Son varios los estudios que indican que las personas que comen solas disparan su riesgo de padecer el llamado “síndrome metabólico”, caracterizado por la diabetes y las enfermedades coronarias
Por Jordi Sabaté
Madrid/Ciudad de México, 26 de abril (ElDiario.es/SinEmbargo).– En el primer mundo se ha disparado en las últimas décadas el porcentaje de personas que comen solas. Cuando hablamos de una personas que come sola, nos referimos a aquella que come aislada del entorno no solo físicamente sino también comunicacionalmente; por ejemplo en su mesa o su lugar de la barra sin atender a otras personas.
En concreto los datos indican que los comedores solitarios podrían ser ya mayoritarios en países del norte de Europa, especialmente Islandia y Escandinavia, así como en Japón y muy especialmente en Corea. Tal vez por ello abunden los estudios de este último país que investigan los posibles efectos sobre la salud de este hábito cada vez más común. Y los resultados que arrojan los mismos no son positivos.
ESTUDIOS AL RESPECTO
Por un lado un estudio de 2017 sobre 7775 ciudadanos coreanos mostró que en aquellos hombres que comían solos dos veces al día se disparaba un 45 por ciento el riesgo de obesidad y un 64 por ciento el riesgo de padecer síndrome metabólico, un trastorno íntimamente ligado a la mala alimentación y que a la larga comporta diabetes de tipo dos y enfermedades cardiovasculares. Entre las mujeres en la misma situación el riesgo se reducía, pero se mantenía un 29 por ciento superior a las que comen en compañía.
Otro estudio de 2018 viene a corroborar estos datos, publicado en Nutrition Journal y también llevado a cabo por investigadores coreanos, elaboró unos índices nutricionales con los que medir la calidad de las dietas de un grupo de 8523 coreanos adultos. Tras el periodo de observación y análisis, encontró que la calidad nutricional de las dietas de los y las solitarias era sensiblemente más baja que la de los y las que comían acompañadas.
Otro estudio de 2011 realizado por una investigadora de la Universidad del Estado de Pensilvania revelaba que las personas con hábitos solitarios, entre los que se incluye el comer sola o solo, tienen una mayor tendencia a desarrollar desórdenes alimentarios graves tales como la bulimia o la anorexia. Ante estos riesgos, los expertos recomiendan a aquellas personas que no tienen más remedio que comer solas, que lo hagan leyendo, escuchando música relajante o algún programa de radio que sea distraído.
TENDEMOS A IMITAR AL DE ENFRENTE
Sin embargo, no todo son malas noticias para los comedores solitarios. Un estudio de 2017 de la American Heart Association reveló que las personas que están a dieta y comen solas, suelen cumplirla con mayor rigor que aquellas que comen acompañadas. La razón, según el psicólogo e investigador de comportamiento estadounidense John de Castro, es que tendemos a imitar el comportamiento de quienes tenemos en frente. Un estudio del New England Journal of Medicine mostró que si nuestro compañero habitual de mesa se vuelve obeso, tenemos un 171 por ciento de riesgo de seguir el mismo camino por imitación.
De este modo, quien come frente a alguien a dieta come menos, pero el que está a dieta aumentará el tamaño de sus raciones hasta un 44 por ciento, según un estudio que llevó a cabo el citado psicólogo en 1989. De Castro también realizó en 1994 otro estudio que revelaba que en las comidas realizadas en familia, los padres masculinos comían más calorías y lo hacían más deprisa; en cambio si comían con amigos, reducían tanto las calorías como el ritmo de la comida, que aumentaba su duración.
SEIS RAZONES PARA EVITAR COMER SOLOS
De todos modos los estudios de Castro se realizaron de una manera muy puntual y poco sistemática, sobre poblaciones de unas decenas de personas, y no se fijaban en los aspectos nutricionales sino en las cantidades. En general, hay más razones por las que evitar comer solos que motivos para hacerlo de este modo, a no ser que llevemos una dieta muy estricta, claro. A continuación te exponemos las seis principales.
Aumenta el consumo de comida rápida: el segundo de los estudios coreanos citados indicaba que entre las personas que comían solas aumentaba el consumo de comida rápida. Probablemente por las prisas, la falta de motivación para cocinar o el aburrimiento que supone comer solos, tendemos al consumo de alimentos fáciles de deglutir, que nos los más pobres nutricionalmente.
Disminuye la variedad de alimentos en la dieta: aunque cuidemos la alimentación, entre las personas que comen solas suele darse una dieta repetitiva en exceso, a no ser que estén bajo un régimen de salud o entrenamiento marcado por un especialista. La repetición excesiva corre el riesgo de caer en déficit de algunos minerales, vitaminas, aminoácidos, ácidos omega, etc.
Disminuye el porcentaje de hortalizas y vegetales: la dificultad de deglución, la lentitud de prepararlas, en muchos casos, y sus sabores pobres en azúcares hacen que los vegetales no sean plato de gusto para los solitarios.
Se mastica menos: el tercer estudio citado asegura que la soledad dispara la ansiedad; en consecuencia cuando comemos solos lo hacemos con prisa, con altos niveles de estrés, por lo que tendemos más a tragar que a masticar, con lo que disminuimos el trabajo de las enzimas de la saliva.
Se traga mayor cantidad de aire: debido a la ansiedad y la reducción de la masticación, tragamos más aire al comer deprisa y por lo tanto hinchamos el estómago, disminuyendo la sensación de ansiedad.
Se comen más azúcares: el aumento de la ansiedad generada por la soledad, así como la búsqueda de comida ultraprocesada fácil y rápida que nos haga pasar el trámite de la comida con rapidez, hace que caigamos en alimentos cargados de azúcares añadidos. Así, nos darán la facilidad de tragar y pasar a otra cosa, y el premio del dulce que compensará la angustia de estar solos. Pero también dispararán nuestro riesgo de padecer diabetes de tipo B y enfermedades cardiovasculares.