Jesús Robles Maloof
26/08/2014 - 12:01 am
Mario González, preso político de Miguel Mancera
“El encierro me ha servido para leer, escribir y reflexionar. No le deseo a nadie estar así, a veces quiero hablar con alguien, enfermeras o pacientes, pero no me lo permiten argumentando que transgredo la seguridad institucional” Mario González. El joven de 22 años, Mario González es preso político de Miguel Mancera, Jefe de Gobierno del Distrito […]
“El encierro me ha servido para leer, escribir y reflexionar. No le deseo a nadie estar así, a veces quiero hablar con alguien, enfermeras o pacientes, pero no me lo permiten argumentando que transgredo la seguridad institucional”
El joven de 22 años, Mario González es preso político de Miguel Mancera, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, por el hecho que lo único que lo mantiene preso no es la probable comisión de un delito, sino su orgullosa creencia en las ideas políticas del anarquismo y el proceso de organización social, lo que resulta inaceptable ante los ojos de la clase gobernante del DF. No fue sorprendido robando del erario, haciendo trampa en las elecciones o acosando sexualmente desde la impunidad partidista, fue detenido, cuando iba sentado, mientras se trasladaba a Tlatelolco el 2 de octubre pasado. El 9 de agosto Mario cumplió años y más de 10 meses privado de su libertad.
Junto con la prisión de Mario, se encuentran también recluidas cualquier posibilidad de democracia real, buena parte de nuestra historia social y la aspiración a construir una sociedad políticamente madura, respetuosa de los credos políticos.
Mario, junto con otros compañeros, salieron el 2 de octubre pasado desde Ciudad Universitaria alrededor del mediodía, hacia Tlatelolco utilizando el transporte público. Cuando se encontraban en el cruce de las calles de Isabela católica y 1 de Mayo, fueron detenidos arbitrariamente con lujo de violencia y remitidos a la PGJDF. Los testimonios de, Edgar Utrera y Karina Rosales policías de la SSPDF, sostienen que desde la unidad Mario lanzaba objetos y explosivos a la calle.
Cuando escuché esto me pregunté ¿Por qué una persona que se traslada de CU a Tlatelolco escogería las calles más vigiladas y video grabadas de esta ciudad para aventar explosivos? En el juicio no se probó que ese improbable hecho haya ocurrido.
- Los policías no vieron los explosivos ni recogieron la evidencia física, tampoco vieron quién o de dónde se lanzaron. Mencionan en su declaración que el chofer y los pasajeros de la unidad señalaron a Mario, pero no recuerdan ni sus nombres, ni el número de la unidad.
- Las mismas declaraciones de los policías refieren que Mario no portaba explosivos o alguna cosa con la que pudiera agredir.
- Como suele pasar desde el 1 de diciembre de 2012, los videos de las múltiples cámaras de video vigilancia “no servían o apuntaban hacia otro lado”.
- La inspección ministerial demuestra que en el lugar no existió daño alguno a la carpeta asfáltica, mobiliario urbano o a propiedad privada.
Con estos absurdos testimonios de base la PGJDF lo consigna por el delito de “Ataque a la paz pública” ante el Juzgado 19 Penal para delitos no graves (¡!) del DF, quien en principio le niega la libertad bajo caución y después lo encuentra culpable sentenciándolo a 5 años 9 meses y 15 días de prisión. La apelación ante la Sala Quinta Penal del TSJDF confirma casi automáticamente la sentencia. Un primer amparo ante la justicia federal encuentra irregularidades de forma y devuelve el expediente a la referida Sala que confirma su resolución “reduciendo” la pena de prisión solo algunos meses.
El comprometido abogado Roberto Carlos del Colectivo de Abogados Zapatistas interpuso el viernes pasado el amparo directo. El poder judicial de la federación tendrá que decidir si dos absurdos “testimonios de oídas” son suficientes para sentenciar a una persona.
