Sus libros a veces se pueden leer como poemarios o como conjunto de crónicas. Hablan de los discursos fabricados y hablan de la realidad tremenda. Esta vez fueron las redes sociales, donde todos hablan y nadie se escucha, la inspiradora para su libro Y por mirarlo todo, nada veía (Sexto Piso).
Ciudad de México, 26 de mayo (SinEmbargo).- Al leer las noticias ¿cómo decidir qué es lo más importante? ¿Qué el 31 de enero de 2018 apareciera en el cielo una enorme Luna azul, ensangrentada; que al conocer a Felice, su futura prometida, Kafka escribiera en su Diario: Un rostro vacío que llevaba abiertamente su vacío; que el ajolote mexicano sea el único animal capaz de regenerar extremidades, órganos y tejido; que El Cabo, en Sudáfrica sea la primera ciudad en el mundo que se quedará totalmente sin agua; que unos científicos hayan logrado crear orejas para cinco niños que sufrían de una malformación hereditaria; que Charlie Sheen, sea portador de VIH, que las calles de Coyoacán tengan encendidas o apagadas las luces, que se haga justicia en Ayotzinapa, que la deuda pública mexicana sea incontrolable , que haya rehenes en Mali, que se legalice o no la mariguana, que el terrorismo se vuelva incontrolable, que hayan ganado o no Trump o Clinton o Scioli o Macri, que la palabra impeachment no tenga verdadera traducción en español, que se siga lavando dinero y vendiendo armas, que los narcocorridos se prohíban, que se decrete la ley de transparencia (dudosa), que un tigre ande suelto por las calles de Acapulco, que Lenin haya entrado a San Petersburgo en vísperas de la Revolución Rusa, que ya se pueda comer salmón transgénico, que se publiquen un libro llamado Fire and Fury que revela los secretos de la Casa Blanca en tiempos de Trump; que desde hace tres años nieve en el Sahara; que el Fenómenos del Niño revele dramáticos cambios climáticos, que las maletas inteligentes ya sean una realidad, que haya estados de excepción, que policías de Estados Unidos hayan matado a más de mil personas indefensas durante 2015, que el plástico, así como las redes sociales, hayan sido benéfico y ahora contramine; que Marilyn Monroe se haya luxado un tobillo in illo tempore, que se decreten estados de excepción, que se declare una nueva y tercera o cuarta guerra mundial, que hayan muerto David Bowie, Fidel Castro, Prince; que Felicitas Schirow, una mujer alemana de sesenta años, volverá a ejercer la prostitución, tras quince años de carrera política y varios negocios sin éxito... Todas las cosas que Margo encuentra en las redes sociales, sobre todo esa falta de pensamiento de la gente al participar “espontáneamente” de Facebook, Instagram o Twitter.
“Yo soy tuitera”, dice Glantz, en su casa, con toda la cara hecha un moretón fruto de la caída en la puerta, “ya he perdido los reflejos”, dice.
Acaba de sacar por Sexto Piso, la editorial que viene publicándola desde hace tiempo, el libro Y por mirarlo todo, nada veía, que fue presentado por Diego Rabasa y Luis Felipe Fabre, dos autores y editores totalmente jóvenes, que encuentran en la escritora a una compañera, a una igual.
En la entrevista hablamos de la muerte, esa canalla, que nos priva de pronto de grandes amigos, como a ella, que ha perdido recientemente a Sergio Pitol, el gran novelista mexicano de todos los tiempos, aunque luego se retrata y dice, “claro, está Rulfo primero”.
Hace una semana ha muerto Federico Álvarez Arregui, el escritor, traductor, editor, ensayista, docente y crítico literario español nacionalizado mexicano, que fue su gran amigo. “Somos pocos los sobrevivientes y ver la muerte de estos amigos es ver mi propia muerte”, dice.
No obstante, con su moretón y sus años (87), el viernes partirá a Bolivia, invitada especialmente a la FIL Santa Cruz 2018, donde ofrecerá una conferencia magistral y participará de las mesas de narrativa.
Mientras tanto, presenta su libro, un trabajo tan actual como más allá de lo moderno y posmoderno, en el que se pregunta por esta “proliferación de discursos en las redes sociales”, que nos hace parecer como si “viviéramos en un mundo en el que todos hablan y nadie escucha”.
