Tomás Calvillo Unna
26/04/2023 - 12:05 am
Relatos del desasosiego
«Destazado el bosque con discursos de progreso».
I
Estos verdes preñados de regocijo,
resisten un día más,
al asfalto que invade y amenaza.
El aplauso no se escucha,
solo se advierte la sombra
de los platanales,
la aspiración de sus hojas;
el racimo como ofrenda.
Destazado el bosque
con discursos de progreso;
deja esa ausencia
que las raíces y troncos anhelan.
Ya lo expresaba aquella pintura de los valles
ese paisaje intervenido por el ferrocarril,
ya no sería el mismo.
Los topógrafos
de las pasiones públicas
cortan el listón:
este crimen tiene más de 400 Kilómetros.
Recitar los nombres de los árboles
el apellido de sus especies:
héroes caídos,
dieron su vida por la tierra y el cielo;
y nadie pronuncia: Presente.
Ahí había un árbol
que imaginaba ser el mismísimo universo
con sus constelaciones, sus vías lácteas,
sus hojas cargadas de luz en las noches.
Había otro árbol
al que nombraban La Morada;
cuando alguien necesitaba paz
se recostaba bajo sus sombras.
Esas otras raíces
que aún reflejan el oro
eran del árbol conocido como El Mago
porque todos los de aquí,
guardaban sus secretos
en la corteza,
esa primera pizarra.
Aquel agujero es la huella
de la palmera,
donde los adolescentes
aprendían a danzar;
al descubrir
la fortaleza del círculo.
El ahuehuete,
si, el anciano mutilado,
nos dejó,
sin la brújula de sus relatos;
cuando solíamos al atardecer
sentarnos
bajo sus magníficas ramas y hojas
que el viento estremecía.
Aquel arbusto como la zarza
ardía bíblicamente
con las cigarras nocturnas
que asemejaban
la voz de los profetas heridos
que ya advertían
de la sequía del alma.
Si, estos hermanos menores,
no alcanzaron a esconderse del todo
y también fueron arrojados
sin miramiento alguno
junto al paso
cada vez más continuo de los tráilers.
y las circenses motocicletas
de la sobrevivencia.
II
Al detenernos,
descubrimos el balcón
un privilegio
al alcance de la mano.
Podemos contemplar
a cambio de olvidar
y saber desprenderse,
sin dar la espalda, sin renunciar.
Tomar la distancia necesaria
y entender los dilemas,
asumir los propios
y comprender los ajenos.
Es una puesta en escena
de la ingravidez;
un pequeño fractal del mismo planeta
pequeñísimo, ciertamente, pero suficiente.
En un solo lugar el universo,
la geometría de los órdenes;
el cuerpo que nos rige,
esa contención que es presencia;
la tertulia implícita de las cosas;
la trama del sonido,
la cápsula del espacio que lo define,
como una aparición en continuo proceso.
El balcón es un mirador que resiste,
escucha el más allá
en el cercano acá.
El desasosiego
que se filtra en esta era
adquiere claridad y distancia.
Un punto de fuga:
esos mil años y los siglos
son este segundo,
al inhalar y exhalar:
gracias, solo gracias,
que más
al aprender poco a poco
a contemplar,
este humilde arte
que no necesita
ni siquiera nombrarse.
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