Como él y muchos litigantes lo hemos comprobado en el tipo de casos dónde el Gobierno del DF tiene un interés político, las reglas de la lógica, del derecho y del sentido común no rigen.
Los casos del 1 de diciembre, de Marduk Hernández, de Ana Berenice de la Cruz, de Gustavo Ruiz, de Yakiri Rubio, de Gabriela Rivera y de Ernesto Aguilar, entre tantos otros, demuestran la aversión de Mancera por la protesta social y por el ejercicio de derechos alrededor de la misma, incluido el derecho a documentar los abusos. Prefiere anular la división de poderes y las reglas formales del derecho creando falsas acusaciones, que sancionar a quienes cometen delitos. Con su prisión Mario es el terrible ejemplo de la imposibilidad del actual Jefe de Gobierno para reconocer errores y habla de su perseverancia en la creación de falsedades, así sean absurdas.
Lo peor para las instituciones de la democracia, es que en los casos que le molestan, cuenta con un aliado político Edgar Elías Azar, que como presidente del Tribunal Superior de Justicia del DF se ha encargado de borrar cualquier referencia a la división de poderes, al principio de presunción de inocencia y al derecho mismo, a la más básica teoría del proceso aquella que nos enseñan en el primer año de la carrera.
En una combinación de autoritarismo e ignorancia, desde el GDF se han encargado de propagar una caricatura del anarquismo como práctica callejera de violencia irracional. Han contado con los medios tradicionales y con un contexto propicio desde el Gobierno Federal. Pero el anarquismo, o más bien dicho los anarquismos, son corrientes políticas que impulsan la libertad. A ellas debemos no solo buena parte de las ideas de la revolución mexicana y concretamente, la redacción de varios derechos fundamentales establecidos en la Constitución.
Algo común a los anarquismos es pensar el papel de la autoridad y reflexionar sobre el abuso del poder y la violencia institucional. El 1 de mayo, “día del trabajo” es precisamente una conmemoración de una masacre de trabajadores que exigían los derechos más básicos.
Propugnan por una sociedad solidaria, por la acción conjunta para la transformación, practican diversas formas de autogestión y luchan por la libertad y el respeto entre las personas. En resumen, la dignidad humana en su forma más clara. Nada más alejado de estas ideas que el supuesto caos o la violencia irracional. Ese es el peligro que ve el autoritarismo en las ideas de la libertad y la autoridad, acaso percibe que la sola existencia de estas prácticas amenazaría su esfuerzo institucional por hacer de la ciudadanía una entidad obediente y acrítica.
Yo aspiro a un país en dónde a las personas no se les persiga por las ideas que profesan, que cada quien, según su propia reflexión, decida por sí o de manera colectiva las ideas en la que militará. Cada hora y cada día que Mario pasa en prisión es un atentado contra nuestras libertades, incluso las de quienes no concuerdan con sus teorías.
Desde hace días le he pedido a Mancera que en su calidad de doctor en derecho me dé su opinión de la lectura del expediente de Mario. Seguiré insistiendo. Muestras de solidaridad de todo el mundo han sido recopiladas en un blog dedicado a su proceso. El célebre académico y pensador Noam Chomsky entre otras muchas personas, han argumentado por su libertad.
Mientras los políticos celebran el 1 de mayo derribando las conquistas laborales y reprimiendo la protesta social, mientras inauguran bibliotecas con el nombre de grandes anarquistas como el de José Revueltas, imponiendo por otro lado, mayores poderes autoritarios en leyes como la de comunicaciones, yo prefiero suscribir las siguientes palabras de Mario:
“La solidaridad es nuestra herramienta más valiosa; los que la frenan y combaten para privatizarla, esos egoístas, esos parásitos, esos tramposos perderán…. Todas y todos seremos libres; es nuestro objetivo, el único sentido de esta vida es que todas y todos seamos libres y felices; no desmayemos”.
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