Las cada vez más hostiles condiciones del planeta no solo amenazan a los animales exóticos. el planeta corre el riesgo de quedarse sin algunas de sus comidas más populares. los hongos amenazan a los plátanos, el alza de la temperatura al cacao y la sobrepesca a los marrajos, entre otras especies.
Por Esther Samper
Madrid, 26 de julio (ElDiario.es).- Cuando pensamos en especies en peligro de extinción, casi siempre vienen a nuestra mente diversos animales exóticos, como el lince ibérico o el oso panda. Pocos imaginan que varios de los alimentos que nos han acompañado durante toda nuestra vida podrían enfrentarse a un destino también incierto a lo largo de este siglo. Alimentos como el chocolate, el aguacate, el plátano, el marrajo o el café podrían convertirse en manjares exóticos, a precio de lujo, a lo largo de este siglo. Las causas tras este fenómeno son múltiples y dependen de cada alimento. A menudo, varios factores se unen dificultando aún más la supervivencia de ciertas especies de animales y vegetales.
El calentamiento global desempeña un papel fundamental en el negro futuro de muchos de los alimentos. El aumento de las temperaturas en el planeta Tierra restringe y dificulta el cultivo de plantas que necesitan unas condiciones muy estrictas para su desarrollo y, por otra parte, disminuye las posibilidades de supervivencia de ciertas especies animales especialmente sensibles a los cambios de temperatura. La escasa o casi nula diversidad genética de varias especies vegetales empleadas en la agricultura y la aparición y propagación de plagas que se ceban con ellas complican aún más su existencia. La sobrepesca, las sequías, las inundaciones y otros factores también contribuyen al oscuro futuro de diferentes alimentos.
PLÁTANOS: LA MALDICIÓN DE LOS CLONES
Alrededor del 99 por ciento de los plátanos (Musa paradisiaca) que se exportan hoy en día en el mundo pertenecen a una única variedad: el Cavendish. Estos plátanos son, literalmente, clones sin semillas y su variabilidad genética es inexistente. Se empezaron a cultivar de forma masiva a partir de los años 50 del siglo pasado debido a su resistencia a una plaga que asolaba a los plátanos de otra variedad (Gros Michel) en aquella época: la enfermedad de Panamá, provocada por el hongo Fusarium oxysporum.
Su éxito mundial frente al hongo se ha convertido también en su mayor debilidad. Ahora el plátano Cavendish se encuentra de forma masiva por el mundo, quedando las demás variedades relegadas casi a la irrelevancia global, y se enfrenta a dos enemigos que ponen su futuro en riesgo: la sigatoka negra (causada por otro hongo) y una nueva forma de la enfermedad de Panamá originada por la adaptación del hongo Fusarium que desde 1960 empezó a afectar a los plátanos Cavendish. En la actualidad, multitud de campos de plátanos de esta variedad en África, Asia, Australia y Oriente Medio han sido diezmados por estas enfermedades fúngicas, que siguen extendiéndose por el mundo y que han provocado pérdidas multimillonarias. Los científicos temen que el hongo Fusarium llegue a Sudamérica, causando estragos en la producción de plátanos, que representa uno de los pilares económicos de diferentes países de esta región.
Al ser los plátanos Cavendish genéticamente idénticos, cuando uno de los árboles queda afectado por hongos, todos los demás a su alrededor caen a continuación como si se tratara de un efecto dominó, ya que son igualmente vulnerables. El calentamiento global y las sequías también están afectando al cultivo de plátanos ya que este fruto necesita un clima moderado, con un aporte abundante de agua, para madurar. De seguir a este ritmo, el plátano podría convertirse en un alimento selecto. Por el momento no hay ninguna variedad alternativa que se presente como un candidato idóneo para sustituir al Cavendish. No obstante, los investigadores están estudiando diferentes estrategias para evitar su desaparición, como el cruce con otros tipos de plátanos no comerciales resistentes a enfermedades, la modificación genética para introducir genes de resistencia a hongos, la aplicación de cuarentenas en cultivos afectados o incluso su destrucción antes de que las enfermedades se extiendan.
CACAO: UN CULTIVO DEMASIADO EXIGENTE
El árbol del cacao (Theobroma cacao) es una planta que requiere exquisitas condiciones para su cultivo, típicas de las selvas tropicales: humedad elevada y constante, suelo rico en nitrógeno y temperaturas moderadas a lo largo del año. Debido a ello, las zonas del mundo en las que la producción del cacao es posible se limitan aquellas dentro de una estrecha franja tropical de 15-20 grados al norte y sur del Ecuador. Ghana y Costa de Marfil son, en la actualidad, los principales productores de este alimento usado para la fabricación del chocolate. Sin embargo, este panorama podría cambiar considerablemente en las próximas décadas debido al aumento progresivo de las temperaturas globales como consecuencia del cambio climático.
