La alfombra roja de la edición 72 edición del festival cinematográfico de Cannes se alzó como escenario desde el que lanzar un mensaje al mundo: el argentino Juan Solanas, autor de Que sea ley, la tiñó de verde con su pañuelazo en favor del aborto legal, y los codirectores de For Sama, Waad al-Kateab y Edward Watts, la usaron para pedir el fin de la guerra en Siria.
Por Marta Garde
Cannes (Francia), 25 may (EFE).- Cannes no sería Cannes sin su correspondiente dosis de polémica, y en esta 72 edición del festival cinematográfico, que dio su Palma de Oro al surcoreano Bong Joon-Ho por Parasite, política y sexo tuvieron tanto protagonismo como el cine mostrado en sus pantallas.
Bong cargó contra el clasismo con una potente comedia negra con tintes de drama social, y el abandono de las periferias llegó de la mano de Les misérables, del francés Ladj Ly, premio del Jurado “ex aequo” con la brasileña Bacurau, crítica a su vez con la situación en Brasil.
Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se sumergieron en la radicalización de los jóvenes con Le jeune Ahmed, premio a la mejor dirección, y la senegalesa Mati Diop, obtuvo con Atlantique el gran premio del jurado por su mirada sobre la inmigración y fue la primera mujer negra en todo Cannes en lograr una distinción.
La alfombra roja se alzó además como escenario desde el que lanzar un mensaje al mundo: el argentino Juan Solanas, autor de Que sea ley, la tiñó de verde con su pañuelazo en favor del aborto legal, y los codirectores de For Sama, Waad al-Kateab y Edward Watts, la usaron para pedir el fin de la guerra en Siria.
La delegación colombiana, con Ciro Guerra y Franco Lolli en cabeza, reclamó justicia por el asesinato del cineasta Mauricio Lezama, y un beso en la boca entre las protagonistas de Adam, las marroquíes Loubna Azabal y Nisrine Erradi, saltó la frontera para provocar un escándalo en su país natal.
Nada comparable a los veinte minutos de sexo oral de Mektoub, My Love: Intermezzo, provocación sin argumento del tunecino Abdellatif Kechiche, o a la también explícita Liberté del español Albert Serra, premio especial del jurado de la sección Una Cierta Mirada.
A su pesar, el actor francés Alain Delon captó la atención tanto por la Palma de Oro honorífica como por la petición lanzada por una asociación estadounidense para que se la retiraran por sus declaraciones misóginas y racistas.
En un año en que Cannes se había esforzado a favor de la conciliación, con la apertura de su primera guardería, no pudo evitar que un fallo de comunicación hiciera que la directora británica Greta Bellamacina viera denegado su acceso al Palacio de Festivales por ir acompañada de su bebé.
Además, las promesas en favor de una mayor paridad no se cumplieron: de los 21 filmes en competición, solo cuatro estuvieron dirigidos por mujeres, y de ellas destacó, con el mejor guion, la francesa Céline Sciamma por Portrait de la jeune fille en feu.
Hubo casi más controversias que estrellas: el certamen empezó fuerte con Los muertos no mueren, del estadounidense Jim Jarmusch, pero desde la llegada de Bill Murray, Adam Driver o Selena Gómez la alfombra roja no volvió a vibrar hasta que Leonardo DiCaprio y Brad Pitt la revolucionaron con Once upon a time… in Hollywood.
Penélope Cruz y Antonio Banderas, premio al mejor actor por Dolor y gloria, saciaron igualmente las expectativas de un público satisfecho con Elton John (Rocketman), pero decepcionado por la ausencia de Diego Maradona, que no asistió a la proyección del documental sobre su vida.
Sylvester Stallone se ganó a la audiencia con una clase magistral, mientras que en la paralela Quincena de Realizadores el también estadounidense John Carpenter desgranó con buen humor los secretos de una carrera en la que se ha alzado como leyenda del terror.
Pero no solo las grandes estrellas acapararon los flashes: sorprendió con una muñeira -baile típico gallego- la española Benedicta Sánchez, protagonista de O que arde, con la que Oliver Laxe obtuvo el premio del jurado de Una Cierta Mirada, y el líder indígena Raoni pidió ayuda para el Amazonas ataviado con su característica indumentaria.
Y en una alfombra roja sin excentricidades, la actriz estadounidense Elle Fanning, integrante del jurado, pagó con un desmayo las consecuencias de un vestido demasiado apretado, que le acabó cortando la respiración en medio de una fiesta.