciudadana a la Sedena. Se debatirá mucho la constitucionalidad de esta medida, pero entre peras y manzanas, logrará de facto que se haga su voluntad.

No hay de otra, insisten tanto el Presidente como el secretario de Gobernación, la única vía para enfrentar la inseguridad que vive el país es que las Fuerzas Armadas se involucren en tareas de seguridad pública, una conclusión similar a la que llegaron Calderón y Peña Nieto y que quienes hoy gobiernan rechazaron con furibundos discursos. Y tenían toda razón.

¿En cuál Ejército confía plenamente López Obrador? Dicen que ya no es el mismo del 68, y por supuesto que no. Todas las instituciones de este país han evolucionado. Más allá de discutir cuál fue el papel del Ejército y cuál el del famoso batallón Olimpia, podemos aceptar que hoy el Ejército es más plural y profesional. Pero, esta misma semana el subsecretario Alejandro Encinas reveló la absoluta falta de institucionalidad, por decirlo bonito, de las Fuerzas Armadas en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. El gobierno nos pide fe ciega en un Ejército que él mismo nos acaba de decir que es capaz de cometer grandes atrocidades.

No se trata, pues, de si confiamos o no en el Ejército sino de discutir qué país queremos y cuáles son las implicaciones de militarizar la seguridad y renunciar a que la Guardia Nacional sea civil. Otorgar a las Fuerzas Armadas tareas asignadas a los civiles es militarizar la vida pública. No hay eufemismos que valgan en esto, como tampoco hay militarización buena y militarización mala. Se trata de un cambio en el equilibrio de fuerzas de la República. Un equilibrio que hemos construido a lo largo de varias décadas con un esfuerzo enorme, que costó vidas y que no puede cambiarse de un plumazo porque así conviene al gobierno en turno.

Tiene razón el Presidente: no hay paz sin justicia social, pero tampoco hay justicia social sin Estado de derecho. Por lo mismo, las formas sí importan. Volvamos a las preguntas: ¿cuál es ese Ejército en el que confía el presidente, el que ayuda en los desastres naturales o el que es cómplice de atrocidades?; ¿dónde están los resultados en seguridad que avalan que la Guardia Nacional bajo el mando de Sedena es mejor?; ¿qué datos les permiten afirmar que la estrategia de militarización de la Guardia Nacional es correcta si en cuatro años los resultados dicen otra cosa?

No tengo duda de que las Fuerzas Armadas tienen un papel, y muy importante, en la reconstrucción de la paz y la recuperación de territorios en manos del crimen organizado. Igual, tampoco tengo duda que ese papel no es el de ser policías.

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