Un mundo “acalorado” por los gases de efecto invernadero se presenta como un escenario difícil para la supervivencia del cacao. El mayor peligro no radica tanto en la elevación de las temperaturas en sí mismas, sino en el incremento de la evaporación del agua. Si las lluvias se mantienen o disminuyen (situación que pronostican los investigadores en este campo), este aumento de la evaporación llevaría a una pérdida de la humedad ambiental, tan necesaria para el cultivo de cacao. Las escasas zonas aptas para el cultivo de cacao podrían reducirse aún más a lo largo de este siglo y diferentes estudios anticipan un descenso considerable de la producción a partir de 2030 o 2050. Las plagas que atacan ocasionalmente a estos árboles y la deforestación complican aún más el panorama para el cacao. Como posibles soluciones para este problema se propone el cultivo del cacao a mayor altitud (de 100-250 metros a 450-500 metros), la reforestación para mantener o incrementar la superficie ocupada por junglas tropicales y la modificación genética de la planta del cacao para hacerla más resistente a plagas y condiciones de baja humedad.
A MARRAJO FLACO, TODO SON PULGAS
La situación de los tiburones es especialmente delicada en la actualidad. En marzo de 2019, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) encontró, tras un detallado estudio, que 17 especies de tiburones oceánicos se encontraban en peligro de extinción debido, sobre todo, a la sobrepesca. Dentro de este grupo de tiburones en peligro destacaba uno sobre los demás: el marrajo común o tiburón Mako (Isurus oxyrinchus), uno de los tiburones más consumidos en el mundo. Este tiburón no sólo llama la atención por ser el animal acuático más veloz del mundo (puede alcanzar los 124 km por hora), sino porque su pesca por sus aletas o su carne para consumo humano se sigue realizando sin límites internacionales. La población de este escualo se ha reducido un 60 por ciento sólo en el Atlántico Norte en los últimos 75 años. España se encuentra a la cabeza en Europa en las capturas del tiburón Mako y, por el momento, los pescadores sólo tienen que salvar trámites burocráticos y costes adicionales para su pesca.
El marrajo, como otros tiburones, presenta una baja tasa de reproducción (pequeñas camadas) y una madurez sexual muy tardía. Las hembras, por ejemplo, alcanzan la madurez sexual entre los 15 y los 18 años. Esto implica que cualquier disminución en su población requiera de un largo proceso para su recuperación. De hecho, aún tomando estrictas medidas para controlar su pesca, los científicos señalan fechas muy lejanas para restablecer su población en el Atlántico Norte. Por ejemplo, si se restringiera su pesca a 300 toneladas o menos al año a partir de 2020, habría un 60 por ciento de probabilidades de recuperar su población en los próximos 50 años. La situación de la especie es tan grave que algunas voces señalan que puede que ni el comercio sostenible sea posible, mientras la sobrepesca se sigue produciendo en estos momentos. Otros cálculos señalan que aún abandonando totalmente la pesca del tiburón Mako, su población seguiría disminuyendo hasta el año 2035.
En agosto de 2019 tuvo lugar en Ginebra la Conferencia CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) en la que se decidió incluir al marrajo en el Apéndice II, lo que implica que esta especie no puede comercializarse a no ser que se demuestre que su pesca no amenaza sus posibilidades de supervivencia. Este tratado tiene gran importancia a la hora de regular el comercio internacional de vida salvaje. No obstante, pese a esta decisión, a fecha de noviembre los barcos pesqueros continuaban capturando marrajos sin control, sabiendo que se les exigirá pronto que demuestren que sus capturas provienen de pesca sostenible y legal para su exportación. A lo largo de dicho mes se esperaba que la reunión de la Comisión Internacional para la Conservación de los Atunes Atlánticos (ICCAT), una organización compuesta por 52 países, imponga más restricciones a la pesca de tiburones y, en particular, del marrajo. Así pues, según las decisiones políticas pesqueras que se tomen próximamente sobre el marrajo se plantean dos posibles escenarios en las siguientes décadas: o el marrajo va a ser escaso en las pescaderías o sencillamente desaparece de ellas.