Melvin Cantarell Gamboa
26/04/2022 - 12:05 am
Ecologismo político: el Tren Maya
“Hay algunos grupos de Organizaciones No Gubernamentales, formados por personas que se consideran enteramente pragmáticas, sin ánimo de lucro, que realizan actividades de interés social, con amplia cobertura en los medios, pero de las que desconocemos el origen de sus recursos y cómo se financian, sus posiciones son confusas y fluctuantes (…)”.
I.
Cuando se pierden los límites y se confunden posturas políticas con conocimientos científicos la más elemental actitud intelectual debe ser crítica. Todos los días, en las últimas semanas, algunos medios de comunicación difunden opiniones formales que “pregonan” la inconveniencia de construir la vía férrea del Tren Maya.
Este artículo demostrará la inexactitud de esas afirmaciones, para el tramo siete, pues los argumentos “oposicionistas” provienen de generalizaciones obtenidas a través de la observación de situaciones y circunstancias diferentes de las que se objetan.
Es erróneo suponer que lo que se sabe por experiencia sobre un determinado contexto puede ser válido para toda situación semejante. Lo que se infiere a partir de un determinado número de observaciones puede alcanzar cierto grado de probabilidad para condiciones parecidas, esto es aceptable, pero no puede ser decisivo ni definitivo para todos los casos.
Cuando se argumenta teóricamente sobre algún problema que involucra lo humano y lo ecológico, lo social y lo político, lo económico y lo estatal, las posiciones de clase y los grupos con intereses la situación se complica; por lo que es exigible ser muy específico a la hora de opinar o argumentar.
Aquí vamos a referirnos exclusivamente al análisis de aquellos factores que impiden alcanzar consenso para la construcción del tramo de obra de la que nos ocupamos y las cuestiones que deben considerarse para superar divergencias y desacuerdos.
Quienes se oponen al proyecto recurren, en principio, a argumentos catastrofistas de carácter ambiental y humanitario, sin que quede en claro qué es lo que quieren decir con esto, ya que su reduccionismo los obliga a generalizaciones demasiado difusas e imprecisas, como “destrucción de pueblos originarios”, “desaparición de especies animales”, “destrucción del ambiente y deforestación”, pronósticos fatalistas que solo generan expectación y temor sin tener el aval del análisis exacto de los factores involucrados; ésta es una inmensa e insalvable dificultad metodológica que no creo que sean capaces de superar quienes argumentan desde la barricada oposicionista.
La ecología, a la que quieren hacer pasar como su “gran razón”, es una disciplina híbrida, cuyas categorías y métodos han sido sacados de las ciencias sociales y naturales, lo que la imposibilita para que por sí sola resuelva las complicaciones que se derivan de casos concretos, pues sus conclusiones estarán contaminadas, necesariamente, de ideología e intereses de otra especie. Hasta el momento los puntos de vista que han expresado los “especialistas” y ecólogos de gabinete sobre el Tren Maya solo han conseguido intoxicar y deformar de modo inimaginable, un problema de por sí complejo.
Cierto, no podemos pedir neutralidad en una reflexión de esta naturaleza, pero mínimamente hay que mostrar evidencias y no provocar inútiles “ruidos”. Invito a quien lea esto a que observe que gran parte de los “especialistas” involucrados son maestros en universidades o investigadores pagados por fondos públicos o privados que recopilan información de varias fuentes, principalmente publicaciones ya existentes que sistematizan para obtener conclusiones que requieren de verificación y contrastación; lo que hace muy difícil, si no improbable, que lo que opinen guarde alguna o ninguna relación estrecha con la cuestión sobre la cual quieren influir.
De ahí que sus juicios acerca de lo que debe hacerse o dejarse de hacer a lo largo de la ruta trazada para el mencionado ferrocarril no sea vinculante con lo que conviene y sí lo sea para una de las partes involucradas: los que se oponen.
Hay algunos grupos de Organizaciones No Gubernamentales, formados por personas que se consideran enteramente pragmáticas, sin ánimo de lucro, que realizan actividades de interés social, con amplia cobertura en los medios, pero de las que desconocemos el origen de sus recursos y cómo se financian, sus posiciones son confusas y fluctuantes; todo parece indicar (es mi percepción) que están al servicio de sus patrocinadores o que se ofrecen al mejor postor, dada su comprobada destreza y especialización en crear escollos legales, confusión y desconcierto cuando de asuntos sociales se trata. Si en realidad les preocuparan sólo las comunidades que dicen defender no apostarían al todo o nada, buscarían o propondrían soluciones novedosas y siempre en favor de los que menos tienen, pues entre el blanco y el negro hay matices, no hacerlo equivale a la asunción de posiciones irreconciliables de carácter dogmático, ideológico y político propias de las falsas conciencias; éstas provienen del odio, la antipatía y el resentimiento derivados de condiciones materiales o políticas y como resultado de fracasos, frustraciones o de objetivos no alcanzados y, quienes así se comportan, con gusto se ofrecen como sirvientes de la clase dominante, que sí tiene objetivos precisos: económicos, negocios, comerciales y de propiedad. Lo más probable es que muchos miembros de estos organismos que tan radicalmente se muestran no tengan una adecuada comprensión del problema por ignorancia, sólo en caso que actúen con honestidad. Lo que resulta inequívoco es el carácter tendencioso de su actuación.
