El escritor nicaragüense José Adiak Montoya habló con SinEmbargo sobre Los actores perversos, una novela en la que escapa de la crítica política y ahonda en la figura del monstruo. “Siempre la monstruosidad a lo largo de la historia, los monstruos, han sido siempre los otros, y de eso lo podemos hablar desde las primeras migraciones de la historia humana hasta las actuales”, declaró en entrevista.
Ciudad de México, 26 de mayo (SinEmbargo).– “Es una monstruosidad, una perversión absoluta, llegar a ejercer el poder a través de la confianza absoluta y la fe de los pueblos, como en el caso de mi país, a través de una revolución que se volcó a derrocar una tiranía y que se fundamentó en la esperanza del pueblo de un mundo mejor, y depositar la fe y la esperanza en ciertos personajes, que al final terminaron pudriéndose en el poder”, criticó en entrevista el escritor nicaragüense José Adiak Montoya.
Aunque habla sobre la situación política que se vive en su país, gobernado por Daniel Ortega líder de la revolución sandinista que se ha perpetuado en poder, Adiak Montoya acaba de publicar Los actores perversos (Seix Barral), una novela en la que escapa de la crítica política y ahonda en la figura del monstruo a través de tres personajes horripilantes: Gottwald, Levert y León, quienes encuentran en El hombre que ríe de Víctor Hugo un evangelio que los llevará a sus límites.
José Adiak compartió en la plática con SinEmbargo cómo la monstruosidad no sólo puede venir de aquello que nosotros notamos diferentes a nosotros, como siempre lo hemos concebido. “Siempre la monstruosidad a lo largo de la historia, los monstruos, han sido siempre los otros, y de eso lo podemos hablar desde las primeras migraciones de la historia humana hasta las actuales”.
“El hecho de rechazar al que se ve distinto, el hecho de rechazar al que no piensa ni concibe el mundo como nosotros lo concebimos, el hecho de pensar que sólo existe una sola vida, una sola realidad, una sola verdad, un solo color de piel, cuando en realidad dentro de muchas de estas personas que concebimos estéticamente hermosas, digamos, en nuestra concepción occidental puede esconderse, puede ser una máscara que puede realmente ocultar detrás una monstruosidad muchísimo más perversa que la de los propios monstruos que tienen escamas colas garras y colmillos”, comentó.
El autor señaló que un estadio totalitario que deforma en dictadura es la monstruosidad absoluta. “El hecho de jugar con la fe de la gente, el hecho de decir que se va a crear un mundo mejor para las generaciones venideras y las generaciones venideras lo que están haciendo es querer salir de ese mundo, porque son cazadas, porque son apresadas, porque son desaparecidas o porque simplemente no tienen la oportunidad de ejercer su libertad de pensamiento”.
En ese sentido advirtió: “las personas pueden pervertir estados absolutos y convertir en miseria, todo lo que tocan”.
No obstante, Los actores perversos, indicó, obedece a un homenaje a “la literatura gótica, fantástica, la literatura de lo insólito, la literatura que a través de la imaginación crea estos mundos que no son para nada el mundo en el que habitamos” y particularmente a uno de sus escritores favoritos “el gran gigante del romanticismo francés”, Víctor Hugo.
“Este libro nace como una forma de hacer un cierto homenaje a esa literatura que me ha dejado horas enormes de placer como lector y ver precisamente si yo era capaz de hacer algo como esto y también de alejarme un poco del tema político, el tema social de mis últimas dos novelas que tienen que ver con la situación de de mi país, de Nicaragua”, declaró.
De esa forma, explicó, construye la historia de estos tres monstruos: con Levert toma un registro bíblico, un sermón que se está contando desde una montaña. En el caso de Gottwald, emplea una narración del siglo XIX, que se asemeja a ciertos cuentos de Howard Phillips Lovecraft, y en el caso de León lo narra en clave de reguetón con dos referencias literarias: el Fantasma de la ópera de Gastón Leroux y el Obsceno pájaro de la noche del escritor chileno José Donoso.
“Entonces ahí tenés: los temas bíblicos,los temas del XIX con Lovecraft, José Donoso para no quedarnos sin un latinoamericano, Gastón Leroux con el Fantasma de la ópera”, precisó al señalar que en el hecho de trazar esta estructura literaria era emular otro monstruo.
“Quería que fuesen tonos distintos, en formas distintas, porque quería que la novela tuviese una especie de asimetría, que no fuese una novela que se narra de un punto A a un punto Z sino que esta asimetría también semejara estructuralmente el libro como un monstruo que está hecho de retazos, que está hecho de varias formas, un poco jugando con el monstruo de Mary Shelley”, puntualizó.
Como puente, José Adiak desarrolló otro personaje, la joven cineasta Eda: “Ella conecta a esos dos mundos, es como el puente, y cuando los monstruos logran al fin verla a ella físicamente, y ver quién es ella no solo físicamente, los conmueve es precisamente la gran pasión que tiene por la historia que ellos consideran su Evangelio, es por eso que ellos deciden que ella tiene que pertenecer a su mundo, y van a intentar arrastrarla a su mundo hasta el final de la novela, cuando ocurren ciertas cosas”.