Durante su participación en la cumbre, López Obrador pidió a “las grandes potencias” una “tregua” comercial y financiera para no afectar a los desfavorecidos mientras dure la pandemia de COVID-19, que en México registra al momento seis fallecidos y 475 casos.
Por Eduard Ribas i Admetlla
México, 26 marzo (EFE).- El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, siempre reacio a la política exterior, se vio forzado este jueves a participar en la cumbre virtual del G20 por la crisis del coronavirus, el primer foro internacional en el que aparece el Mandatario mexicano desde que asumió el poder a finales de 2018.
A diferencia de lo sucedido hasta ahora, López Obrador no cedió la representación exterior de su país al Canciller, Marcelo Ebrard, y participó personalmente en esta cumbre que, al ser telemática, le permitió cumplir su objetivo de quedarse en México durante sus primeros años de mandato.
“El hecho de que fuera una cumbre virtual le permite mantener su discurso de que no sale del país porque le preocupa más lo que pasa en México y no quiere gastar recursos públicos en viajes y aviones”, sostuvo en una entrevista con Efe Gustavo López Montiel, especialista en relaciones internacionales del Tecnológico de Monterrey.
Durante su participación en la cumbre, López Obrador pidió a “las grandes potencias” una “tregua” comercial y financiera para no afectar a los desfavorecidos mientras dure la pandemia de COVID-19, que en México registra al momento seis fallecidos y 475 casos.
El experto opinó que López Obrador decidió participar por primera vez en una cumbre internacional para revertir así su imagen de inacción frente a la crisis sanitaria, que según varias encuestas le ha hecho descender su popularidad por debajo del 50 por ciento.
“Ante la caída de popularidad, utiliza la cumbre para verse como un Jefe de Estado. Se le está acusando de no tomar acciones contra el coronavirus y quiere demostrar que sí las toma”, expresó el profesor.
PRIMERO MÉXICO, DESPUÉS EL MUNDO
Bajo la premisa de que “la mejor política exterior es la interior”, López Obrador rehusó acudir en junio pasado a la cumbre del G20 en Osaka y en septiembre a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, y se ha limitado a recibir a algunos mandatarios en su despacho, como el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y a conversar por teléfono con Donald Trump.
Desde el punto de vista de López Obrador, quien está buscando deshacerse del avión presidencial de su predecesor Enrique Peña Nieto (2012-2018), no tiene sentido salir del país mientras duren los altos índices de violencia y desigualdad que sufren los mexicanos.
De hecho ya es habitual que en las fotografías de jefes de Estado y de Gobierno se cuele el canciller Ebrard, quien este jueves celebró que la cumbre sobre la pandemia se hiciera de forma telemética, “algo que el Presidente López Obrador propuso hace mucho”.
“López Obrador ve las reuniones internacionales como un asunto frivolidad diplomática, que solo consiste en beber cócteles y emitir comunicados, pero realmente hay mucho trabajo detrás”, sostuvo en entrevista con Efe el internacionalista José Enrique Sevilla.
Este experto asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) subrayó que la crisis global por el coronavirus ha evidenciado que la idea de que “la mejor política exterior es la interior” es algo “anacrónico”.
“Cada desafío económico o de salud demuestra la importancia de la política exterior. Estamos en un mundo de reglas cambiantes en las relaciones internacionales y si no estas presente en la elaboración de las nuevas reglas, no podrás defender tus intereses”, reivindicó.
POLÍTICA EXTERIOR AMBIGUA
El Gobierno de López Obrador siempre ha defendido que en sus decisiones de política exterior recupera la llamada doctrina Estrada, diseñada por el Canciller Genaro Estrada (1927-1932) y basada en la no intervención en otros países.
Este es el principio que López Obrador reivindicó hoy al ser cuestionado sobre los cargos presentados por el Gobierno de Estados Unidos contra el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
“Obviamente es una política exterior ambigua que depende del contexto. Con Venezuela es una postura pero con otros países es otra. Cambia en función de cada crisis”, sostuvo López Montiel.
Cabe destacar que el Gobierno mexicano que evita opinar sobre Venezuela es el mismo que intervino activamente en la crisis de Bolivia, asilando a Evo Morales y enfrentándose al gobierno interino de Jeanine Yáñez.
“México nunca ha aplicado reglas coherentes en política exterior. En algunos casos habrá intervención y en otros no. Los principios de política exterior siempre están sujetos a un equilibrios de intereses, no me parece grave que haya inconsistencias”, añadió Sevilla.
Ambos expertos descartaron que López Obrador esté interesado en liderar un eje izquierdista latinoamericano con el Mandatario argentino, Alberto Fernández, similar al que hubo entre los Kirchner, Luiz Inacio Lula da Silva, Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez.
Entre otras cosas, porque aunque el mexicano se autodefina como izquierdista, muchas de sus políticas lo desmienten.