En Y por mirarlo todo, nada veía Glantz recurre a una de las máximas improntas de su obra narrativa: la escritura fragmentaria. Heredera de una tradición que va desde Walter Benjamin hasta David Markson, la escritora mexicana mete en una misma página los horrores del Isis y las adicciones de Charlie Sheen; el exilio de los colibríes de su jardín y las consecuencias del ecocidio que se lleva a cabo a escala planetaria; aforismos de Kafka y espeluznantes reportes de feminicidios en México y otros países del mundo; el descubrimiento de un sistema solar cercano al nuestro y la extinción de las abejas.
Margo Glantz habla de su libro y de lo buena que está la literatura mexicana, con la aparición de mujeres, como Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli, Fernanda Melchor, Verónica Gerber, una escritora (esta última) que se parece mucho a la obra de Glantz. “No sé si decirlo así, pero ella está con las artes plásticas y desde allí escribe, hace algo muy interesante”, dice.
–A veces me parece estar leyendo poesía
–Algunos. Me costó mucho trabajo la primera frase, me pareció muy bonita, “en enero de 2018 una luna hambrienta…”, trabajé mucho eso.
–¿Cómo ha sido la producción del libro?
–Mira, soy tuitera y facebookera. Me gusta mucho reflexionar sobre el tipo de medios donde escribo. No tomarlo ciegamente sino tratar de entender qué significa y cómo influye en mi conducta. Cómo está afectando a otros, cuando veo lo de Facebook y cuando veo lo que la gente comenta y veo el egotismo llevado a niveles pedestres, cuando veo las nimiedades que se escriben, la incapacidad de distinguir entre ironía y literalidad, todo ese tipo de cosas me incitó a reflexionar. Me pareció que las órdenes que te da el Facebook: ¿Qué piensas? ¿Cuál es tu estado? Tus recuerdos. Tienes una serie de un vocabulario nuevo y al que tú te pliegas. Si no te pones a reflexionar sobre eso, caes en un contexto de sumisión a las redes sociales brutal. Empecé a escribir cosas como “Estado”, poco a poco me fue saliendo una cosa muy interesante. Una amiga me dijo: estás escribiendo un libro, le dije que sí, pero tengo que organizarlo. Pensé que era mejor trabajar las noticias más impactantes y más fragmentarias a partir del twitter. Fui coleccionando noticias.
–Es un libro que podría leer sin estar en las redes sociales
–Claro. No lo hubiera hecho de otro modo. Todos los días yo encuentro un libro, me parece que todos los días me están bombardeando con textos muy diversos y el libro podría ser interminable. Lo importante reflexionar sobre eso y tratar de darle una coherencia escrituraria, darle una estructura, que es poética y crítica.
–¿Qué es para usted la literatura fragmentaria?
–Yo empecé a escribir ficción muy tarde. Mi primera novela fue a los 47 años. Y tarde también ensayos. Me costó trabajo encontrar una forma que funcionara con mis pensamientos y con mis afinidades electivas. La forma de escritura que yo tenía era poco canónica y cuando yo trataba de publicar, me decían que a mis libros les faltaba engarce, que era demasiado fragmentario. El primer libro que hice lo publiqué a cuenta de autor, porque nadie me lo quería publicar. Poco a poco, yo era maestra, ensayista y mi primer libro fue a los 47 años. No era yo escritora. Me costó mucho trabajo que me definieran como escritora. Para que me consideraran así tenía yo que reforzar un estilo que era para mí muy importante, que se fue reforzando a lo largo de los años. El problema era la autobiografía que para mí es muy importante y lo hice con Genealogías, que es un libro publicado como folletín en el periódico y que tiene una estructura más organizada que este libro, menos fragmentaria que este libro, pero de una estructura poco canónica. A medida que se fue implantando la mente de la gente que ese era el tipo de escritura que yo tenía, gusté. Saqué el primer libro con la editorial Síndrome de Naufragios (La escritura como arca) y saqué el Xavier Villaurrutia con ese libro.
–Tuvo una etapa de Anagrama, que tenía una mirada sobre las narrativas nuevas, también estaba Mario Bellatin…
–En Anagrama publiqué un libro que me parece bellísimo, que se llama El rastro, que es un libro también como un aluvión continuo, tiene una estructura más novelística, que está hecho sin embargo de fragmentos. Yo creo que a lo largo de mi escritura, he ido visitando mis obsesiones, tratando de darles forma y de organizar mis libros de manera diferente. Anagrama fue muy importante, como Tusquets también, Lumen, en un momento Seix Barral, fueron todas editoriales que nacieron contra el franquismo. Tuvieron un impacto muy grande y empezaron a hacer un catálogo interesantísimo. Fueron muy revolucionarios en ese momento. El catálogo de Jordi Herralde es muy importante, pero se fue aburguesando en la medida que la situación en España se volvió diferente y se creyó un país del Primer Mundo. Cambiaron de perspectiva, creo.
