Tomás Calvillo Unna
26/06/2024 - 12:04 am
Ya no estamos aquí
“Y en esta cavidad del ser las armas del corazón velan cada madrugada”.
Rendija: Asistimos a la tercera guerra mundial en el primer cuarto del siglo XXI. No es otra guerra fría lo que sucede. Es la confrontación en múltiples frentes, de Estados Nación que se resisten al colapso, ante la hegemonía de una sociedad hipertecnológica de matrices corporativas y laboratorios de toda índole. El emergente entramado de grupos políticos, científicos, empresariales y criminales, articulados con sus propios estamentos, en medio de un sistema internacional que se desgaja día a día, sin poder definir los nuevos pesos y contrapesos de las potencias que disputan la primacía militar y tecnológica en un mundo de emigrantes.
Territorios en disputa, con crueles confrontaciones y la mayor de todas, la global: la guerra por el territorio de la mente, donde divaga la identidad extraviada de los ciudadanos. Una guerra híbrida como es el sello del primer cuarto del siglo XXI. Siglo de avances admirables en conocimiento y de una confusión sociológica atroz y cruel.
I
La conciencia está llena de recovecos,
pero aún palpita su elección continua.
Esta lluvia que no ha dejado de caer
es también un fuego que se extingue,
así se escucha al amanecer
de una noche de tormenta.
II
Lo que sucede es la pátina de un recuerdo;
el inagotable archivo de la creación,
la extraña y común síntesis del presente
invadido del mañana y carcomido de ayeres.
III
Entre tajadas de tiempo,
la neblina avanza y nos envuelve,
acaricia las hierbas, abraza la montaña,
pareciera siempre una última llamada,
ante los delirios agotados de los relámpagos que insisten,
en los horadados velos de la oscuridad convertida en pantallas;
multitud de escenas superpuestas sin ton ni son:
el desgarre psíquico del aturdimiento virtual;
el laberinto de oxidados espejos;
el vaciamiento en la cruda presencia del dolor;
la sinrazón como dominio;
el cansancio, la trama del agotamiento;
la pérdida del sentido, esa asfixia que se expande y tritura el pensamiento;
el crimen de la indolencia y el mortal veneno de la envidia;
los poros siniestros de la embriaguez: el ruido de los sentidos.
La biología alterada por la ambición
de querer develar su secreto de vida,
emerge en su resistencia molecular
ante la invasión del reino de la virtualidad,
y dignifica la proporción de nuestra presencia.
IV
Y en todo ello los llamados poderosos, exaltados en su ignorancia
llevan la pesada losa de la soberbia, al desplegar turbias fantasías
y exhibir la ilusión enraizada en la acumulación de despropósitos y guerras.
Alienados y alineados circundan los abismos;
el reloj de mano borra sus huellas digitales.
La obsesión del control es el temor al vacío de la libertad,
a sus insospechadas posibilidades de su propia inercia.
El imperio que pretende apropiarse del territorio de la mente
ignora el infinito en la lágrima y en la sonrisa que se contempla.
V
Y en esta cavidad del ser
las armas del corazón
velan cada madrugada
su oratorio es el entrecejo
al umbral del día y la noche
que acompañan nuestros cuerpos.
La verdad es una revelación continua que no se agota,
el tiempo esculpe sus rostros.
El frío viento
agita las velas del viaje emprendido en el océano de luz
donde naufragaron nuestras almas.
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