Lo que se diga recurriendo a la protección del ambiente, los pueblos originarios, la deforestación y la conservación de la fauna no puede conseguirse mediante los argumentos esgrimidos para el caso del tramo siete del Tren Maya; cada uno de los segmentos en que se ha dividido la obra tiene problemáticas específicas y, en consecuencia, habrá necesariamente pequeñas y grandes diferencias y la realidad siempre tendrá mayor peso que todo lo que pueda expresarse en términos científicos, políticos y conceptuales; además, ninguna hipótesis o postura está libre de discusión. Todo sistema complejo (y lo son los sistemas humanos, forestales y animales) si se quieren conservar, modificar, recuperar u ofrecer soluciones, éstas han de encontrarse en el contacto directo con la realidad, lo que le antecedió y los hechos que las llevaron a su estado actual para poder decidir lo que es conveniente para su sustentabilidad.
Hasta aquí las generalizaciones, en adelante me ocupo exclusivamente del tramo siete que comprende los 200 kilómetros que corresponden al estado de Campeche, desde sus límites con Quintana Roo a Escárcega, Campeche.
Recurro a la historia de la región y a vivencias, dos elementos imprescindibles para enmarcar el contenido informativo sobre el tema y necesarios para dar piso a las conjeturas que nutren mi argumentación.
Ambientalistas, organismos políticos conservadores y organizaciones no gubernamentales se acercaron a los habitantes de Xpujil, población aledaña a la línea férrea en construcción y obtuvieron firmas y presentaron un documento en el que la comunidad manifestaba su oposición a la construcción de la infraestructura férrea; fueron ocho campesinos indígenas convencidos por una organización afiliada al PRI estatal; la mitad de los firmantes no hablaba español y no sabe leer ni escribir; días después se desdijeron. Ahora bien ¿Por qué tanta preocupación y activismo de estos grupos de presión? ¿Sus intenciones obedecen genuinamente a su deseo de realizar una acción desinteresada, sin propósitos ocultos o se trata de poner escollos a un proyecto y, de esta manera fortalecer posiciones políticas? ¿Se trata de un compromiso incondicional y de largo plazo o de algo meramente coyuntural?
Insisto, los individuos tienen intereses, trátese de “científicos”, especialistas, miembros de organismos no gubernamentales y/o grupos conservadores. ¿Cómo es posible que de pronto estas organizaciones sean amigas y defensoras de los pueblos que por siglos han estado abandonados sin que acudan a ellos cuando sus patrones son, históricamente, los depredadores de los recursos que dicen querer proteger? ¿Cómo creerles que su presencia en el asunto es desinteresada? ¿Qué sucedió para que digan al pueblo, soy de los tuyos, te defiendo porque ahora somos los mismos? ¿Les creemos? ¿No nos estarán tratando como niños ingenuos que pueden ser engañados? Son preguntas a las que debieran responder.
Pasemos ahora a la historia concreta y a los hechos; emprendamos el trayecto en Xpujil. La ciudad pertenece al municipio de Calakmul, Campeche; residen en ella cinco mil 729 personas de las 31 mil 714 que viven en el municipio (2021), la mayoría colonos o personas nacidas en otros estados (77 por ciento), sólo el 23 por ciento restante es originaria del estado de Campeche; cinco mil 677 son choles, provenientes del norte de Chiapas; 918 son mayas, la mayoría originarios de Quinta Roo y Yucatán y 522 tzeltales que llegaron de la zona montañosa de Chiapas y de la región de los ríos al sur de Tabasco; estos indígenas hablan su propia lengua, los mayas originarios conservan sus apellidos étnicos, quienes se asentaron después tienen otros antroponímicos. La edad promedio de los habitantes de la municipalidad es de 14 años. Calakmul es el municipio más abandonado y marginado del estado y, muy probablemente, el más pobre del país. Depende en su casi totalidad de las aportaciones del Gobierno estatal; el 56 por ciento de las personas con empleo fijo trabajan para el Ayuntamiento. Complementan la ocupación laboral las cementeras Apasco y Maya (con sede en Mérida) extraen de la zona material pétreo; la extracción de madera (que se exporta a China y Japón) y la incipiente siembra de palmito de aceite.
La ciudad de Escárcega, capital del municipio del mismo nombre, punto neural en la comunicación por carretera y ferrocarril hacia la península de Yucatán es, desde su fundación como ejido en 1937, clave para entender la historia y los hechos que aquí se exponen.
La devastación de la selva en el área que ocupan los municipios de Escárcega y Calakmul se inició en 1907, durante el Gobierno de Porfirio Díaz, cuando se concesionó por cincuenta años a la empresa norteamericana La Laguna Co. la explotación del palo de tinte, maderas preciosas y el chicle. Desde entonces, la marcha hacia el este ha destruido durante 125 años la selva alta, ahora quiere protegerse la selva caducifolia o selva baja cuando lo deseable sería reforestar para recuperar la selva original.
Continuará.
Nota: Agradezco a mi sobrino Fran Duarte Gamboa la información actualizada sobre la zona de Calakmul.
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