–Por eso fueron tan importantes las editoriales independientes como Almadía, como Sexto Piso
–Sí, totalmente. Porque ahí empieza también la literatura del mercado. Estas editoriales que han vampirizado a las chicas, como Joaquín Mortiz (ERA no se ha dejado comer por las editoriales grandes); todos los sellos confluyen bajo una sola editorial y se pierde el sello de identidad. Lo que pasa con Planeta, con Penguin Random House…
–Tal es así que la obra de Roberto Bolaño, que ahora está en Penguin, parece ser como un Bolaño menor
–Se han manoseado mucho. Si un autor se vuelve famoso, lo ensucian. Era mucho mejor que estuviera en Anagrama, que en otras editoriales, pero la viuda quiere más dinero.
–¿Qué encontró en Sexto Piso?
–Yo dejé de trabajar de con Herralde por algún malentendido que tuvimos y corté la relación. Me quedé sin editorial, tenía a Alfaguara, pero poco a poco dejó de ser interesante. Fue muy buena en un tiempo, pero ahora sólo edita cosas comerciales. Lo que prefería era a una editorial con un catálogo más cuidado, más orgánico, más coherente y me hice muy amiga de Diego Rabasa, hace algunos años. Me gustaba mucho la editorial. Y empecé a publicar con ellos.
–¿Cómo ve su obra a través de la vida?
–Creo que para una persona que se dedica con tanta pasión a la escritura, a la literatura, a la enseñanza, mi vida está muy contaminada por todo eso. Casi no puedo deslindar mi vida de la literatura. Desde muy niña fue una de mis pasiones. Mi padre tenía una biblioteca desordenada pero muy importante, se preocupó mucho porque leyéramos, era poeta, un hombre muy culto, mi mamá también y a mí me gustaba mucho leer desde muy jovencita. Ha sido para mí una ocupación muy importante.
–¿Qué significó la muerte de Sergio Pitol?
–Muy dolorosa. Sergio fue un amigo de muchísimos años, muy intensa la amistad. Fui muy amiga de Carlos Monsiváis, de Tito Monterroso, de Luis Cardoza y Aragón, esas muertes me han dolido mucho. Pero la relación con Sergio Pitol era muy profunda tanto en lo literario como en lo afectivo, entonces, su muerte ha sido muy impactante. Es la verificación de mi propia muerte, se está muriendo mi gente, mi generación. Anteayer se murió un amigo muy querido, Federico Álvarez. Elena Poniatowska, José de la Colina, Eduardo Lizalde, yo, somos los que quedamos. La muerte de Sergio es el cúmulo de esas muertes, muy impactante para mí.
–¿Cómo estaba Sergio en los últimos años?
–Yo ya no vi a Sergio en los últimos dos años, porque hacía tiempo que no hablaba, cuando venía de Xalapa se quedaba en mi casa, se comunicaba de cierta manera. La última vez que lo vi me reconoció perfectamente, se puso muy alegre, pero ya había perdido su comportamiento, era como un niño. Luego había todo el problema de la familia, que creaba una especie de barrera entre Sergio y sus amigos. Como la familia se apoderó de él y yo había estado muy activa en condenar la manera en que trataron a Sergio, no era yo bien recibida. No podía entrar en su casa y no la vi. Fue una muerte anunciada, pero fue muy impactante.
–¿Cómo ve a la literatura mexicana?
–Ya no estoy tan al tanto con lo que se produce, pero me parece muy interesante y muy fundamental la aparición de tantas jóvenes escritoras, muy talentosas, muy coherentes, con una forma muy definida, como son Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli, Verónica Gerber, Gabriela Jáuregui, Fernanda Melchor…me parece muy interesante ese tipo de literatura y que las mujeres estén tomando un papel importante en la literatura. Hay autores jóvenes que me interesan, como Emiliano Monge, Daniel Saldaña, como varios otros que también publica Sexto Piso. Hay cierto tipo de literatura que no me interesa, que me parece excesivamente coyuntural, muy superficial, sensacionalista, no tiene muchas posibilidades de subsistir.
–Me parece que Verónica Gerber se parece mucho a usted
–Verónica tiene una cosa muy interesante, que es la relación con la plástica. Ella trabaja muy bien las dos cosas y las unifica también. Es poco común en la literatura mexicana.